Catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de Jardín Histórico en 1943
Un magnífico palacete, jardines románticos y huertos nazarís sobre la ciudad de Granada.
En los terrenos conocidos hasta el siglo XIV por los árabes como Campo de Ahabul y por los cristianos como el Campo o corral de los Cautivos.
ANTECEDENTES HISTORICOS
En el siglo XI se produce una expansión y desarrollo urbanístico que se extiende por el barrio de los Alfareros, con su famosa alameda de Muamil que en dirección a la Vega puebla con huertos y jardines el Campo de Ahabaul, al que los cristianos llamaban Corral de los cautivos, en recuerdo de los cautivos cristianos que permanecieron en las masmorras arabes.
Más tarde se le denomina Campo de los Mártires, zona de maniobras militares y justas medievales, sembrada de silos y mazmorras, como describe Jerónimo Münzer en 1494.
El Carmen de los Mártires fue el lugar desde donde Boabdil partió para hacer entrega de su amada ciudad a los cristianos. Isabel la Católica construyó una ermita en el lugar como recuerdo de ese día.
En 1573 se erige el convento de los Carmelitas, del que fue prior San Juan de la Cruz, que además de escribir varios libros durante su presencia en el convento, planto árboles y dedicó parte de su tiempo al cuidado del huerto y los jardines monacales de lo que, más tarde, serían Los Mártires.
La figura del místico está relacionada con un árbol a cuya sombra se sentaba a escribir, este árbol se creía que era un cedro del Líbano, aunque en realidad se trata de un ciprés que puede ser visitado siguiendo el camino que discurre tras el huerto monacal.
cedro de San Juan de la Cruz
La obra que escribió fue: "La nche oscura del alma"
El árbol no es en realidad un cedro, sino una rara variedad de ciprés (Cupressus lusitanica) originario de México y que fue traído a España en el siglo XVI por los monjes carmelitas que evangelizaron América. Esta orden pudo elegirlo por su altura, como simbólico vehículo que facilita la unión mística.
Ermita de San Juan de la Cruz
Junto a la carretera, encima de una fuente, hay una inscripción que recuerda que san Juan de la Cruz fue prior de esta casa.
La inscripción en el muro exterior dice: "De 1582 a 1588, siendo prior del convento de los Mártires, de carmelitas descalzos (demolido en 1850) el místico doctor de la iglesia y protector de los atribulados san Juan de la Cruz escribió sus admirables tratados: Subida del Monte Carmelo, Noche oscura del alma, Cántico espiritual y Llama de amor viva".
En los jardines, cerca del acueducto y del ciprés que planto el Santo hay un busto suyo. En el pedestal está escrito: “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura” y más abajo: “La ciudad de Granada a San Juan de la Cruz. Febrero de 2002”.
A los pies del famoso ciprés se puede leer: “Es fama que este cedro corpulento / que hoy mitiga del sol la ardiente luz / floreció ayer por divinal portento / del báculo que usaba en el convento / su extático prior Juan de la Cruz”.
Tras ser destruido el convento, la propiedad pasa por diferentes manos hasta que lo compra el general Carlos Calderón, que fue quien edificó el actual palacete.
En su entorno, un jardín. Más de siete hectáreas es el más grande de los Cármenes de la ciudad, en el que se incluyen un magnífico palacete, jardines románticos y huertos nazaríes sobre la ciudad de Granada, con extraordinarias vistas panorámicas de Sierra Nevada, de la Vega y de la ciudad.
El máximo esplendor, sin embargo, llegó de la mano de Huberto Meersmans, que lo adquirió en 1891.
Según algunos cronistas "el estanque se convirtió en lago romántico con una isla en el centro, cargada de evocadoras ruinas y airosos intercolumnios.
En la huerta conventual surgieron espléndidas avenidas con detalles escultóricos de estilo versallesco, laberintos de perfumado mirto y jardines andaluces con fuentes moriscas, hirvientes cascadas y grutas ocultas. Existía un espeso bosque en cuyas umbrías pastaban ciervos en libertad.
Según algunos cronistas "el estanque se convirtió en lago romántico con una isla en el centro, cargada de evocadoras ruinas y airosos intercolumnios.
En la huerta conventual surgieron espléndidas avenidas con detalles escultóricos de estilo versallesco, laberintos de perfumado mirto y jardines andaluces con fuentes moriscas, hirvientes cascadas y grutas ocultas. Existía un espeso bosque en cuyas umbrías pastaban ciervos en libertad.
En 1930 la propiedad es adquirida por el Duque del Infantado del que cuentan las crónica que "embelleció casa y jardines, dedicando a cascadas y lagos los vestigios de su pasión hidraúlica". Cristina de Arteaga escribe que "dolido de que no quedara en el Carmen memoria alguna de Felipe II, el monarca que dió a los Carmelitas el agua capaz de transformar el desierto en oásis le dedicó una gran fuente, que llevaría su nombre, entre las embrujadas sombras de un sinfín de palmeras fundidas en una sola masa", el actual jardín de las palmeras.
En los años 70 y después de pasar de manos privadas a públicas, una operación inmobiliaria destruyó gran parte de la propiedad bajo la pretensión de construir un hotel. La presión social impidió que el proyecto siguiese adelante, aunque no se pudo evitar gran parte de la destrucción.
El bosque desapareció casi por completo, decenas de árboles centenarios y el laberinto romántico que lo atravesaba desaparecieron, así como ejemplares de platanos, castaños de indias, cedros, madroños y una encina cuya plantación se atribuía a Santa Teresa de Jesús.
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