YA ES SEMANA SANTA

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miércoles, 19 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

JUEVES

 “ No reconociste el momento de mi venida ”



según san Lucas 19, 41-44 

A Jesús le salen de muy dentro, de su corazón, las lágrimas ante Jerusalén. Muchos de sus habitantes le han rechazado. Les ha ofrecido, su luz, su amor, el camino que lleva al sentido, les ha hablado de Dios como el buen Padre que siempre nos ama, nos perdona y nos acoge… pero muchos de sus habitantes le han rechazado.

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: «Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! 

Llora más por ellos que por él. No van a disfrutar del tesoro que le ofrece, del gran regalo de su amor y de su luz.

Pero ahora está escondido a tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. 

Porque no reconociste el tiempo de tu visita».



Hace tiempo, cuando salió a nuestro encuentro, nos pidió que le siguiéramos y… le hemos seguido hasta el día de hoy. Con nuestra fortaleza y nuestras flaquezas, le hemos reconocido y le seguimos reconociendo como nuestro Dios, como nuestra luz, como nuestro el amor de nuestra vida. Y queremos darle gracias cada día que pasa.

MIERCOLES

“ Al que tiene se le dará ”



Jesús se dirige a Jerusalén y, para algunos, ese propósito indica que el reino de Dios está cerca. Él quiere persuadirlos de que esa llegada no es inminente y de que hay que seguir trabajando.

La parábola prepara a los discípulos para lo que se avecina.

según san Lucas 19,11-28 

En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida. Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. 

Es una profecía de la ausencia de Jesús. 

Para los discípulos de entonces, la ausencia de su muerte; para los de ahora, la ausencia del tiempo que transcurre hasta su venida definitiva. La tarea del discípulo durante la ausencia del Señor es: Negociad hasta que yo vuelva.

Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles: “Negociad mientras vuelvo”. Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: “No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”. 

Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: “Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo: “Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno d

El segundo llegó y dijo: “Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”. 

El otro llegó y dijo: “Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. 

Es la lección fundamental de la parábola: El tercero de los siervos, al no conocer a su amo, no tiene una relación de confianza. No negocia y no arriesga. Tiene miedo y conserva. Podría perder el dinero y exponerse al castigo del amo.

Él le dijo: “Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”. 

Entonces dijo a los presentes: “Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas”. Le dijeron: “Señor, ya tiene diez minas”. 

“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”». 

Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.


Señor, hoy la parábola que nos trae el evangelio es una llamada a trabajar, a no ser ociosos, a no ser una carga para los demás, a no vivir del cuento, a no ser un parásito para la sociedad. San Pablo lo diría más claro: “El que no quiere trabajar no tiene derecho a comer”.

MARTES

“ El Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido ”




Los publicanos eran mal vistos en tiempo de Jesús, ellos eran quienes recaudaban los impuestos para el Imperio Romano y muchos se enriquecían a costa de oprimir a sus hermanos. Zaqueo no solamente era uno de ellos, sino que era uno de los jefes de los publicanos… pero a pesar de su pecado, Zaqueo se dejó alcanzar por el Amor de Jesús (Lucas 19, 1-10).

según san Lucas 19, 1-10 

Alguna vez nos hemos acomodado en el pecado y hemos experimentado el vacío, la soledad y la tristeza que el pecado trae. Hasta que tomamos la decisión de subirnos al árbol a buscar a Jesús como hizo Zaqueo.

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. 

Ante esto, la respuesta de Jesús es clara: “baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Y Zaqueo decide hacer unos cambios concretos en su vida.

Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».

 Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. 

El Evangelio nos muestra a un Jesús que quiere sanar, que quiere entrar en tu vida y la de tu familia hoy. Así mismo dice la Palabra “hoy”. No dejes pasar ni un día más para que Él se aloje en tu corazón.

Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». 

Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». 

Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».


Anda, dale la oportunidad a Jesús para que se aloje en tu corazón hoy. ¡Adelante, con fe!


 LUNES

“ ¿Qué quieres que haga por ti? ”


según san Lucas 18,35-43

 Cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le informaron: «Pasa Jesús el Nazareno». Entonces empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!». 

Es muy sencillo identificarnos con el ciego. ¿Quizá por lo de la ceguera? ¿O quizá porque, cansados del seguimiento de Jesús, hemos decidido sentarnos junto al camino y conformarnos con las migajas que caen de la mesa del Padre? En este caso, nos veremos pronto necesitados de pedir socorro: Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.

