YA ES SEMANA SANTA

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martes, 19 de noviembre de 2024

ENCUENTRO DE JESÚS CON ZAQUEO

 ZAQUEO

evangelio: Lucas 19, 1-10

Jesús en su camino hacia Jerusalén pasa por la ciudad de Jericó. Ahí se encuentra con un hombre de baja estatura, llamado Zaqueo que en hebreo significa “el puro”, “el justo”, todo lo contrario como un publicano como él, es decir, que cobraba impuestos para el imperio romano. 

Por esta razón es mal visto y despreciado por sus vecinos, pues era considerado un pecador público al servir a la potencia extranjera que somete al pueblo de Israel.




Se enteró que Jesús venía, y quería ver quién era ese personaje de quien tanto se hablaba, “pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura”.

Jesús llevaba tres años por Galilea, si zaqueo no le conocía es porque no le había buscado, era pequeño de estatura y de espíritu.................incapaz de buscar a Dios,

Finalmente corrió y se trepó en una higuera por donde Jesús tenía que pasar.

La mirada de Jesús

Antes de que Zaqueo mirara a Jesús, Zaqueo se sintió mirado…. 

Se sintió amado por Jesús antes de que Zaqueo lo viera. Jesús siempre nos sorprende y nos lleva la delantera.

“Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Zaqueo bajó. Hacía mucho tiempo que nadie le llamaba por su nombre.

 Le decían de todo: ladrón, corrupto, sinvergüenza, malvado… Para Jesús ese hombre tiene un nombre: Zaqueo. Y, al llamarlo por su nombre, le restituye su dignidad.

Se invitó a comer en su casa, en casa de un pecador

 Hoy debo hospedarme en tu casa. Jesús llama a su puerta......................Zaqueo al ver a Jesús en su casa rompe con su vida anterior.

Zaqueo feliz

Se pone en pie se siente feliz y dice La mitad de lo que tengo lo doy a los pobres. Y doy cuatro veces más de lo que he defraudado. Con Jesús había descubierto que la riqueza no da la felicidad. La felicidad no está fuera de nosotros sino dentro del corazón. No hay mayor riqueza que un corazón lleno de Dios.

Encontró a Jesús, que es el Amor, y lo compartió con ellos. Eso hizo exclamar a Jesús: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.



NOSOSTROS

1º Huir de la tibieza o pobreza de espíritu poniendo a Jesucristo, cuando celebramos la Eucaristía, en el centro de nuestra vidas.que sea el Amor el que ordene el resto de nuestra vida como lo hizo con la vida de Zaqueo.

2º A nosotros nos pude pasar como a Zaqueo ya que a nuestro alrededor hay miles de situaciones que nos impiden ver a Jesús.

Zaqueo se subió a un ärbol, nuestros árboles para ver a Jesús son varios pero principalmente: La Eucaristía escuchando la Palabra de Dios y comulgando.

Otros árboles: Visita al Santísimo, el Santo Rosario, momento de silencio al terminar el día.

SEÑOR MIO QUE YO ESCUCHE DE TUS LABIOS HOY QUIERO HOSPEDARME EN TU CASA.

ZAQUEO

 



Recaudador de impuestos judío que aparece en el Evangelio de San Lucas (capítulo XIX, 1-10).

Zaqueo, es un publicano, persona no religiosa, su oficio no estaba bien considerado, jefe de los recaudadores de impuestos, y encima, era visto bajo sospecha por la ganancia de dinero en sus trapicheos, con lo cual su fama no era honrosa, más bien podemos afirmar que se encontraba dentro de los que mejor no tener por amigos y considerado pecador publico, mala gente, un ser despreciable. 

Esto no es impedimento para que el Señor se detenga, aun a riesgo de ser criticado por acercarse a un pecador, como nos recordará en el texto evangélico, el Señor no da a nadie por perdido, nunca debemos perder la esperanza, la misericordia de Dios es mas grande que nuestras miserias, Dios nos ama muchísimo más de lo que somos capaces de imaginar.

 Zaqueo era pequeño pero tenia un gran corazón que hizo que se encaramara a un árbol  porque pasaba Jesús quizás por curiosidad o por morbo ......y se llevo una gran sorpresa


Para ver pasar a Jesús por Jericó tuvo que encaramarse a un sicómoro, y allí le sorprendió la benévola mirada del Maestro, que le dijo: "Baja en seguida, Zaqueo, porque hoy necesito parar en tu casa". 

