“ Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca
Se lo dices a los apóstoles y también a mi Señor.
Señor hoy me invitas a descubrir el mensaje, el contenido de la misión. Haz que yo hoy descubra vivencialmente que “el reino de Dios está cerca”.
Tan cerca que está dentro de mí y, sin embargo, no le reconozco. Haz que yo perciba lo bonito que es vivir a tu lado, sentir como Juan los latidos de tu corazón, y descubrir ahí mismo la ternura y la bondad hacia todos los hombres y mujeres de este mundo
Lo que habéis recibido gratis dadlo gratis.

DOMINGO XIII
Te seguiré adonde vayas
El Evangelio del día resalta dos características insoslayables del seguimiento de Cristo: las dificultades y la urgencia. Los obstáculos los expresa el mismo Jesús cuando advierte al escriba que se propone adherirse a su figura que no encontrará hogar donde descansar.
Se trata de un Camino más que de un lugar físico donde recibir la enseñanza.
Si se quiere alcanzar un proyecto siempre aparece el factor esfuerzo.
El seguimiento de Cristo se convierte en el propio Camino, puesto que Jesús es el intercesor, el mediador entre Dios y los hombres. Nadie puede arrancar el seguimiento del Señor calculando privilegios y honores, sino antes al contrario, barruntando los sinsabores de todo tipo que le acarreará la decisión.
Cuando Jesús dice vamos a la otra orilla nos invita a dejar nuestra orilla: comodidad, vida fácil, eso de todo vale ---------------------a pasar a la otra orilla.
En la otra orilla, no todo vale, se intenta que la nueva vida sea perfecta, Santa Teresa decía..............·que era consecuencia del encuentro personal con Jesús"
Te daré las llaves del reino de los cielos
Quién es Jesús. Es la gran cuestión que determina la propia relación personal con la fe. Quién es Jesús para mí, quién digo yo que es. Pero, hoy, en la festividad litúrgica de San Pedro y San Pablo, esas dos columnas -nada metafóricas, en muchas iglesias se los retrataba con sus atributos iconográficos en los pilares delanteros de la cúpula del templo- de la Iglesia, cabe hacerse también esta otra pregunta: quién es este San Pedro para que Jesús confíe en él hasta el extremo de entregarle las llaves del reino de los cielos. Nosotros mismos no le daríamos la llave de nuestra casa a cualquiera, sino a alguien en quien tengamos plena confianza. ¿Y quién es Pedro? Un pescador rudo, bruto y vehemente, sin muchas luces pero al que el Espíritu Santo le ha revelado la condición mesiánica de Jesús. Eso basta, porque al reconocer en Jesús de Nazaret al Señor de su vida, todo adquiere otra dimensión. Y ahora pregúntate tú mismo: quién es Jesús para mí. Y una última pregunta: quién eres tú.
“¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados”.
Estoy seguro que nadie esperaba esa frase de parte de Jesús. Hasta entonces le habían visto como el gran taumaturgo (hacedor de prodigios): curando enfermos, demostrando su poder sobre la naturaleza, y hasta echando demonios. Pero, ¿ahora también se arroga el poder de perdonar pecados? ¡Blasfemia!, pensaron todos. Ese poder le está reservado a Dios, pues solo a Él se ofende, se hiere con el pecado. Jesús, que ve en lo profundo de los corazones de los hombres, sabía lo que estaban pensando y les ripostó: “¿Por qué pensáis mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados están perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados –dijo dirigiéndose al paralítico–: Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”.
Mateo estaba “sentado”. Estaba tranquilo, feliz con sus negocios que cada día iban creciendo. Pero pasó Jesús, le miró, y lo levantó. Como dice San Juan de la Cruz, “el mirar de Jesús es amar”.
No sabemos lo que pensaría Mateo de aquel hombre que pasaba por allí y le miraba. No lo sabemos. Pero sí sabemos que percibió que le miraba de forma diferente de como le miraban otros. Porque esa mirada no te condena, como otras
Sígueme”
Y aquí tenemos el milagro: un pecador público, un enemigo del pueblo, un corrupto, un vividor…se levanta por la fuerza de una mirada de amor. ¡Qué fuerza tiene el amor! El amor de Jesús no tiene medida: es abundante, derrochador. No se limitó a mirarle con cariño, sino que le invitó a ser uno de sus discípulos. Y, cuando Mateo acepta la invitación, Jesús se deja invitar a comer con él.