Los que iban delante lo regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «Hijo de David, ten compasión de mí!». 

Es muy posible que nuestro grito se encuentre con el muro de quienes están cerca de Jesús y parece que abren camino. Será necesaria una muy determinada determinación. Será necesario no dejarnos condicionar por las obstrucciones de los buenos.

Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?».

Jesús se detuvo y dijo: Mirad allí, traedlo a mí. Así hace que los discípulos giren la cabeza hacia las periferias que sufren. No me miréis solo a mí. Sí, tenéis que mirarme, pero no solo a mí. Miradme también en los demás, en los necesitados.

 Él dijo: «Señor, que recobre la vista». 

Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado». 

Vuelve la luz, vuelve la vida, y el ciego se pone en camino. Ahora sí que vale la pena vivir. El ciego ve ahora lo que muchos de los que siguen a Jesús no ven todavía. Es fruto de su fe o confianza en Jesús. La fe que abre los ojos a la más auténtica visión del mundo y de la vida. La fe que hace que lo veamos todo con los ojos de Dios y apreciemos todo, personas y cosas, en su justo valor.

Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.

 Hoy tenemos que dejarnos alumbrar por la misericordia del Señor.

La fe de ciego es muy grande, grita porque tiene fe. Que nuestra fe al pedir sea como la del ciego. 


 

DOMINGO

“ Maestro, ¿cuándo va a ser eso? ”



según san Lucas 21,5-19

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». 

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». 

Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida». 

Jesús no quiere que la solidez de nuestra seguridad dependa de factores externos: políticos, económicos, sociales… Ni siquiera de factores personales que tocan solamente lo somático de nuestro ser. Jesús quiere que siempre, especialmente en tiempos difíciles, la solidez de nuestra seguridad dependa de nuestra fe en Él.

Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».



Jesús, Tu nos dices “¡Venid, dondequiera que estéis. Yo estoy con vosotros todos los días!". ¡Será con nuestra perseverancia como obtendremos la vida! Nosotros cristianos tenemos que construir ya son muchos los que destruyen con sus comentarios, quejas y críticas. ¡Seamos instrumentos de paz y bien para los demás!


SALMO 66

 Todo el mundo aclame a Dios 66 (65) 

1Aclame a Dios toda la tierra, 

2canten en honor de su Nombre, tribútenle una espléndida alabanza. 

3Digan a Dios: ¡Qué formidable eres por tus obras, por tu inmenso poder te adulan tus enemigos! 

4Que todo el mundo te rinda homenaje cantando para ti, cantando en tu honor. 

5Vengan a ver las obras de Dios, sus hazañas formidables a favor de los hombres:

 6Transformó el mar en tierra firme; a pie cruzaron el río. ¡Venid, alegrémonos con él! 

7Con su autoridad gobierna por siempre: sus ojos vigilan a las naciones, para que no se subleven los rebeldes. 

8Bendigan, pueblos, a nuestro Dios, proclamen a voces su alabanza. 

9Nos conservó entre los vivientes y no permitió que tropezara nuestro pie. 

10Oh Dios, nos pusiste a prueba, nos refinaste como se refina la plata. 

11Nos metiste en una prisión, pusiste un cincho en nuestros lomos,

 12dejaste que los mortales cabalgaran sobre nosotros, pasamos por fuego y agua, pero nos llevaste a la abundancia.

 13Entraré en tu casa con holocaustos para cumplir los votos 

14que pronunciaron mis labios y prometió mi boca en la angustia. 

15Te ofreceré holocaustos cebados con el incienso de carneros, inmolaré vacas y cabras. 

16Vengan a escuchar, fieles de Dios, les contaré lo que hizo por mí: 

17Lo invoqué con la boca, con la lengua lo alabé. 

18Si yo hubiera tenido mala intención, el Señor no me habría escuchado. 

19Pero Dios me escuchó, atendió a la voz de mi súplica. 

20¡Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni apartó de mí su misericordia!


Salmo mixto, de alabanza y de acción de gracias. Se entrelazan en este salmo las actuaciones de Dios en el cosmos y en la historia. Todo el mundo, la tierra entera, es invitado a aclamar, cantar, tributar una espléndida alabanza a Dios por su inmenso poder o por sus obras terribles. 



