La Plaza de España de Roma recibe su nombre del Palazzo di Spagna, el edificio que desde 1647 alberga la Embajada de España ante la Santa Sede, así como la Embajada de España ante la Soberana Orden de Malta y también las Obras Pías de los Establecimientos Españoles en Italia, de las que el embajador de España es gobernador.
El Palazzo di Spagna fue adquirido para España por el Conde de Oñate, embajador de Felipe IV, quien encarga su rehabilitación al gran arquitecto Borromini. La embajada será testigo desde ese momento de tantas de las gestiones realizadas desde la Casa real española, y muy concretamente por Felipe IV, para conseguir del Papa, precisamente, la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, razón por la que, una vez proclamado éste en 1854 por Pío IX, se consideró que la plaza en la que se ubicaba era el sitio idóneo para emplazar el monumento.
En cuanto a éste, reposa sobre una columna de 11,81 ms. hallada en el Monasterio de Santa María de la Inmaculada Concepción, en el Campo de Marte, en 1777, de mármol de Corinto. El monumento en sí es obra del arquitecto Luis Poletti, que adosó en su base a los personajes veterotestamentarios David, Isaías, Ezequiel, y Moisés, se supone que cada uno de ellos protagonista de alguno de los pasos dados hacia la configuración del dogma. Las cuatro caras de la base contienen escenas en bajo relieve de la definición del dogma, del sueño de San José, de la comunión de la Virgen y de la Anunciación.
Por lo que hace, por último, a la estatua de la Virgen en su cúspide, es obra del escultor modenense Giuseppe Obici (1807-1878), y fue fundida en bronce por Luigi Derossi. La Virgen posa los pies sobre una esfera con la media luna que a su vez, reposa sobre los cuatro evangelistas representados por sus símbolos, a saber, el ángel de San Mateo, el león de San Marcos, el toro de San Lucas, y el águila de San Juan. El monumento se levanto el año 1857 y fue inaugurado por el Papa Pío IX en persona, quien, una vez más no por casualidad, lo hizo desde la terraza de la Embajada española.
El Santo Padre, como todos los años, se dirige a la Plaza de España para el tradicional Acto de veneración a la Inmaculada por la tarde, entregando una cesta de flores a la Madre tan amada en el mundo.
A partir de 1938, la Pontificia Academia de la Inmaculada se encargó de organizar el filial homenaje a María que los fieles romanos le dedican a la Madre de Dios, al que se suman también fieles de otros países. El Siervo de Dios Pío XII acudió a los pies de la Inmaculada, el 8 de diciembre de 1953, abriendo el Año mariano.
El beato Juan XXIII, el mes siguiente de su coronación, fue por primera vez el 8 de diciembre de 1958 y renovó su homenaje también en 1960 y 1961.
Este homenaje se renueva sin cesar, a partir del siervo de Dios Pablo VI – que fue también la tarde de la solemnidad de la Inmaculada de 1965, después de la clausura del Concilio Vaticano II y que en el período de la crisis petrolera llegó a la Plaza de España en carroza y no en automóvil.
Lo hizo cada año Juan Pablo II y lo sigue haciendo Benedicto XVI. En esta solemnidad mariana el Santo Padre lleva puesta una estola blanca, en lugar de la roja que lleva durante el año.
Palabras del Papa: María mira a cada uno llena de esperanza y compasión.
Que vayamos por el camino del bien aunque cueste.
También yo, que soy Obispo de esta ciudad, vengo a ponerme a escuchar, no solo por mi, sino por todos,
dijo. "Ella nos habla con la Palabra de Dios, que se ha hecho carne en su vientre. Su mensaje no es otro que Jesús"
Que vayamos por el camino del bien aunque cueste.
dijo. "Ella nos habla con la Palabra de Dios, que se ha hecho carne en su vientre. Su mensaje no es otro que Jesús"
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