El avión que llevaba a papa Francesco regresando de la JMJ en Rio de Janeiro, Brasil, aterrizó en el aeropuerto militar de Ciampino.
El Pontífice saludó a los miembros de la tripulación antes y luego cayó de la alineación del avión sosteniendo en sus manos la bolsa negra que tenía que partir hacia la ciudad brasileña.
«Agradecer profundamente a todos aquellos que trabajaron para el éxito de Gmg y abrazarte a todos los participantes»
«No llevaba dentro la llave de la bomba atómica. Llevaba el maletín porque siempre lo he hecho. Cuando viajo lo llevo. Dentro llevo la cuchilla de afeitar, el breviario, la agenda, un libro para leer. Llevo uno sobre Santa Teresina, de la que soy devoto. Siempre llevo el maletín cuando viajo, es normal. Debemos ser normales. Es un poco extraño lo que me dices que ha dado la vuelta al mundo esa foto. Debemos habituarnos a ser normales. La normalidad de la vida».
«Me gusta andar por las calles, me gustaba tanto... Y en ese sentido me siento un poco enjaulado. Pero debo decir que los de la Gendarmería vaticana son buenos, son realmente buenos y yo les estoy agradecido. Ahora me dejan hacer algunas cuantas cosas más, pero es su deber garantizar la seguridad. Enjaulado en ese sentido, de que a mí me gusta andar por la calle, pero entiendo que no es posible, lo entiendo. Lo dije en ese sentido. Porque, como decimos en Buenos Aires, yo era un sacerdote callejero.
«El apartamento pontificio no es tan lujoso, es amplio y grande, pero no lujoso. Pero yo no puedo vivir solo o con un pequeño grupito. Necesito encontrarme con la gente. No es por austeridad o por pobreza, es porque psicológicamente no puedo. Cada uno debe llevar adelante su vida con su modo de vivir y de ser. Los cardenales que trabajan en la Curia no viven como ricos o fastuosos. Viven en apartamentitos, son austeros los que conozco. Cada uno debe vivir como el Señor le pide que viva. Una austeridad general creo que es necesaria para todos».
Durante el viaje, sobrevoló Brasil, Senegal, Mauritania y Argelia hasta aterrizar en el aeropuerto de Roma, Ciampino.
Nada más pisar suelo romano, el Papa se acercó a rezar a la Basílica de santa María la Mayor con un curioso regalo entre las manos que dejó sorprendidos a todos.
Llevó hasta el Altar Mayor del santuario mariano una camiseta verde y un balón de playa traído directamente de la JMJ de Brasil.
Bendecir (Ritos y gestos - XVI), 1ª parte
Hace 17 horas
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