La sorpresa del publicano, que en lugar de ásperas palabras oyó aquella singular invitación, está indicada en el relato evangélico por la prisa con que bajó de su árbol y por su alegría. 

 El hecho produjo la irritación de la muchedumbre, que acusó a Jesús de entrar en casa de un pecador. Pero ni Jesús ni Zaqueo hicieron caso de la calumnia y Zaqueo, en el umbral de su casa, antes de sentarse a la mesa, declaró su gratitud a Jesús: "He aquí, Señor, que doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si alguna vez defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo"

 A la generosidad de Jesús, que al proponerse hospedarse en casa de Zaqueo desdeñó los prejuicios de la gente que evitaba todo contacto con los pecadores públicos, correspondió Zaqueo con una generosidad verdaderamente heroica para quien su mismo oficio había hecho avaro e implacable, abriendo su corazón a un impulso de caridad auténticamente evangélica.





Zaqueo, es un publicano, persona no religiosa, su oficio no estaba bien considerado, jefe de los recaudadores de impuestos, y encima, era visto bajo sospecha por la ganancia de dinero en sus trapicheos, con lo cual su fama no era honrosa, más bien podemos afirmar que se encontraba dentro de los que mejor no tener por amigos y considerado pecador publico, mala gente, un ser despreciable. Esto no es impedimento para que el Señor se detenga, aun a riesgo de ser criticado por acercarse a un pecador, como nos recordará en el texto evangélico, el Señor no da a nadie por perdido, nunca debemos perder la esperanza, la misericordia de Dios es mas grande que nuestras miserias, Dios nos ama muchísimo más de lo que somos capaces de imaginar.

lunes, 18 de noviembre de 2024

¿QUE QUIERES QUE HAGA POOR TI?

Qué quieres que haga por ti 




El encuentro entre Jesús y el ciego camino de Jericó es uno de esos momentos del Evangelio que iluminan con una luz desacostumbrada nuestro seguimiento de Cristo.
Aquel ciego había perdido la vista, pero no el oído. Había oído cosas maravillosas de Jesús. Sobre todo escuchó una frase que le traspasó el corazón: ¡Por ahí pasa Jesús!. No se lo pensó dos veces. Él se las arregló para que lo llevasen donde pasaba Jesús.

Aquel ciego insiste, gritaba clamando compasión, no deja de elevar su petición aunque encuentre adversidad y no hace caso a los que les manda callar, grita más fuerte, él persevera en su suplica.

Tampoco había perdido el habla para poder exponerle a Jesús su problema. Ni tampoco el grito de su garganta cuando pretendían que se callase.


Y, por supuesto, en su fe que le lleva a vitorear al Nazareno con una expresión que implica un reconocimiento explícito de su papel redentor en el plan divino de salvación. 

El encuentro con el Señor transforma a aquel ciego, el gran poder de la fe, cuando se produce el encuentro con el Dios vivo deja huellas en nuestra vida y nos colma de esperanza, de gozo y de caridad, y surge la respuesta “¿como pagar al Señor tanto bien? “ en el ciego del evangelio pasa de mendigar a ser un seguidor del Señor y a glorificar a Dios. 

Con los sentidos que le quedaban sanos fue a Jesús y le devolvió la vista. Con los nuevos ojos estrenó una nueva vida. No se marchó a su casa a hacer su vida, sino que siguió a Jesús por el camino. De oyente de Jesús se convirtió en “seguidor” de Jesús. Y, de tal manera hablaba de Jesús, que contagió a todo el pueblo. No se limitó a ser un cristiano del montón, sino que se convirtió en apóstol.



Porque en la ceguera de ese mendigo, resignado al borde del camino por el que transita la Vida, estamos también nosotros. Y en su curiosidad por saber qué está pasando alrededor, también. 
Su insistencia en pedir compasión es también nuestra oración persistente aunque no consigamos el propósito a la primera.