También los enemigos reciben la invitación de postrarse ante el soberano. Lo harán aunque sea a regañadientes: «te adulan» (3b-4). Venir y ver (5), venir y alegrarse (6b), venir y escuchar (16) son invitaciones escalonadas a lo largo del salmo. Se trata de ver las obras de Dios (6), de ser espectadores del paso del Río o el Mar (cfr. Éx 14), antes de entrar en la tierra de la libertad (6). 

Quien salvó a su pueblo en otro tiempo, también lo salvará ahora (8s), aunque tenga que ser purificado pasando por el fuego del destierro (10-12). Ya en la abundancia, el pueblo, o el orante en su nombre, cumplirá lo prometido: un holocausto o un sacrificio de comunión (13-15). 



En vista de lo que Dios ha hecho en el cosmos y en la historia, es el momento de escuchar. El Señor ha escuchado «la voz de mi súplica» (19). Es el gran anuncio. Por eso la alabanza y la bendición (17.20). Sobre el gobierno universal del versículo 7 puede leerse Rom 14,9; el versículo 9 puede remitirnos a Ef 2,5; el versículo 12 a Hch 14,22. 



Repasemos nuestra historia o la historia de la Iglesia, y veamos cuánto ha hecho Dios por nosotros. Así le adoraremos, alabaremos y daremos gracias.


martes, 18 de noviembre de 2025

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Hoy 18 de noviembre se celebra la Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo.




La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo)




 y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.




Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.


Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).


La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854.


En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".



No podemos encontrarlas tumbas de los mártires de los dos primeros siglos por la sencilla razón de que aún no se les daba culto.

Hay, sin embargo, dos excepciones, y son la tumba de San Pedro, primer papa, y la de San Pablo, apóstol de los gentiles. Ambos fueron martirizados en Roma hacia el año 67, en distinta fecha, aunque la liturgia celebre su fiesta el mismo día 29 de junio.

 San Pedro fue crucificado, según tradición, y los cristianos le dieron sepultura en un cementerio público de la colina Vaticana, junto a la vía Aurelia, mientras que San Pablo murió decapitado (tuvieron con él esta deferencia por tratarse de un ciudadano romano), siendo enterrado en la vía Ostiense, muy cerca del Tíber.
Tenían los dos mucha importancia en la fundación de la Iglesia romana para que los cristianos perdieran el recuerdo de sus tumbas.



Desde un principio, ambas basílicas ofrecen una historia parecida. Son los dos templos más visitados de Roma y se convierten en centros mundiales de peregrinación. Desde todas partes del orbe cristiano se iba a rendir homenaje a los Príncipes de los Apóstoles (ad limina apostolorum).

 Era tal la concurrencia de peregrinos que el papa San Simplicio, en el siglo v, estableció en ambas basílicas un servicio permanente de sacerdotes para administrar el bautismo y la penitencia.


 Cuando Alarico sitió la ciudad de Roma en el año 410, prometió a los romanos que las tropas respetarían a quienes se refugiasen en las basílicas apostólicas.

A propósito de esto nos cuenta San Jerónimo que la noble dama Marcela huyó de su palacio del Aventino y corrió a la basílica de San Pablo "para hallar allí su refugio o su sepultura".

En invasiones posteriores, los romanos no tuvieron tanta suerte, y las basílicas apostólicas fueron saqueadas más de una vez. A fin de evitar tantos desastres, León IV, en el siglo IX, hizo amurallar la basílica vaticana y los edificios contiguos, creando la que en adelante se llamó Ciudad Leonina. Lo propio hizo luego el papa Juan VIII con la basílica de San Pablo.

 El nuevo recinto tomó el nombre de Joanópolis.


domingo, 16 de noviembre de 2025

SANTA ISABEL DE HUNGRIA

Hoy, 17 de noviembre, conmemoramos a Santa ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda.

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (1207-1231) nació en Sárospatak, en el norte de Hungría, en una familia de la alta nobleza con una estirpe de santidad.
Santa Isabel fue hija del rey de Hungría Andrés II y de Gertrudis de Carintia y Andechs-Meran. Su tía materna fue Santa Eduviges, y una sobrina nieta suya habría de convertirse más tarde en Santa Isabel de Portugal.
 
 
 
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos.
Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa.  Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.
 
El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.  Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
 
Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos.


 Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado.
 

 
 
 Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
El pueblo la llamaba "la mamacita buena".
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
 
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
 
Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.



Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice,Gregorio IX, a declararla santa en 1235, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.


