PATIO DE LOS NARANJOS
Un espacio abierto ajardinado de la Catedral de Sevilla, herencia de la mezquita almohade.
Tiene forma rectangular y sus dimensiones son 43 por 81 metros.
Las obras de su construcción iniciaron en 1172 y concluyeron en 1186.
A partir de entonces, y hasta la caída de la ciudad en manos cristianas, el patio cumplió todas las funciones tradicionales musulmanas, como cementerio, salón de fiestas y actos culturales.
Los lados cortos, al este y oeste, se componían de dos naves paralelas, prolongación de las naves laterales de la mezquita.
El lado largo del norte sólo tiene una nave, en línea con el muro exterior.
Toda la obra está realizada en ladrillo, excepto los pilares de los arcos que son de piedra. El conjunto se estructura, al igual que el resto de la mezquita, a base de arcos de herradura apoyados sobre pilares, cuadrados en el interior y cruciformes los que dan al patio.
Los lados menores se abren con siete arcos, y trece en el lado mayor.
La conversión de la mezquita almohade en catedral trajo consigo algunos cambios en las naves del Patio. Se tabicaron varios espacios entre los pilares para dedicarlos a capillas.
De estas aún se conserva la capilla de la Virgen de la Granada, al pie de la Giralda.
LADO MAYOR DEL PATIO
A la derecha lado mayor
Este último se reparte en dos series de seis arcos a cada lado del gran arco central, llamado hoy Puerta del Perdón.
El espacio del patio correponde a la antigua mezquita almohade, realizándose su acceso por la
Puerta del Perdón y fachada norte
Ocupa un tramo de la nave norte, con dos grandes arcos de herradura apuntada; llevan el trasdós rehundido y decorado con las yeserías originales, pero muy restauradas.
cuyo arco de entrada conserva aun su fisonomía almohade, con arco de herradura apuntado ; la decoración de yeserias que lo recubre fue realizada en 1522 por Bartolomé López.
Ocupa un tramo de la nave norte, con dos grandes arcos de herradura apuntada; llevan el trasdós rehundido y decorado con las yeserías originales, aunque muy restauradas.
La Puerta del Perdón, la más antigua de las de esta Catedral, constituía la entrada principal a la antigua mezquita. Ocupa un tramo de la nave norte, con dos grandes arcos de herradura apuntada; llevan el trasdós rehundido y decorado con las yeserías originales, aunque muy restauradas.
Interior de la puerta
En el interior del doble arco observamos un altar de mármol y busto de un Ecce Homo, conocido como Cristo del Perdón,
todo ello costeado por Sebastián de Santamaría, escribano del Cabildo, al que se le concedió sepultura en dicho lugar en 1.725. Enfrente, contemplamos a san Millán de la Cogolla con estandarte.
Las hojas de las puertas conservan los recubrimientos originales de chapa de bronce labrado.
Los grandes aldabones son copias de los originales almohades, también de bronce labrado, que se guardan en el museo catedralicio.
Sobre los arcos, en el interior del patio, destaca un gran tejaroz de madera, obra moderna del arquitecto Félix Hernández Giménez imitando el estilo almohade.
Está rematado por un cuerpo con arcos lobulados, paños de sebka, un reloj de sol y, en el centro, una ventana geminada, y coronándose con merlones en escalera.
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El frente de la Puerta del Perdón se reformo en 1520,
decorándose con un conjunto escultorico realizado en barro cocido por el escultor Miguel Florentin. Este artífice realizo las imágenes de San Pedro y San Pablo que figuran en los laterales
, la Virgen y el Arcángel San Gabriel que se encuentran sobre las anteriores
y el gran relieve de la Expulsión de los Mercaderes que esta situado sobre el arco de la puerta.
Sobre el dintel de la Puerta del Perdón de nuestra Catedral podemos ver este altorrelieve.
En él se refleja la escena bíblica en la que Jesús expulsa a los mercaderes del templo.
Como casi todo en la vida, hay una historia detrás de él. Veámosla
.
El el siglo XVI, con el incipiente comercio entre la Corona española y las Indias recién descubierta, Sevilla se convierte en el puerto de salida y llegada de los galeones que hacían la ruta americana.
El centro comercial del mundo estaba en el puerto de Sevilla y en sus calles y plazas.
Los comerciantes de ultramarinos necesitaban un ágora, un lugar público donde negociar y donde cerrar los tratos comerciales.
El lugar de reunión era el patio de los Naranjos de la Santa Catedral.
Esta situación fue creciendo con los años y con el descubrimiento de nuevas tierras allende los mares.
Los comerciantes, venidos de toda Europa, especialmente genoveses, francos, alemanes y holandeses, ocupaban el Patio catedralicio y las gradas adyacentes.
La curia catedralicia estaba enfrentada a esta situación y, aunque intentó dialogar con los comerciantes, éstos hicieron caso omiso de la petición.
