Enpiezo el paseo matinal, posiblemente el último con un tiempo fabuloso, tomando café en la Plaza de Oriente
Por la calle Escalinata intento llegar a la calle Mayor
Muy cerca de la calle Mayor, junto a la plaza de Herradores, está la calle del Bonetillo, donde en tiempos de Felipe II vivía Juan Henríquez, un canónigo juerguista, mujeriego y jugador de cartas al que llamaban 'el clérigo' y cuyas correrías nocturnas estaban en boca de todos sus vecinos.
Hasta que un día recibió una lección que le cambió la vida para siempre. Una noche volvía a su casa cuando vio pasar un entierro camino de la iglesia de Santa Cruz.
Extrañado porque sobre el ataúd había un bonete (gorro de clérigo con cuatro puntas), preguntó quién era el muerto. “Don Juan Henríquez, el clérigo”, le respondió uno de la comitiva. Preguntó a otro y obtuvo la misma respuesta. Alarmado llegó a su casa y encontró la puerta abierta, su criado no estaba y en el salón encontró una escena que le heló la sangré: una mesa cubierta por una tela negra y en sus esquinas cuatro cirios todavía encendidos.
Salió de su casa aterrorizado, pensando que había presenciado su propio entierro, hasta que encontró a un vecino que aseguró que a él le conocía, pero que de su casa habían sacado a un difunto y que oyó decir que era Juan Henríquez, el clérigo.
Al día siguiente descubrió en la iglesia de Santa Cruz que su puesto de canónigo estaba vacante y que estaba inscrito en el libro de entierros.
Luego fue detenido y acusado de un delito cometido tiempo atrás.
Su casa fue precintada, requisadas sus propiedades y sobre el tejado se levantó un palo con el bonete clavado. Con el tiempo, todos llamaban a la casa ‘la del bonetillo’. Cuando el clérigo volvió a la Villa y Corte, su vida era bien distinta.
Ingresó en una casa de noviciado y más tarde recuperó su antiguo puesto de canónigo.
El cerebro de la trama Al parecer quien urdió la falsa muerte de Juan Henríquez y le quitó de en medio fue el cardenal Espinosa, ministro de Felipe II e inquisidor general en 1567.
El clérigo se había ganado la amistad del joven príncipe Carlos de Austria, hijo del rey Felipe II. El cardenal Espinosa, que sabía de las andanzas nocturnas del clérigo, sospechaba que era un mal consejero del príncipe, quien padecía malformaciones y desequilibrio mental, y que le incitaba a rebelarse contra su padre, por ello le prohibió acercarse al príncipe Carlos.
Sin embargo, éste se enteró y amenazó al Cardenal, lo que pudo aguzar su ingenio para separarlos.
Cuando murió, el clérigo fue enterrado en la parroquia de Santa Cruz. Nadie compró la casa, por la leyenda, y pasó a propiedad de la ciudad. Más tarde fue derruida y se abrió allí la pequeña calle del Bonetillo, entre la Costanilla de Santiago y la calle Escalinata.
En cuanto al joven príncipe, terminó sus días encarcelado en el castillo de Arévalo (Ávila), acusado de apoyar el complot de los rebeldes flamencos contra el rey, y de intentar matar al duque de Alba. Murió en 1568.
PLAZA DE JACINTO BENAVENTE
La plaza se creó en 1926 como consecuencia del derribo de varios edificios en torno a la plazuela de la Aduana Vieja y la anexa plazuela de la Leña (luego calle de la Bolsa), entre ellos el Convento de los Trinitarios Calzados.
Tras el ensanche, el palacio de los Cinco Gremios Mayores construido por Manuel de la Ballina en el siglo XVII, pasó a ser propiedad del Banco de Isabel II, y al fusionarse este banco con el de San Carlos, dio origen a la primera sede del Banco de España.
En en inicio del siglo XXI alberga la Dirección General del Tesoro. Durante el ensanche también se derribó la lonja del Almidón.
A comienzos del siglo XX se edificó uno de los primeros cines de la capital: el Cine Ideal (en la embocadura de la calle del Doctor Cortezo).