Hay una orden imperativa -“Sígueme”- y un cumplimiento de esa tajante palabra conminatoria. Por qué el evangelista no se detiene más en explicarnos las motivaciones, lo que albergaba su corazón o lo que le suscitó la invitación para dejarlo todo y seguir al Maestro. Será porque esos detalles no interesan.
Por qué el evangelista no se detiene más en explicarnos las motivaciones, lo que albergaba su corazón o lo que le suscitó la invitación para dejarlo todo y seguir al Maestro. Será porque esos detalles no interesan. Son lo de menos.
Lo fundamental es que el seguimiento de Cristo no admite medias tintas ni demoras, sino que se abre paso como un machete en medio de la jungla de las emociones. Jesús ha venido a dar salvación.
Y come con los personajes peor vistos de la sociedad de su tiempo: los publicanos que cobraban los impuestos para los romanos. Cuando a menudo nos escandalizamos con una u otra actuación de la Iglesia, de su jerarquía o de las personas a las que acogen los pastores estamos olvidando este pasaje. No sólo eso. Estamos olvidando nuestra propia conversión, que es de lo que se trata. De misericordia y no de golpes de pecho. Nos estamos olvidando del amor como norma suprema para construirnos una ley pequeñita a nuestro modo. Convertirse -como Mateo- es primar la misericordia por encima de cualquier otra consideració
Con la invitación realizada a S. Mateo, vemos como el Señor pone su mirada en una persona que no esta bien considerada entre los suyos, es un publicano. Se nos revela el corazón intimo de Ntro. Señor, para Él nadie queda al margen, este modo de proceder despertara entre los que se creen buenos la critica y la intransigencia, aprovechará el Señor para corregir esa actitud y plantear dos temas cruciales para ser sus discípulos: El primero, que ante el Señor todos andamos necesitados, todos estamos faltos de amor, de aquí la llamada a la conversión, “he venido a los enfermos” y cuando uno descubre ese amor tan inmenso de Dios, no merecido por nuestra parte, una vez acogido, este innumerable regalo, quien lo acoge, experimenta su pertenencia a Cristo y quiere corresponder con su vida, “como pagare al Señor tanto bien” -como expresa el salmista. Por eso la llamada a los insatisfechos, los que buscan, los que desean más, los que aspiran a la plenitud, todos ellos, acogen con alegría la invitación, inician el camino de transformación, desean y aspiran a cambiar su corazón, y lógicamente, se termina expresando en su carácter, en su obrar, en sus acciones, en su vid
Y la segunda, nos la expresa con la petición: “misericordia quiero”, el seguidor de Cristo esta llamado a tener un corazón como el suyo, la misericordia es algo más que justicia. Es un amor comprensivo, dispuesto a perdonar que acoge a todos, que esta cerca del que más lo necesita, no da a nadie por perdido, ha venido a curar, a perdonar, a salvar. La iglesia con su misión de ser testimonio de la misericordia, con la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombr
; y si no hay condena, no hay ataque; y si no hay ataque, no tienes porqué defenderte más... ¿Por qué me mirará así? ¿De dónde sacará esa mirada?...”. Y se quedó descolocado. ¿Qué pensaría Jesús de aquel hombre que estaba allí sentado, por donde Él pasaba? No lo sabemos. Pero sí sabemos que le miró de forma diferente. Que, como hiciera más adelante con el joven rico, “le miró con cariño”. Y que no se fijó en las apariencias, sino en el corazón. Porque cuando se mira con cariño, siempre se puede llegar a ver el corazón. Jesus quiso ver en aquel que estaba sentado en la mesa de los impuestos el proyecto de hombre que Dios había soñado para todos, y no la caricatura que estaba siendo y que otros constantemente le recordaban. Y ¿qué pensaría Mateo en aquel preciso momento en que aquel hombre que pasaba y le miraba con cariño le dijo: “Sígueme”? Tampoco lo sabemos. Pero sí sabemos que aquel día le cambió la vida. Y que se fió del amor –porque no hay temor en el amor-. Y que dejando atrás lo pasado, “se levantó y lo siguió”. El resto del relato es el intento –difícil- de explicar este juego de miradas, palabras y acciones a los que no entienden que Dios puede hacer nuevas todas las cosas y todas las vidas. En cualquier momento y en cualquier situación. ¡Señor, no dejes de mirarnos!
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