La fama de su santidad quedó bien patente en el entierro, que conmovió toda la comarca.
 Poco después de su muerte, las jerarquías religiosas de tres países y Conrado de Turingia, gran maestre que fue de la Orden Teutónica, promovieron en la Santa Sede la declaración de sus heroicas virtudes, y el proceso terminó con la solemne ceremonia de la canonización el 27 de mayo de 1235 en Perusa, todavía en vida de su padre, Andrés II de Hungría.


 Su festividad fue fijada para el 19 de noviembre [pero, en la actualidad, se celebra el 17 del mismo mes].

Unos meses más tarde fue colocada la primera piedra de la catedral gótica de Marburgo y en ella se rindió el primer testimonio de veneración a la santa princesa por el emperador Federico II al frente de su pueblo.

EL TEMPLO DE JERUSALEN

 EL TEMPLO DE SALOMON


El Templo de Jerusalén (hebreo: בית המקדש, Beit Hamikdash) o el Templo de Salomón fue el santuario principal del pueblo de Israel y contenía en su interior el Arca de la Alianza, el candelabro de los siete brazos y demás utensilios empleados para llevar a cabo el culto hebraico en tiempos de la Edad Antigua.

 Se localizaba en la explanada del monte Moriá, en la ciudad de Jerusalén, donde se ubican en la actualidad la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al-Aqsa.

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El Rey David, tras conquistar la ciudad de Jerusalén a los jebuseos la fortificó, transformándola en la capital de Israel; además, trajo el Arca de la Alianza.




Es un cofre de madera cubierto de oro descrito en la Biblia que, según el libro del Éxodo, contenía las dos tablas de piedra de los Diez Mandamientos. Según la Carta a los hebreos del Nuevo Testamento, también contenía la vara de Aarón y una vasija de maná. El episodio se sitúa aproximadamente un año después del éxodo de Egipto. El arca fue creada siguiendo el modelo que Dios le habría dado a Moisés cuando los israelitas acamparon al pie del monte Sinaí. 




Más tarde se colocó en el templo de Jerusalén construido por Salomón.




El Tabernáculo preservaba el Arca, que fue luego traída a Jerusalén por el rey David y depositada en el monte Moriá, sobre una plataforma de aproximadamente 40 por 100 metros.


Más tarde se colocó en el templo de Jerusalén construido por Salomón.

EL TEMPLO DEL REY SALOMÓN

El Primer Templo fue construido por el rey Salomón para sustituir al Tabernáculo como único centro de culto para el pueblo judío.
Fue saqueado por el faraón Sisac (Sheshonq I) en 925 a. C. y destruido por los babilonios durante el tercer asedio de Nabucodonosor II a Jerusalén en 587 a. C.

El Primer Templo de Jerusalén fue construido por el rey Salomón alrededor del año 960 a. C. y funcionó como santuario principal de los israelitas.
Estaba situado en la explanada del monte Moriá, en la ciudad de Jerusalén, donde se ubican hoy el Muro de los Lamentos, la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa.




 Según la Biblia, la construcción del Templo de Salomón se realizó en el siglo X a. C., para sustituir el Tabernáculo que, desde el Éxodo y durante siglos, era utilizado como lugar de reunión y para rendirle culto a Dios.






El Templo propiamente dicho, según la descripción de la Biblia, era un edificio orientado sobre un eje longitudinal en dirección Este-Oeste.
 El edificio debió tener una longitud interior de aproximadamente 27 metros, 9 metros de ancho y una altura de también 13,5 metros (60×20×30 codos). Sus dimensiones, por tanto, eran comparables a las de una capilla, mas el culto por lo general se llevaba a cabo desde su exterior. A ambos lados de la entrada del templo fueron erigidas dos columnas, llamadas Jaquín y Boaz.
Los sacerdotes y el rey entraban en el Templo a través de una gran puerta enchapada en oro, de aproximadamente 10 metros de alto y 4 de ancho. Tras esa puerta se encontraban tres recintos.


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Un vestíbulo era seguido por otros dos recintos. El primero de esos recintos era denominado Hejal o Santo (es decir, Lugar Santo o Santuario), que era iluminado a través de ventanas altas.

 La anchura y longitud de esta estancia guardaba una proporción de 1:2, lo que significa que la planta del Hejal estaba compuesta por un doble cuadrado. El forjado de piedra se encontraba cubierto por un solado de madera de cedro.
 Las paredes y vigas del forjado del Hejal estaban recubiertas por láminas de cedro libanés.



