El Hospital de la VOT de San Francisco de Asís lleva en funcionamiento más de tres siglos y, sin embargo, sigue siendo un gran desconocido.
Ubicado en un edificio histórico-artístico de la calle San Bernabé, es una auténtico superviviente al paso del tiempo.
Creado por los seguidores de la “Regla” franciscana, lo que hoy es el hospital fue en el siglo XVII una pequeña enfermería que atendía a los hermanos pobres de la Fraternidad que lo precisaban. Era un tiempo en el que el dinero escaseaba, pero se suplía a base de buenas intenciones.
El proyecto comenzó a funcionar el 30 de septiembre de 1673, después de que el rey Carlos II diera su conformidad, según consta en los registros de la época.
Origen y mejoras
La construcción del hospital comenzó en el año 1679 y se prolongó hasta 1697. Tuvo un coste de 624.000 reales y se ubicó en el solar que don Gil Imón de la Mota tenía en las proximidades de la calle San Bernabé.
En el siglo XIX llegaron las mejoras del edificio, construido alrededor de un claustro para aprovechar la iluminación natural.
El edificio tenía tres plantas más sótano. En un principio contaba con ocho salas de atención de enfermos, lo que aseguraba cama para unas 200 personas. Cada una de las estancias tenía por nombre un santo franciscano.
Un hospital puntero
El hospital pronto comenzó a despuntar en algunas especialidades. Fue pionero en el tratamiento de la tuberculosis en España.Su fama era tal que doña Lorenza de Cárdenas donó una importante cantidad que permitió construir un pabellón especial para la atención de las personas con esta enfermedad.
Años más tarde, el centro destacaba en radioterapia, convirtiéndose en uno de los primeros en ofrecer estos servicios. También los quirófanos tenían mucha fama entre los madrileños, pues eran considerados uno de los mejores de Madrid. No faltaban nunca estudiantes de Medicina, que acudían al hospital a aprender el oficio.
En un primer momento las enfermeras eran viudas de la Orden Franciscana seglar. Después, fueron las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl las que pasaron a ocuparse de los enfermos. Actualmente, y desde comienzos del siglo XX, esta labor es efectuada por las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor.
Entre dos guerras
El hospital de la VOT de San Francisco ha vivido los más importantes acontecimientos históricos de los últimos siglos. La Guerra de la Independencia fue uno de ellos. En su transcurso, el centro atendió heridos franceses y españoles. Pero no fue la única contienda que tuvo que sufrir. En la Guerra Civil, sus bienes fueron confiscados y se le cambió el nombre por Hospital Municipal de Cirugía. Además, parte de la intendencia del hospital fue traslada al Hotel Ritz, y posteriormente a los pueblos de Arganda y Loeches.
Se desconoce la fecha en la que el hospital volvió a ejercer como tal, pero en los registros queda constancia que en los años 50 comienza una profunda remodelación de consultas y habitaciones. Las obras de reforma terminaron hace siete años, con la construcción de un aparcamiento subterráneo.
Un En 2017 concluyó una reforma integral de sus servicios y del edificio, que ha permitido que un hospital del S. XVII albergue hoy un centro sanitario del S. XXI.
Con su modernización, se creó una Unidad de Larga Estancia (Hogar Franciscano) y se renovaron los servicios de diagnóstico, quirófanos, hospitalización y consultas externas.
Entrada libre
La entrada a algunas zonas del hospital, para quien quiera visitarlo, es libre.
Esta joya monumental acoge un estilo señorial, con una imponente escalera, un claustro y una coqueta capilla, que permanece abierta a todo aquel que quiera visitarla.
En las paredes del edificio llama la atención el gran número de cuadros que hacen dudar si estamos en una pinacoteca o en un hospital.
Al pasear por los pasillos que rodean el claustro,
de cualquiera de las dos plantas, uno va dejando atrás cuadros y más cuadros que bien podrían pertenecer a la colección del Museo del Prado o del Palacio Real o de la misma pinacoteca de San Francisco el Grande. Pero no, están ahí quizá porque sus autores no son Goya ni Vermeer ni El Bosco.
