SANTA SABINA (¿?-126) nació probablemente en Roma en una familia de patricios, en una época en que apenas se organizaba el primer cristianismo.
Existen referencias de que Santa Sabina fue una pagana noble, casada con el senador romano Valentino.
Santa Sabina tenía una esclava de nombre Serafina. En el trato cotidiano, la ama se interesó por las creencias religiosas de su sirvienta y le pidió que le explicara mejor.
De este modo, Santa Serafina, la sierva, llevó a la conversión a su patrona, Santa Sabina, revelándole un mundo completamente nuevo y distinto del de su condición de noble romana.
Santa Sabina se bautizó. Solía acudir clandestinamente a los servicios religiosos que los cristianos celebraban en las catacumbas de Roma, donde conoció y convivió con gente muy diferente de la que encontraba entre los de su condición social, aunque todos eran iguales en sus convicciones y ante los ojos de Dios.
Un mal día, Santa Serafina fue capturada por las autoridades romanas que perseguían a los cristianos, siendo conducida a su muerte a través del martirio.
Al poco tiempo, a pesar de ser una dama de alcurnia, Santa Sabina fue arrestada igualmente. Dado que se trataba de una ciudadana de Roma, se le concedió la venia de que su martirio fuera morir decapitada, y no de manera lenta como solía ser en otros casos.
Durante el pontificado del papa San Celestino I (422-432) se mandó construir en el Aventino, en Roma, en la casa donde vivió, la Basílica de Santa Sabina. El culto de esta santa se propagó a lo largo de la Edad Media.
A Santa Sabina se le considera santa patrona de Roma, pero también de las amas de casa y de los niños con dificultades para caminar.
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