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jueves, 19 de febrero de 2015

EL PAPA FRANCISCO PRESIDE LA CEREMONIA DEL MIÉRCOLES DE CENIZA

CEREMONIA MIÉRCOLES DE CENIZA EN ROMA


Francisco presidirá la procesión penitencial de miércoles de Ceniza desde la basílica de San Anselmo




hasta la de Santa Sabina, en Roma.



En la procesión junto al Papa participan Obispos, Cardenales y los monjes, benedictinos de San Anselmo y dominicos de Santa Sabina.







Los actos comenzaron con la procesión a pie, en la que participó el papa ataviado con una capa pluvial morada,



 color que indica preparación espiritual ante la llegada de la Semana Santa. Durante la procesión, en la que se pronunciaron letanías,



























Allí celebrará la Misa de miércoles de Ceniza.





Papa Francisco / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)







El cardenal Jozef Tomko





 impuso la ceniza al Papa durante la Misa de miércoles de ceniza.


 Después Francisco la impuso sobre la frente de varios cardenales y algunos peregrinos.

Como pueblo de Dios hoy comenzamos el camino de la Cuaresma, un tiempo en el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para compartir el misterio de su pasión y resurrección.


 La liturgia del miércoles de Ceniza nos propone ante todo el pasaje del profeta Joel, enviado por Dios para llamar a la gente al arrepentimiento y a la conversión, a causa de una calamidad (una invasión de langostas) que devasta Judea.



Sólo el Señor puede salvar del flagelo y por lo tanto es necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado. El profeta insiste en la conversión interior: «Vuelvan a mí de todo corazón». Regresar al Señor “con todo el corazón” significa emprender el camino de una conversión no superficial y transitoria, sino un itinerario espiritual que tiene que ver con el lugar más íntimo de nuestra persona. El corazón, de hecho, es el centro de nuestros sentimientos, el centro en el que maduran nuestras decisiones, nuestras actitudes.




Aquel “vuelvan a mí de todo corazón” no implica sólo el individuo, sino que se extiende a la entera comunidad, es una convocatoria dirigida a todos: « ¡reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho! ¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!».



 El profeta se detiene en particular en las oraciones de los sacerdotes, haciendo observar que debe estar acompañada de lágrimas. Nos hará bien pedir, al comienzo de esta Cuaresma, el don de las lágrimas, para hacer así nuestra oración y nuestro camino de conversión siempre más auténticos y sin hipocresía.


 Justamente éste es el mensaje del Evangelio de hoy. En el pasaje de Mateo, Jesús vuelve a leer las tres obras de piedad previstas por la ley mosaica: la limosna, la oración y el ayuno. Con el tiempo, estas disposiciones se habían corroído por la herrumbre del formalismo exterior, o incluso habían mutado en un signo de superioridad social. Jesús pone en evidencia una tentación común en estas tres obras, que se pueden resumir en la hipocresía (la cita tres veces):


«Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos… cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas… Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas… a ellos les gusta orar de pie… para ser vistos… Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas».















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