Muchas veces nos quejamos de todo lo que nos falta y nunca caemos en la cuenta de lo que podemos hacer con lo que todavía nos queda.
Cuando se da el encuentro con el Dios vivo toca nuestra vida y nos transforma. 
Toda mi vida está tejida de grandes favores y gracias de Dios. ¿Qué más debe hacerme Dios para sacarme de mi rutina, de mi pereza, de mi vulgaridad? Tal vez el milagro de la vista. Que vea la vida con ojos nuevos, que siga a Jesús por el camino que Él me marca y no por el que yo quiero ir. Que sea un cristiano más convencido, más audaz, más entusiasta, más misionero.






ORACIÓN
Hoy, Señor, vengo a la oración a pedirte lisa y llanamente lo que te pidió aquel ciego que estaba al borde del camino: ¡Señor, que vea!. Que vea mi limitación, mi fragilidad, mi pobreza. Que vea que yo solo no puedo caminar y te necesito. Que vea que Tú estás en mis hermanos y los ame. Que vea que Tú estás presente en el corazón del mundo y te alabe.

SEÑOR, TEN COMPASION DE MI

 l santo Evangelio según san Lucas (18, 35-43) 

En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: «Pasa Jesús Nazareno.»


Jesús le pregunta al ciego qué puede hacer por él. No se trata de una pregunta cortés, por pura urbanidad como solemos hacer nosotros mismos. Tampoco hay curiosidad en ese interrogante sino una invitación en toda línea a aceptar la intervención divina: Jesús está ofreciéndose a cambiarle la vida a aquel hombre… siempre que éste lo acepte y esté dispuesto.

 Eso es lo que significa esa interrogante. Quiere ver y lo expresa de palabra para que Jesús lo salve. ¿Tú estás dispuesto a decir en voz alta qué quieres de Jesús para que venga a cambiarte la vida?

Cuando duele de verdad algo el hombre grita y Dios lo escucha. 

Eso es lo que acontece en este encuentro entre el ciego y Jesús. Jesús percibe el coraje del ciego; es consciente de que le duele su ceguera, y está harto de tanto ver sin ver; con su grito expresa su lucha por salir de sus oscuridades:

 ¡Ten compasión de mi! Y el Señor, le hace huir de la desesperación, le hace ver el mundo con una mirada distinta, la del amor y la misericordia y le invita a seguirle por el camino de la vida. 

 Ten confianza en el Señor y Él nos dará a vivir su salvación. ¡Dejémosnos deslumbrar hoy por su misericordia!



domingo, 17 de noviembre de 2024

DEDICACIÓN DE LAS BASÍLICAS DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Hoy 18 de noviembre se celebra la Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo.




La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.
Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo)




 y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica
Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.




Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.


Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).


La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854.


En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".



No podemos encontrarlas tumbas de los mártires de los dos primeros siglos por la sencilla razón de que aún no se les daba culto.

Hay, sin embargo, dos excepciones, y son la tumba de San Pedro, primer papa, y la de San Pablo, apóstol de los gentiles. Ambos fueron martirizados en Roma hacia el año 67, en distinta fecha, aunque la liturgia celebre su fiesta el mismo día 29 de junio.

 San Pedro fue crucificado, según tradición, y los cristianos le dieron sepultura en un cementerio público de la colina Vaticana, junto a la vía Aurelia, mientras que San Pablo murió decapitado (tuvieron con él esta deferencia por tratarse de un ciudadano romano), siendo enterrado en la vía Ostiense, muy cerca del Tíber.
Tenían los dos mucha importancia en la fundación de la Iglesia romana para que los cristianos perdieran el recuerdo de sus tumbas.



Desde un principio, ambas basílicas ofrecen una historia parecida. Son los dos templos más visitados de Roma y se convierten en centros mundiales de peregrinación. Desde todas partes del orbe cristiano se iba a rendir homenaje a los Príncipes de los Apóstoles (ad limina apostolorum).

 Era tal la concurrencia de peregrinos que el papa San Simplicio, en el siglo v, estableció en ambas basílicas un servicio permanente de sacerdotes para administrar el bautismo y la penitencia.


 Cuando Alarico sitió la ciudad de Roma en el año 410, prometió a los romanos que las tropas respetarían a quienes se refugiasen en las basílicas apostólicas.