En los años cincuenta se levantó el edificio del «Centro Gallego», de ahí que en las inmediaciones del edificio se colocase un crucero recordando a los peregrinos que realizan el camino de Santiago.
En 1998 se unió a la decoración de la plaza un barrendero de bronce obra del escultor Félix Hernando García.
Desde finales del siglo XX se ha empleando en ocasiones como espacio para las ferias de artesanía.
PLAZA DEL ANGEL
Al parecer, la antigua plazuela del Ángel tomó este nombre del Ángel de la Guarda que decoraba la fachada de uno de sus edificios
Situada entre la plaza de Jacinto Benavente y la plaza de Santa Ana, en el barrio de las letras. Al ser zona de paso, es una plaza muy concurrida y con muchos bares.
PLAZA DE SANTA ANA
También conocida antiguamente por plaza del Príncipe Alfonso
Debe su origen a José I quien en 1810, dado su afán por el saneamiento urbano de Madrid, encargó a Silvestre Pérez el diseño de una nueva plaza, demoliendo el antiguo convento de las Carmelitas Descalzas y las casas anexas.
El solar resultante se ajardinó y comenzó a tomar su fisonomía actual.
En 1880 se demolieron algunas casas que impedían ver el Teatro del Príncipe, construido en 1745, actual Teatro Español, quedando completamente dispuesta la configuración actual.
Enfrente, al otro lado de la plaza, el hotel Me Madrid Reina Victoria, inaugurado en 1923 como hotel Reina Victoria en honor a la esposa de Alfonso XIII. Durante años se le llamó el hotel de los toreros, por alojarse en él muchos de ellos antes de salir para la plaza de toros de las Ventas.
En el mismo sitio estuvo antes el palacio de los condes de Montijo, padres de Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia por su matrimonio con Napoleón III.
Hay en ella gran número de restaurantes, cafeterías y bares de tapas, que cubren con sus terrazas la mayor parte de su superficie.
Y a un lado de la plaza, la cervecería Alemana, de 1904, que fue lugar habitual de reunión de literatos, como Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Jardiel Poncela y artistas, como la actriz María Guerrero o el pintor Solana.
La cafetería La Suiza, casi centenaria es también famosa, y destaca por su leche merengada.
Tiene estatuas dedicadas al dramaturgo del Siglo de Oro Calderón de la Barca y al poeta granadino Federico García Lorca.
Obra del escultor Julio López Hernández, realizada entre 1984 y 1986, fue instalada frente al Teatro Español diez años después.
En 2011, la estatua sufrió un acto vandálico arrebatándole de sus manos una alondra a punto de echar a volar, aunque el ave vuelve a estar en sus manos.
En la calle Principe me llama la atención este edificio
En este lugar estuvo la Iglesia de San Jorge COLEGIO DE LOS INGLESES dirigido por jesuitas donde estudiaron jóvenes católicso de Inglaterra de 1665 a 1767
El Colegio de los Ingleses fue fundado en la Calle del Príncipe en el año 1665, en un momento en el que la Reforma Protestante indujo a que la corona británica prohibiera y persiguiera mediante leyes penales a los fieles católicos que aún quedaban en sus territorios.
Como medida a esta persecución, la Iglesia de Roma fundó numerosas instituciones en Europa para la formación de sacerdotes y laicos católicos, en un intento de mantener la fe entre el pueblo anglosajón, y en Madrid se fundaron el citado colegio para británicos y el Colegio de los Irlandeses, también desaparecido en la actualidad.
El Colegio de los Ingleses y su iglesia fueron puestos bajo la advocación de San Jorge, patrono de las Islas Británicas, y su gestión fue encomendada a los jesuitas, auténticos baluartes de la Iglesia de la Contrarreforma.
En él estudiaron numerosas generaciones de británicos y madrileños hasta que en 1767 Carlos III firmó el Decreto de Expulsión de los Jesuitas y abandonaron nuestra ciudad, cerrando sus puertas el histórico colegio.
El complejo fue comprado poco después por la Real Congregación de Naturales y Originarios de las Provincias Vascongadas, que pusieron la Iglesia bajo la advocación de su patrón San Ignacio y que mantuvo su sede en este lugar hasta 1931, cuando fue víctima de la “Quema de los Conventos”.
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