 La tercera cámara, denominada Dvir o Kodesh Ha-Kodashím era el lugar más sagrado del Templo de Salomón. En latín se la conoce como Sancta Sactorum y en español como "Santo de los Santos".

 Este último recinto se encontraba a un nivel más alto que el Hejal y solo podía accederse a él subiendo una escalera. El Dvir tenía la forma de un cubo de aproximadamente 10×10×10 metros (20×20×20 codos).
 En su centro se encontraba el Arca de la Alianza (gran arcón hecho de madera de acacia, cubierta con planchas de oro y con cuatro anillas a las esquinas en las que eventualmente se ponían varas para transportarla; dentro del Arca se preservaban las Tablas de la Ley, entregadas por Dios a Moisés, y las Tablas a su vez llevaban grabados los Diez Mandamientos, sirviendo de conexión entre Dios e Israel).

El patio interior del Templo era rodeado por un muro formado por tres capas de bloques de piedra cubiertas por vigas de madera de cedro. En este patio interior podían entrar los peregrinos y las masas de fieles, pero el Dvir o Santuario del Templo solo era accesible a los sacerdotes y el monarca de turno.

La construcción del Templo de Jerusalén fue el evento más importante del reinado de Salomón, gracias al cual su nombre se ha recordado hasta 30 siglos después de su muerte.

Ya en la Biblia el Templo acapara la mayoría de los escritos donde aparece el rey Salomón. Su fama ha trascendido los tiempos y, como edificio ideal concebido por Dios, constituye hasta hoy un importante referente y fuente de inspiración en materia proyectual y arquitectónica.5​

Tras la muerte de Salomón, el templo sufrió profanaciones debido a invasiones extranjeras y también a la introducción de deidades sirio-fenicias. Con todo, fue rededicado bajo sus condiciones originales durante los reinados de Ezequías y Josías.

IMPLEMENTOS  DEL TEMPLO


O lo que es lo mismo utensilios:
 altar de saacrificio

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Al entrar al patio externo del templo, después de las murallas, se encontraba un gran altar en el que se sacrificaban los animales ofrecidos a Dios. Ellos eran el símbolo de los pecados y morían en expiación por ellos.

Sólo podían ser sacrificados animales en perfectas condiciones, generalmente los mejores entre los mejores de los rebaños. Quemados, producían humo que subía a los cielos como “olor grato” al Señor (Éxodo 29:25), lo que significaba que el fiel estaba libre de pecados, lo que agradaba a Dios.



´mesa de los panes


Como la mesa de los panes del Tabernáculo, el gran templo también tenía la suya, en la misma posición, a la derecha de quien entraba al Santo Lugar.



 Con doce panes ácimos apilados en dos columnas de seis, la mesa de la proposición simbolizaba el alimento que viene de Dios, así como el alimento espiritual de su palabra. Hoy sabemos que era uno de los símbolos alusivos a Jesucristo, que se refirió a sí mismo como el “pan de vida” (Juan 6:35), aunque en esa época los constructores del templo no supieran sobre eso.
- los menoras

El menorá, gran candelabro de oro con siete lámparas de aceite, era solamente uno en el Tabernáculo. En el gran templo de Salomón, la cifra aumentó hasta diez, en dos columnas de cinco a los lados del Santo Lugar (1 Reyes 7:49).


 Además de la evidente utilidad de iluminar el ambiente, simbolizaba la presencia de Dios en el lugar. Además de eso, sus lámparas eran alimentadas con aceite, simbolizaba la unción de Dios sobre nuestras vidas. La luz simbolizaba también la propia Palabra, la verdadera iluminación para la vida, indicando el camino hacia el Señor.


  - altar de incienso

 En el altar que estaba al final del Santo Lugar, el oráculo (1 Reyes 7:49), se colocaban los inciensos, cuyos aromas de especias y otros perfumes dominaban la sala.


Una simbología bastante fuerte para las súplicas, que nuevamente nos llevan a la figura del olor agradable que sube a los cielos en dirección al Señor. Allí los sacerdotes dirigían sus súplicas y la de sus fieles, ya que eran como intermediarios entre el pueblo y Dios. Hoy, gracias al sacrificio supremo de Cristo, hablamos directamente con el Padre.

- el velo

Separando el Santo Lugar del Santo de los Santos había un velo, un gran cortina con dos querubines bordados que era la única barrera. Solamente el sumo sacerdote entraba a través de él para conversar con Dios directamente.