A propósito de esto nos cuenta San Jerónimo que la noble dama Marcela huyó de su palacio del Aventino y corrió a la basílica de San Pablo "para hallar allí su refugio o su sepultura".

En invasiones posteriores, los romanos no tuvieron tanta suerte, y las basílicas apostólicas fueron saqueadas más de una vez. A fin de evitar tantos desastres, León IV, en el siglo IX, hizo amurallar la basílica vaticana y los edificios contiguos, creando la que en adelante se llamó Ciudad Leonina. Lo propio hizo luego el papa Juan VIII con la basílica de San Pablo.

 El nuevo recinto tomó el nombre de Joanópolis.


sábado, 16 de noviembre de 2024

SANTA ISABEL DE HUNGRIA

Hoy, 17 de noviembre, conmemoramos a Santa ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda.

SANTA ISABEL DE HUNGRÍA (1207-1231) nació en Sárospatak, en el norte de Hungría, en una familia de la alta nobleza con una estirpe de santidad.
Santa Isabel fue hija del rey de Hungría Andrés II y de Gertrudis de Carintia y Andechs-Meran. Su tía materna fue Santa Eduviges, y una sobrina nieta suya habría de convertirse más tarde en Santa Isabel de Portugal.
 
 
 
Isabel, a los 15 años fue dada en matrimonio por su padre el Rey de Hungría al príncipe Luis VI de Turingia,  el matrimonio tuvo tres hijos.
Su esposo aceptaba de buen modo las santas exageraciones que Isabel tenía en repartir a los pobres cuanto encontraba en la casa. Él respondía a los que criticaban: "Cuanto más demos nosotros a los pobres, más nos dará Dios a nosotros".
Cuando apenas de veinte años y con su hijo menor recién nacido, su esposo, un cruzado, murió en un viaje a defender Tierra Santa.  Isabel casi se desespera al oír la noticia, pero luego se resignó y aceptó la voluntad de Dios. Rechazó varias ofertas de matrimonio y se decidió entonces  a vivir en la pobreza y dedicarse al servicio de los más pobres y desamparados.
 
El sucesor de su marido la desterró del castillo y tuvo que huir con sus tres hijos, desprovistos de toda ayuda material. Ella, que cada día daba de comer a 900 pobres en el castillo, ahora no tenía quién le diera para el desayuno. Pero confiaba totalmente en Dios y sabía que nunca la abandonaría, ni a sus hijos.  Finalmente algunos familiares la recibieron en su casa, y más tarde el Rey de Hungría consiguió que le devolvieran los bienes que le pertenecían como viuda, y con ellos construyó un gran hospital para pobres, y ayudó a muchas familias necesitadas.
 
Un Viernes Santo, después de las ceremonia, cuando ya habían desvestido los altares en la iglesia, se arrodilló ante uno y delante de varios religiosos hizo voto de renuncia de todos sus bienes y voto de pobreza, como San Francisco de Asís,  y consagró su vida al servicio de los más pobres y desampardos.


 Cambió sus vestidos de princesa por un simple hábito de hermana franciscana, de tela burda y ordinaria, y los últimos cuatro años de su vida (de los 20 hasta los 24 años) se dedicó a atender a los pobres enfermos del hospital que había fundado.
 

 
 
 Se propuso recorrer calles y campos pidiendo limosna para sus pobres, y vestía como las mujeres más pobres del campo. Vivía en una humilde choza junto al hospital. Tejía y hasta pescaba, con tal de obtener con qué compararles medicinas a los enfermos.
El pueblo la llamaba "la mamacita buena".
Cuando apenas cumplía 24 años, el 17 de noviembre del año 1231, pasó de esta vida a la eternidad. A sus funerales asistieron el emperador Federico II y una multitud tan grande formada por gentes de diversos países y de todas las clases sociales, que los asistentes decían que no se había visto ni quizá se volvería a ver en Alemania un entierro tan concurrido y fervoroso como el de Isabel de Hungría, la patrona de los pobres.
 
El mismo día de la muerte de la santa, a un hermano lego se le destrozó un brazo en un accidente y estaba en cama sufriendo terribles dolores. De pronto vio a parecer a Isabel en su habitación, vestida con trajes hermosísimos. Él dijo: "¿Señora, Usted que siempre ha vestido trajes tan pobres, por qué ahora tan hermosamente vestida?". Y ella sonriente le dijo: "Es que voy para la gloria. Acabo de morir para la tierra. Estire su brazo que ya ha quedado curado". El paciente estiró el brazo que tenía totalmente destrozado, y la curación fue completa e instantánea.
 