El lugar sagrado estaba siendo profanado por el dinero.
Como medida intimidatoria, el Obispo de Sevilla decidió instalar sobre la puerta de entrada al Patio de los Naranjos un aviso a navegantes: Jesús expulsó a los mercaderes del templo porque era un lugar sagrado.
La medida no tuvo su efecto.
Años más tarde, el Rey Felipe II, hombre religioso y piadoso, en una visita a Sevilla, fue informado de este hecho.
Y el Rey dio una respuesta satisfactoria. Ordenó crear un edificio que sirviera de lonja de Mercaderes.
La trágica historia de la fachada
Si la pintura amarillenta del siglo XX resultó, según Jiménez, «deplorable» por su escasa resistencia a los elementos, el peor momento de esta fachada fue el siglo XIX, cuando su dejadez fue tal que se caían parte de sus elementos, como sucedió sobre 1830 cuando un trozo de moldura cayó sobre un hombre, que murió.
El desafortunado falleció cuando asistía de noche en demanda de los santos sacramentos a la que era la denominada Puerta de los Curas del Sagrario, cerca de la cual una lápida de mármol aún atestigua que por ahí se llamaba a los sacerdotes cuando a alguien le sobrevenía la muerte avanzada ya la noche.
Como este muro fue fachada de la antigua iglesia del Sagrario o Sagrario Viejo, un templo pequeño pero muy significado, ya que cobijó el cuerpo de San Fernando y la Virgen de los Reyes, se le fueron añadiendo en los siglos XVII y XVIII varios altares, como el que aún muestra una Inmaculada de Herrera el Viejo, que ha sido protegida por una reja y un cristal blindado.
Esta Virgen se conoce como la de Gorreros, porque así se llamaba la calle que tiene enfrente y no es la única pintura sobre lienzo que se conserva, protegida, en el muro, ya que sobre la puerta de acceso a la Biblioteca Colombina se conserva el «Cristo camino del Calvario», pintada en 1563 por el sevillano Luis de Vargas, primera representación de Jesucristo con la Cruz a cuestas.
Una nueva ventana aparece a unos pocos metros de la Puerta del perdón.. Su antigua función viene explicada en la placa de mármol que figura sobre ella: para administrar los Santos Sacramentos "a desora de la noche".
A continuación
El retablo dedicado a la Inmaculada Concepción, una capilla abierta a la calle que alberga una pintura de Francisco de Herrera 'el Viejo' de 1616.
Además de restaurarse la pintura, intervención en la que se ha procurado eliminar repintes y alteraciones, se ha actuado en todo el conjunto para que la pintura destaque más, limpiándose el vidrio que la protege por lo que ahora es perfectamente visible desde la calle, al igual que el retablo de la parte inferior.
Pintura de la Inmaculada Concepción, de Francisco de Herrera el Viejo (1616), sin la reja que la ocultaba
La Biblioteca Colombina, “Fernandina o Hernandina”, como en un principio quiso denominarla su creador Hernando Colón, comienza su andadura por el año 1.509; unos años mas tarde, 1.513, tras visitar Roma, pone en marcha su proyecto de biblioteca
La planifica hacia 1.518 y forma el equipo que trabajará en ella en 1.522. Esta biblioteca nutrirá sus fondos mediante tres caminos: por inversiones, donaciones y la ayuda del Estado
. La portada ha recuperado parte de las pinturas barrocas que engalanan la zona superior y que recuerdan a las de la Capilla de Montserrat, en la Magdalena. En el centro del tímpano puede observarse una Virgen de la Antigua, con el Niño Jesús en brazos y dos ángeles coronándola, mientras que en los laterales aparecen la Giralda y las jarras con azucenas, símbolo del Cabildo Catedral.
.
se levantó un piso intermedio para habilitar una sede a la biblioteca de más de cinco mil volúmenes que donó el canónigo Hernando Colón, hijo del descubridor de América, y que desde entonces lleva como nombre "Biblioteca Colombina".
Actualmente es administrada por la Institución Colombina, y mantiene su sede en la nave exterior de este lado junto con la parte colindante del lado norte, quedando abierta la nave interior que da al patio.
Sobre la puerta de la Institución Colombina recupera el protagonismo perdido otra de las joyas de la Catedral, el conocido como Cristo de los Ajusticiados o de los ahorcados, obra de Luis de Vargas de 1563, retocado por Francisco Pacheco unos años después.
El nombre de este cuadro proviene de la costumbre de detener a los presos en este punto de la ciudad cuando iban camino de la horca para que pidiesen a Dios por el perdón de sus pecados. La iconografía del Cristo es también muy llamativa pues porta la Cruz al revés, considerándose el modelo que siguieron los escultores que tallaron figuras como la de la Hermandad del Silencio.
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