 El simbolismo del velo es fuerte: aunque sea un material frágil, la única cosa que impedía que otros sacerdotes entraran allí era el respeto y el temor a Dios. También era un obstáculo para la vista. Los sacerdotes comunes, así como el pueblo, no entraban allí. Pero por medio de la oración que el sumo sacerdote llevaba, todos tenían su acceso indirecto al Padre.
Un obstáculo frágil, fácil de superar para llegar a Dios, bastando para eso, orar (Marcos 15:38). - el arca de la alianza

El Arca de la Alianza, 

después de habitar durante muchos años en el Tabernáculo, fue depositada en el Santo de los Santos del gran templo de Salomón.

Resultado de imagen de implementos del templo el arca de la alianza
Objeto sagrado solamente tocado por los sacerdotes y nunca por una persona común del pueblo, contenía otros objetos con un inmenso significado sagrado: la tablas de los Diez Mandamientos que Moisés labró orientado por Dios (la Palabra), un bocado del maná que fue dado como alimento al pueblo en el desierto por primera vez (la provisión de Dios) y la vara de Aarón que floreció (el reconocimiento de Dios sobre la autoridad conferida a alguien).


Sobre el Arca estaba el Propiciatorio, la tapa del gran baúl, con dos imágenes de querubines frente a frente con las alas desplegadas.

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 Entre los ángeles dorados, el sumo sacerdote debería focalizar la presencia de Dios, quien le hablaba (Éxodo 25:10-22). , conocido como el rey sabio, tuvo el honor de erigir una morada para el Señor. Como anécdota, destaca el envío, por parte del rey fenicio, de los famosos cedros del Líbano, así como artesanos especializados que construyeron el Templo, adornado con oro y decorado con enormes querubines dorados, tal como lo describe el segundo libro de Crónicas.

DESTRUCCIÓN DEL PRIMER TEMPLO

 Inscripción incisa en el único vestigio que sobrevivió.

 Las tropas del rey babilónico Nabucodonosor II lo destruyeron en 586 a. C., llevando además cautiva a una gran parte de los habitantes del Reino de Judá a Mesopotamia, cosa que dio lugar al exilio y cautiverio de los hebreos en Babilonia.


 Del Templo de Salomón solo sobrevivió un pequeño objeto de gran valor simbólico, tratáse de una granada de marfil del tamaño de un pulgar, sumamente estilizada y con inscripciones en caracteres paleohebreos: iconográficamente, las granadas (rimonim en hebreo) se presentan en las culturas de la Antigüedad como símbolos de fertilidad y esperanza, estando ellas ya presentes en Jaquín y Boaz, las dos columnas externas emplazadas delante del Templo de Salomón; la inscripción incisa en la granada de marfil por otra parte indica claramente que se trata de un objeto "[Perteneciente] al Templo of [Yahvé]h, consagrado a los sacerdotes"

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​El Museo de Israel en 2011 retiró de la exhibición la granada, un objeto ciertamente de la Edad de Bronce tardía, pero no así la inscripción, que se sospecha es una falsificación reciente, aunque no haya pruebas de la culpabilidad de quien vendió la pieza al Museo.



viernes, 14 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ Orar siempre sin desanimarse ”


Hoy nos propone la iglesia una parábola que nos invita a orar sin cesar, y la oración implica vencer la pereza, levantar los ojos a Dios en todas las circunstancias y, esto solo es posible si juntamos la oración con una vida cristiana coherente.

según san Lucas 18,1-8 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”». 

Esta parábola me hace pensar no tan sólo en la perseverancia en la insistencia sino en la escucha. El juez escucha la petición de la viuda y actúa. Y al escuchar esta parábola me pregunto, ¿cómo alimento mi fe, cómo es mi oración?

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas?

 Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


la parábola de la viuda inoportuna, que pedía con insistencia al juez que la escuchara. Como ella, tenemos que insistir en nuestra oración día y noche.

Hoy que tanto se habla del aparente silencio de Dios, esta invitación es más actual que nunca. Pedimos sin ver los frutos, buscamos en la oscuridad de la noche, llamamos a una puerta que parece cerrada. En este caso, nuestra oración tiene que ser más intrépida e insistente, conscientes de que no dejará de cumplirse lo que dice la Escritura: «Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha» (Sal 34 [33],7).

VIERNES

“ El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará ”


Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, no pueden tomarse en absoluto como una «amenaza» para meter miedo ni amargarle a nadie la vida.

según san Lucas 17,26-37 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.