Dos días después de su entierro, llegó al sepulcro de la santa un monje cisterciense el cual desde hacía varios años sufría un terrible dolor al corazón y ningún médico había logrado aliviarle de su dolencia. Se arrodilló por un buen rato a rezar junto a la tumba de la santa, y de un momento a otro quedó completamente curado de su dolor y de su enfermedad.



Estos milagros y muchos más, movieron al Sumo Pontífice,Gregorio IX, a declararla santa en 1235, cuando apenas habían pasado cuatro años de su muerte.


La fama de su santidad quedó bien patente en el entierro, que conmovió toda la comarca.
 Poco después de su muerte, las jerarquías religiosas de tres países y Conrado de Turingia, gran maestre que fue de la Orden Teutónica, promovieron en la Santa Sede la declaración de sus heroicas virtudes, y el proceso terminó con la solemne ceremonia de la canonización el 27 de mayo de 1235 en Perusa, todavía en vida de su padre, Andrés II de Hungría.


 Su festividad fue fijada para el 19 de noviembre [pero, en la actualidad, se celebra el 17 del mismo mes].

Unos meses más tarde fue colocada la primera piedra de la catedral gótica de Marburgo y en ella se rindió el primer testimonio de veneración a la santa princesa por el emperador Federico II al frente de su pueblo.

viernes, 15 de noviembre de 2024

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ Orar siempre sin desanimarse ”


Hoy nos propone la iglesia una parábola que nos invita a orar sin cesar, y la oración implica vencer la pereza, levantar los ojos a Dios en todas las circunstancias y, esto solo es posible si juntamos la oración con una vida cristiana coherente.

según san Lucas 18,1-8 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”». 

Esta parábola me hace pensar no tan sólo en la perseverancia en la insistencia sino en la escucha. El juez escucha la petición de la viuda y actúa. Y al escuchar esta parábola me pregunto, ¿cómo alimento mi fe, cómo es mi oración?

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas?

 Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


la parábola de la viuda inoportuna, que pedía con insistencia al juez que la escuchara. Como ella, tenemos que insistir en nuestra oración día y noche.

Hoy que tanto se habla del aparente silencio de Dios, esta invitación es más actual que nunca. Pedimos sin ver los frutos, buscamos en la oscuridad de la noche, llamamos a una puerta que parece cerrada. En este caso, nuestra oración tiene que ser más intrépida e insistente, conscientes de que no dejará de cumplirse lo que dice la Escritura: «Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha» (Sal 34 [33],7).

VIERNES

“ El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará ”


Las palabras de Jesús en el evangelio de hoy, no pueden tomarse en absoluto como una «amenaza» para meter miedo ni amargarle a nadie la vida.

según san Lucas 17,26-37 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.

Pero sí que avisa de que en el modo de plantearnos nuestras actividades cotidianas, de ir entregando la vida... seremos hallados dignos del Reino («a uno se lo llevarán»)... o no («al otro lo dejarán»).

 Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.

Serán elegidos los que no se dejen atrapar por las cosas, ni vivan continuamente mirando hacia atrás (como la mujer de Lot). Es decir: que la salvación, como tanto repite Lucas en su Evangelio, nos la jugamos «hoy», que el Día del Señor ya empezó «aquella noche», la noche Pascual.

 Así sucederá el día que se revele el Hijo del hombre. Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. 

Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardar su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará.

 Os digo que aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán». 

Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?». Él les dijo: «Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».



No podemos vivir olvidados de Dios, distraídos y embebidos en las cosas solo comiendo y bebiendo preocupados por los bienes terrenos. Jesús nos advierte de la ceguera espiritual que nos impide captar en el interior de los acontecimientos buenos o malos esos mensajes de los que Dios no priva a quienes le reconocen como tal: “El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará”


JUEVES

“ El reino de Dios está dentro de vosotros ”



según san Lucas 17, 20-25 

Entre los judíos, el nombre propio de Dios es YAHVEH (Ex 3, 14). Pero es tanto el respeto ante este nombre, que prefieren sustituirlo con metáforas como Reino de Dios o Reino de los Cielos.

