El Papa Juan Pablo II fue salvado por la Virgen de Fátima
El miércoles 13 de mayo de 1981, el Papa Juan Pablo II saludaba a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro desde el “Papamóvil”. En ese momento se escucharon cuatro detonaciones y de pronto, el Papa se encontraba gravemente herido.
La gente corrió atemorizada y los guardias de seguridad llevaron rápidamente al Papa al Hospital Gemelli de Roma. A pesar de que no había medios de comunicación tan rápidos como los de ahora, la noticia corrió velozmente por todo el mundo y en poco tiempo la humanidad sabía que el Papa había sido herido y que su vida peligraba.
No obstante el estado de gravedad inicial que le habían producido dos disparos que dieron con el objetivo, la salud del Papa mejoró con rapidez y fue dado de alta después de una breve convalecencia.
Tiempo después, el Papa afirmó que la Virgen de Fátima fue quien le salvó la vida. Pues el día de la Virgen de Fátima fue el mismo en que él recibió los balazos que lo tuvieron al borde de la muerte.
Un año más tarde, el 13 de mayo de 1982, el Papa fue a Fátima, Portugal, para poner la bala en la corona de la Virgen.
En su homilía dijo;
Vengo hoy aquí, porque exactamente en este mismo día del mes, el año pasado, se daba, en la Plaza de San Pedro, en Roma, el atentado a la vida del Papa, que misteriosamente coincidía con el aniversario de la primera aparición en Fátima, la cual se verificó el 13 de Mayo de 1917. Estas fechas se encontraron entre sí de tal manera, que me pareció reconocer en eso un llamado especial para venir aquí. Y es donde hoy estoy. Vine para agradecer a la Divina Providencia, en este lugar, que la Madre de Dios parece haber escogido de modo tan particular. "Misericordiae Domini, quia non sumus consumpti" - Fue gracias al Señor que no fuimos aniquilados (Lam. 3- 22) - repito una vez más con el Profeta. Vine, efectivamente, sobre todo para proclamar aquí la gloria del mismo Dios: "Bendito sea el Señor Dios, Creador del Cielo y de la Tierra", quiero repetir con las palabras de la Liturgia de hoy (Judt. 13-18). Y al Creador del Cielo y de la Tierra elevo también aquel especial himno de gloria, que es Ella propia: la Madre Inmaculada del Verbo Encarnado: "Bendita seas, hija mía, por el Dios Altísimo / Más que todas las mujeres sobre la Tierra... / La confianza que tuviste no será olvidada por los hombres, / Y ellos han de recordar siempre el poder de Dios. / Así Dios te enaltezca eternamente" (Ibid. 13, 18-20). En base a este canto de alabanza, que la Iglesia entona con alegría, aquí como en tantos lugares de la tierra, está la incomparable elección de una hija del género humano para ser Madre de Dios. Y por eso sea sobre todo adorado Dios: Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Sea bendita y venerada María, prototipo de la Iglesia, como "habitación de la Santísima Trinidad".
65 años antes, el 13 de mayo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, la Virgen se apareció por primera vez a tres pastorcitos en Portugal. En sus apariciones, la Virgen pedía que rezaran el Rosario todos los días, que hicieran penitencia y que buscaran la conversión continua. También les aseguró que nunca les iba a faltar la Gracia de Dios.
Hoy, 13 de mayo de 2020, pongamos nuestra confianza en nuestra Madre. Que ella interceda por nosotros. Recordemos las tres palabras centrales de su mensaje: oración, penitencia y conversión. Justamente el Papa Francisco nos invita a hacer vida estas tres palabras el 14 de mayo, en una jornada por el fin de la pandemia, promovida por el Alto Comité para la Hermandad Humana y a la que se une el Papa Francisco.
HACE 40 AÑOS
Pidamos a San Juan Pablo II que también él interceda por nosotros y que desde el cielo nos guíe, nos aliente y nos dé la fe que él tuvo para acogernos al cobijo salvador de nuestra Madre en la advocación
65 años antes, el 13 de mayo de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, la Virgen se apareció por primera vez a tres pastorcitos en Portugal. En sus apariciones, la Virgen pedía que rezaran el Rosario todos los días, que hicieran penitencia y que buscaran la conversión continua. También les aseguró que nunca les iba a faltar la Gracia de Dios.
Hoy, 13 de mayo de 2020, pongamos nuestra confianza en nuestra Madre. Que ella interceda por nosotros. Recordemos las tres palabras centrales de su mensaje: oración, penitencia y conversión. Justamente el Papa Francisco nos invita a hacer vida estas tres palabras el 14 de mayo, en una jornada por el fin de la pandemia, promovida por el Alto Comité para la Hermandad Humana y a la que se une el Papa Francisco.
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