En el siglo V comenzó la decadencia del monacato egipcio (pacomiano).
Casi todos los monasterios de Egipto, Palestina y Siria fueron destruidos durante la conquista árabe.
De esa manera, Constantinopla pasó a ser el centro del monacato oriental, pues a partir de ese mismo siglo experimentó un gran desarrollo.
Cabe resaltar que fue en el siglo VI, cuando el emperador Justiniano hizo construir el monasterio de Santa Catalina, sobre el Monte Horeb, para organizar a los ermitaños del Sinaí en un mismo lugar y que se salvó de las incursiones árabes.
En los siglos VII y VIII, fueron los monjes orientales, quienes mantuvieron la doctrina de la veneración de las imágenes, durante la lucha iconoclástica, siendo quizá el más importante de ellos,
Teodoro Estudita (del monasterio de Studion), a quien se debe la lucha contra el eremitismo y la re-afirmación del monacato de Basilio.
Sobre el Monte Athos en el 963, Atanasio fundó la «Grande Laura», bajo la protección del emperador Nicéforo II e introdujo una Regla de tipo cenóbitico, basada en la del monasterio de Studion.
Los estatutos de la «Grande Laura» fue aprobada por el emperador Juan I Tzimisces.
Los siglos XI y XII, representan la edad de oro para Athos, fue en esta época en que llegaron monjes de todas las nacionalidades y fundaron monasterios junto o cercanos a la Grande Laura.
Athos se convirtió en una ciudad monástica, bajo el gobierno casi absoluto y vitalicio del igúmeno (Abad), y centro de referencia cultural y espiritual para las iglesias orientales hasta el cisma (1050), y desde entonces para las iglesias ortodoxas.
En los albores del Cisma de Oriente, el emperador Constantino IX) promulgó, en septiembre de 1045 el decreto «Typikon de Monomaco», que determinó la vida organizada de Monte Athos de los siglos sucesivos.
Se prohibió todo género de lujos, de comercio con lugares lejanos y de salida del monasterio. El responsable de la ciudad monasterio, ahora llamado protos (primero), continuó siendo un cargo vitalicio, pero solo tomaba por él mismo las decisiones sobre las actividades cotidianas, mientras que un consejo de monjes, las deliberaciones más importantes.97
Los monjes de Etiopía por su parte, durante el siglo IX, bajo el gobierno del Abba Jakob (superior del monasterio Debra Libanos),
se constituyeron en los difusores del Evangelio por Sudán y las costas del Este de África, llegando hasta Mozambique. Cuando los colonizadores portugueses llegaron a estas tierras en el siglo XVI, encontraron en ellas pequeñas comunidades cristianas.98 El monacato oriental alcanzó su máxima expansión en el siglo XI, donde se fundaron los primeros monasterios de Rusia.
Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte
Hace 17 horas
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