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miércoles, 9 de noviembre de 2016

ALBERICO DEL CISTER

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Los esfuerzos de San Alberico por encontrar un instituto religioso que correspondiese a sus aspiraciones de gran perfección arrojan una luz que nos hace temblar, sobre el temperamento de acero de los monjes del siglo XII.

No sabemos nada de la niñez de Alberico. Cuando oímos hablar de él por primera vez, formaba parte de un grupo de siete ermitaños que vivían en el bosque de Collan, no lejos de Chatillon-sur-Seine. Ahí habitaba cierto abad Roberto, hombre de buena familia y muy reputado por su virtud.

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 A pesar de que había fracasado anteriormente en el gobierno de una comunidad de monjes revoltosos, los ermitaños lograron con cierta dificultad que Roberto aceptase ser su superior, y en 1075, emigraron a las cercanías de Molesmes, donde construyeron un monasterio.


Roberto era el abad y Alberico el prior.
Pronto empezaron a llover regalos al monasterio; la comunidad aumentó, pero el fervor decayó. Durante cierta época, un grupo de monjes se rebeló contra la disciplina religiosa. Roberto, desalentado, se retiró del monasterio. Alberico ocupó su lugar e intentó restablecer el orden; pero los monjes le golpearon y le encerraron finalmente.
 Alberico y un inglés llamado Esteban Harding, no pudiendo ya soportar tal estado de cosas, abandonaron también el monasterio.

Probablemente cuando el pueblo se enteró de la rebelión, las limosnas empezaron a escasear y entonces los rebeldes prometieron enmienda. Roberto, Alberico y Esteban re tornaron al monasterio. Pero pronto reaparecieron los síntomas de la relajación, y Alberico parece haber lanzado la idea de partir con un grupo de los más fervorosos a fundar aparte una comunidad más observante.

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Así se hizo y, en 1098, veintiún monjes se establecieron en Cister, un poco al sur de Dijón, a unos cien kilómetros de Molesmes.
 Tales fueron los principios de la gran Orden Cisterciense. Roberto, Alberico y Esteban fueron elegidos abad, prior, y subprior, respectivamente. Pero poco después, San Roberto retornó a la comunidad de Molesmes, y Alberico le sucedió en el cargo de abad, de manera que a él deben atribuirse con toda probabilidad, algunas de las principales características de la reforma cisterciense. Se trataba de una restauración de la primitiva observancia benedictina, pero con mucho más austeridad.

 Una de las manifestaciones externas del cambio fue la adopción del hábito blanco, con escapulario negro y capucha, para los monjes de coro. Según la leyenda, este cambio se debió a un deseo que comunicó la Santísima Virgen a San A1berico en una aparición.

Una modificación más profunda fue la institución de una clase especial de "fratres conversi" o hermanos legos, a los que se confió el trabajo casero y, sobre todo, la explotación de las granjas distantes del convento. Sin embargo, todos los monjes estaban obligados en alguna forma al trabajo manual.
El coro fue simplificado y abreviado; y se dejó más tiempo para la oración privada.

 Alberico no gobernó durante mucho tiempo, y probablemente muchos de los rasgos característicos en la organización definitiva del Cister se deben a su sucesor, San Esteban.
Murió el 26 de enero de 1109.

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Esteban de Harding

En 1109, Esteban Harding se hizo cargo de los destinos de Cîteaux, sucediendo a Alberico tras la muerte de este último. Esteban, noble anglosajón de sólida formación intelectual, era un monje formado en la escuela de Vallombreuse que ya había desempeñado un papel protagonista en los acontecimientos de 1098.

Mantuvo excelentes relaciones con los señores locales. La benevolencia de la castellana de Vergy y del duque de Borgoña garantizaron el desarrollo material de la abadía.
La revalorización de las tierras garantizó a la comunidad los recursos necesarios para su subsistencia. El fervor de los monjes confirió a la abadía un gran renombre.

 En abril de 1112 o mayo de 1113,h​ el joven caballero Bernardo de Fontaine, junto a una treintena de compañeros, hizo su entrada en el monasterio cuyos destinos transformaría.

Con la llegada de Bernardo, la abadía se engrandeció. Los postulantes fluyeron, los efectivos crecieron e impulsaron a Esteban Harding a fundar «abadías filiales

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