Pero sí que avisa de que en el modo de plantearnos nuestras actividades cotidianas, de ir entregando la vida... seremos hallados dignos del Reino («a uno se lo llevarán»)... o no («al otro lo dejarán»).

 Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.

Serán elegidos los que no se dejen atrapar por las cosas, ni vivan continuamente mirando hacia atrás (como la mujer de Lot). Es decir: que la salvación, como tanto repite Lucas en su Evangelio, nos la jugamos «hoy», que el Día del Señor ya empezó «aquella noche», la noche Pascual.

 Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. 

Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.

 Os digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán». 

Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?». Él les dijo: «Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».



No podemos vivir olvidados de Dios, distraídos y embebidos en las cosas solo comiendo y bebiendo preocupados por los bienes terrenos. Jesús nos advierte de la ceguera espiritual que nos impide captar en el interior de los acontecimientos buenos o malos esos mensajes de los que Dios no priva a quienes le reconocen como tal: “El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará”


JUEVES

“ El reino de Dios está dentro de vosotros ”



según san Lucas 17, 20-25 

Entre los judíos, el nombre propio de Dios es YAHVEH (Ex 3, 14). Pero es tanto el respeto ante este nombre, que prefieren sustituirlo con metáforas como Reino de Dios o Reino de los Cielos.

En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús: «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».

Esperan una llegada espectacular. ¿A quién no le gustaría eso mismo de modo que todo el mundo quedase maravillado y adquiriera sensatez? Pero Dios no gusta de lo grandioso o espectacular.

 Él les contestó: «El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros». 

Ha llegado de manera humilde y sencilla. Jesús lo pone de manifiesto con su vida; también con sus parábolas. Y quiere que nuestra atención no se centre en el cuándo o el cómo, sino en el momento presente, porque el Reino de Dios es una realidad que hemos de vivir aquí y ahora.

Dijo a sus discípulos: «Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.

 Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».


Nos toca vivir el tiempo presente esperando la plenitud del Reino de Dios. Ya lo estamos viviendo, aunque sea de forma incompleta. El tiempo es la espera de Dios que mendiga nuestro amor (Simone Weil).

Entramos en la plenitud del Reino de Dios cuando abrimos de par en par las puertas del corazón al Dios Amor. Así nos lo dice una mística: Déjate amar. Él te ama así, tal como eres. No temas, confía, pues nada se antepone al amor de Dios para contigo, ni tus propios pecados (Santa Isabel de la Trinidad).

MIERCOLES

“ Levántate, vete; tu fe te ha salvado ”



Según san Lucas 17,11-19 

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. 

Es como  una llamada de atención a cada uno de nosotros para que hagamos  examen de conciencia sobre que damos  gracias a Dios.

Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». 

Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. 

Los diez sanaron. En verdad, todos sanamos, porque a todos nos alcanza la salvación, ya que el Padre quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). 

Como lo puede, si lo quiere lo consigue, aunque no entendamos cómo: el Padre es principio de todo y fin nuestro (1 Cor 6, 8).

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. 

Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». 

Los nueve, buenos judíos ellos, están habituados al cumplimiento escrupuloso de la ley. No les parece bien que uno desobedezca y se vuelva atrás para dar gracias. Eso no está escrito en los libros de la ley. Claro que todo queda claro para ellos cuando se dan cuenta de que se trata de un pobre samaritano, un incompetente en cosas de religión. La decisión correcta, no faltaba más, es la suya.

Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado»

Le duele a Jesús el legalismo, la falta de sensibilidad de los nueve que no han vuelto. Podían haber postergado unos momentos su presentación a los sacerdotes. El rigor de la ley sofoca el aliento del Espíritu. Sin embargo, el aliento del Espíritu no sofoca la ley; al contrario, le pone alma. 

Que no seamos como los  leprosos  desagradecido. Que  te demos gracias  Señor por todo  ya  que todo lo hemos recibido de Ti. También por lo malo incluido los accidente, estaba en tus planes, pero Tu nos miras como  una madre

Como el leproso samaritano; vivir, como María de Nazaret, en un ininterrumpido Magnificat. Alabar y agradecer es lo primero para quienes, por fe, entendemos un poco de qué va la cosa.


