Evangelio según san Lucas (19,1-10)
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí
En contra de lo que nos imaginamos, no somos nosotros los que buscamos a Dios; Él es el primero en buscarnos.
No hemos sido hecho para amar a Dios, aunque también, sino para que Dios pueda amarnos. ¡Somos buscados por alguien!
Ése es el secreto de nuestra fe y de nuestra felicidad: "Zaqueo baja, hoy me quedo yo en tu casa".
Zaqueo quería ver y lo que se le reveló fue la herida de Dios: su amor a los hombres. Zaqueo no había pedido nada y fue Dios mismo el que le suplicó: "quiero hospedarme en tu casa" ¿Estaremos a la altura de tan singular huésped?
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