El caso es que están ahí, y forman una especie de colección alternativa a las archiconocidas de los grandes museos madrileños. Alternativa no sólo porque los cuadros y sus autores son otros, sino porque la forma de mirarlos también es otra, entre puertas que dicen algo así como “Consulta del Dr. XX” o “Sala de rayos X”, en la tranquilidad y el silencio de unos pasillos por donde no pasa nadie porque la actividad médica está al otro lado de las paredes.
El hospital también tiene una destacada botica privada, con abundante instrumental perteneciente a los últimos tres siglos. Aunque la farmacia no se puede visitar, el edificio es perfecto para realizar una visita.
Un corto paseo permite imaginar el edificio en otras épocas, pues hay muchas partes que permanecen igual que hace siglos. Un hospital del siglo XVII pero con los adelantos del siglo XXI.
“la Farmacia es una verdadera joya, por su amplitud y luminosidad, con un botamen antiguo de extraordinario mérito”. Botamen, una palabra poco frecuente, no es otra cosa que la colección de botes de una farmacia.
CAPILLA
merece mención aparte porque al franquear la puerta parece como si estuviéramos accediendo a un mundo aparte, solitario, perfectamente cuidado y listo para recibir visitantes, pero que nosotros vimos en soledad e imaginamos poco frecuentado.
Su altar, sus columnas de mármol brillante, sus imágenes, sus cuadros, su magnífico pulpito… podrían pertenecer a un templo de los importantes que se llenan de curiosos en las ciudades turísticas, pero están aquí encerrados, a pocos pasos de la Puerta de Toledo pero muy alejados del tráfico de coches y peatones que circulan por el barrio de La Latina. Y apenas nadie los visita.
Nuestro hospital dispone de capilla propia abierta durante todo el día para que la puedan visitar tanto pacientes, como acompañantes como cualquier persona interesada en conocerla.
En esta capilla se celebra la Eucaristía de lunes a viernes a las 8:00 horas y los sábados, domingos y festivos a las 10:30 horas.
Al igual que el hospital la capilla tiene su propia historia:
La construcción, en principio se le adjudicó al arquitecto Don José de Arroyo en 1693, al parecer por planos de Teodoro Ardemans y previo un concurso. Muerto Arroyo (1695), la prosiguió su concursante el arquitecto de los duques del Infantado, Felipe Sánchez.
En el traspaso y transiciones previas y otros momentos dictaminan, justiprecian o de otra manera intervienen los arquitectos P. José de Valdemoro, Franciscano Menor, con gran autoridad; Eugenio de Camarena, Teodoro Ardemans, Manuel García, Juan de Pineda, José Rodríguez, Francisco de Mingo, Román y su hermano Matías. La obra terminó en 1697.
Es una planta de nave de salón, con un breve crucero y cúpula, conforme al esquema tradicional del Siglo XVII.
A su perímetro se sobre ponen un orden dórico de pilastras cuyo entablamento se ordena con modillones pareados.
La nave se cubre con bóveda de cañón con lunetas que se complementan con bandas geométricas. Los paramentos de la nave se enriquecen con hornacinas y altares en cada uno de los tramos. En el crucero que es muy leve, se achaflanan ligeramente los pilares que sostienen la cúpula sobre pechinas de casquete esférico ligeramente peraltado. Sobre los plementos se añaden cuatro lunetas de penetración abovedada.
La fachada de la iglesia es rectangular, entre pilastras gigantescas, ligeramente onduladas con líneas adintelados, remates curvilíneos de línea barrocominiana (arquitectura española de la época) que confieren a esta fachada una expresión de movimiento y ritmo frecuentes en la arquitectura del momento.
En esta iglesia se pueden contemplar obras muy hermosas.
Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte
Hace 18 horas
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