MARTES

“ Hemos hecho lo que teníamos que hacer ”





San Pablo VI lo dejó dicho en su exhortación Evangelii Nuntiandi: la Iglesia existe para evangelizar. Esa es su misión. No de la institución como tal, no sólo de su jerarquía sino de todos los bautizados, que son enviados a proclamar la Buena Noticia hasta los confines del orbe

según san Lucas 17, 7-10 

La parábola quiere enseñar que nuestra vida debe caracterizarse por la actitud de servicio.

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida ven y ponte a la mesa”? 

¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? 

De ninguna manera la parábola debe interpretarse como queriendo dar la imagen de un Dios tirano y sin compasión, dado que cada parábola sólo expone una verdad determinada. Sabemos, por el contrario, que Jesús mismo nos revela la imagen de un Dios que se hace «servidor».

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

 Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Esa es nuestra actitud para que se haga realidad el Reino de Dios: hagamos lo que debemos hacer. El Evangelio nos invita a reconocer nuestra realidad de servidores y a vivir en humildad, obrando de acuerdo a esta verdad.



Esa es la misión exigente para la que se nos apremia. Y no caben reconocimientos ni palmaditas en la espalda por haber comparecido en las plazas y en el areópago contemporáneo a exponer lo que significa vivir conforme a Cristo, conscientes del amor del Padre en nuestras vidas.

LUNES

“ Auméntanos la fe ”



En el contexto de su segunda etapa del viaje a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos, esta vez para abordar tres temas muy importantes para la vida comunitaria: el escándalo, el perdón y la fe. Y lo hace en medio del acecho de los fariseos contra quienes se enfrenta una y otra vez. De hecho, hemos escuchado, en el capítulo anterior, a Jesús, hablando así a los fariseos:“Vosotros queréis pasar por hombres de bien ante la gente, pero Dios conoce vuestros corazones.”

según san Lucas 17,1-6 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca! 

Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. 

Los pequeños representan a muchos discípulos que pueden ser débiles en su fe y que fácilmente pueden tropezar a causa del escándalo provocado por otro discípulo.

Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás». 

El mejor remedio contra todo mal y contra toda violencia es el perdón. Un perdón que sea gratuito y que no espere ser correspondido. Un perdón que tiene poco que ver con la justicia; ni la justicia del ojo por ojo, ni la justicia en que se amparan distintos tipos de memoria histórica. Un perdón como el expresado en la oración del Crucificado: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». 

Y ellos, como nosotros, tan penosamente timoratos y cobardes. Pero, ¿dónde encontrar la energía para creer? Porque el abandono propio de la fe es la máxima osadía posible para un ser humano. A pesar de todo, Jesús nos invita a confiar incondicionalmente en Él; sin peros ni reservas. Repetiremos con frecuencia la oración de los discípulos: Auméntanos la fe. Y Él, que se comprometió a darnos lo que pedimos, nos irá moldeando firmes y libres, a su imagen y semejanza.

El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería».

¿Cómo es que puede dar vida a los muertos y no puede infundir una fe sólida en los discípulos? Es que para que el discípulo disfrute de fe inquebrantable necesita pasar por la experiencia de la cruz. De la cruz a la resurrección, a la nueva vida.




DOMINGO

“ Él hablaba del templo de su cuerpo ”


Este Evangelio recoge el pasaje de Jesús expulsando a los mercaderes del templo, en la versión de Juan, que lo coloca al inicio de su Evangelio a modo de pórtico o preámbulo de lo que va a suceder: el cumplimiento de esa palabra de Jesús que sólo con su muerte y resurrección cobra el auténtico significado.

según san Juan 2, 13-22 

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. 

Jesús, en el Evangelio muestra su rostro más serio y duro cuando ve como han convertido en un mercado el templo, su casa de oración. Y se enfada porque se está poniendo mucho en juego. Lo más sagrado para Él es el encuentro del hombre con Dios que se realiza de un modo muy especial en el templo, lugar de recogimiento y oración.

Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». 

No podían entenderle. ¡Es algo tan radicalmente distinto a lo que el templo significaba para ellos! También para Jesús el templo es el sitio de la presencia de Dios, pero esa presencia se da en primer lugar en la persona humana, en toda persona humana, comenzando por la persona de Jesús.

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». 

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».

 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.



Demos gracias a Dios por esta Iglesia nuestra que después de tantos siglos sigue en marcha, sin duda es un misterio de fe que a pesar de contar con tantos fallos humanos, pesa más la vida sencilla, sincera y entregada a las necesidades de los demás de tantos hermanos que nuestros pecados.