Pablo VI decía: "Para ser auténticamente cristianos, hay que ser verdaderamente marianos".
Ella es Arca de la Alianza; refugio de pecadores, consuelo de los afligidos.
El mes de Maria es una antigua y muy bella tradición, que tiene sus inicios en Europa, continente que se caracteriza precisamente, por sus profundas raíces cristianas, como lo testifica su historia, su cultura y su religión.
El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores. Es el apogeo de la primavera.
El Mes de María se reza en Mayo, en el llamado “mes de las flores”, que se llama así, porque con la llegada del buen tiempo y tras las lluvias invernales, el campo y los jardines comienzan a cubrirse de un verde intenso y de los colores y aromas de las flores. Es el apogeo de la primavera.
Y así, desde la edad media se consagró el "mes de las flores" a la Virgen María para rendir culto a las virtudes y bellezas de la Madre de Dios. Quizá se escogió este mes también como una sustitución cristiana de las solemnidades paganas de ese mes en honor de “Flora”, de hecho todo el mes de mayo estaba consagrado a la “diosa” como mes de las flores y mes de la madre y tomaba su nombre de una diosa de la naturaleza romana llamada "Maia"(madre natura vinculada a la idea de vegetación y florecimiento), de cuyo nombre deriva el mes, que nosotros hoy conocemos como mayo.
La primera noticia clara que se tiene de la consagración del mes de mayo a la Virgen, viene de Alfonso X, "el Sabio", rey de España, en el siglo XIII. Este rey - Juglar cantaba en sus "Cantigas de Santa María" los loores de mayo en honor de la Virgen Santísima.
Con el florecimiento espiritual del siglo XVI se dio gran impulso a esta hermosa práctica, con especiales ejercicios de piedad durante todos los días, en los que se van considerando diversos misterios, títulos y excelencias de la Madre del Señor. La universalización de esta práctica vino a verificarse en el siglo XIX, cuando fue favorecida y enriquecida con indulgencias por los sumos Pontífices Pío VII y Pío VIII.
con flores a María que Madre nuestra es.
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