En aquel tiempo, los fariseos preguntaron a Jesús: «¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?».

Esperan una llegada espectacular. ¿A quién no le gustaría eso mismo de modo que todo el mundo quedase maravillado y adquiriera sensatez? Pero Dios no gusta de lo grandioso o espectacular.

 Él les contestó: «El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: “Está aquí” o “Está allí”, porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros». 

Ha llegado de manera humilde y sencilla. Jesús lo pone de manifiesto con su vida; también con sus parábolas. Y quiere que nuestra atención no se centre en el cuándo o el cómo, sino en el momento presente, porque el Reino de Dios es una realidad que hemos de vivir aquí y ahora.

Dijo a sus discípulos: «Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: “Está aquí” o “Está allí”; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día.

 Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación».


Nos toca vivir el tiempo presente esperando la plenitud del Reino de Dios. Ya lo estamos viviendo, aunque sea de forma incompleta. El tiempo es la espera de Dios que mendiga nuestro amor (Simone Weil).

Entramos en la plenitud del Reino de Dios cuando abrimos de par en par las puertas del corazón al Dios Amor. Así nos lo dice una mística: Déjate amar. Él te ama así, tal como eres. No temas, confía, pues nada se antepone al amor de Dios para contigo, ni tus propios pecados (Santa Isabel de la Trinidad).

MIERCOLES

“ Levántate, vete; tu fe te ha salvado ”



Según san Lucas 17,11-19 

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. 

Es como  una llamada de atención a cada uno de nosotros para que hagamos  examen de conciencia sobre que damos  gracias a Dios.

Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». 

Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. 

Los diez sanaron. En verdad, todos sanamos, porque a todos nos alcanza la salvación, ya que el Padre quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 4). 

Como lo puede, si lo quiere lo consigue, aunque no entendamos cómo: el Padre es principio de todo y fin nuestro (1 Cor 6, 8).

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. 

Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». 

Los nueve, buenos judíos ellos, están habituados al cumplimiento escrupuloso de la ley. No les parece bien que uno desobedezca y se vuelva atrás para dar gracias. Eso no está escrito en los libros de la ley. Claro que todo queda claro para ellos cuando se dan cuenta de que se trata de un pobre samaritano, un incompetente en cosas de religión. La decisión correcta, no faltaba más, es la suya.

Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado»

Le duele a Jesús el legalismo, la falta de sensibilidad de los nueve que no han vuelto. Podían haber postergado unos momentos su presentación a los sacerdotes. El rigor de la ley sofoca el aliento del Espíritu. Sin embargo, el aliento del Espíritu no sofoca la ley; al contrario, le pone alma. 

Que no seamos como los  leprosos  desagradecido. Que  te demos gracias  Señor por todo  ya  que todo lo hemos recibido de Ti. También por lo malo incluido los accidente, estaba en tus planes, pero Tu nos miras como  una madre

Como el leproso samaritano; vivir, como María de Nazaret, en un ininterrumpido Magnificat. Alabar y agradecer es lo primero para quienes, por fe, entendemos un poco de qué va la cosa.

MARTES

“ Hemos hecho lo que teníamos que hacer ”





San Pablo VI lo dejó dicho en su exhortación Evangelii Nuntiandi: la Iglesia existe para evangelizar. Esa es su misión. No de la institución como tal, no sólo de su jerarquía sino de todos los bautizados, que son enviados a proclamar la Buena Noticia hasta los confines del orbe

según san Lucas 17, 7-10 

La parábola quiere enseñar que nuestra vida debe caracterizarse por la actitud de servicio.

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida ven y ponte a la mesa”? 

¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? 

De ninguna manera la parábola debe interpretarse como queriendo dar la imagen de un Dios tirano y sin compasión, dado que cada parábola sólo expone una verdad determinada. Sabemos, por el contrario, que Jesús mismo nos revela la imagen de un Dios que se hace «servidor».

¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?

 Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

Esa es nuestra actitud para que se haga realidad el Reino de Dios: hagamos lo que debemos hacer. El Evangelio nos invita a reconocer nuestra realidad de servidores y a vivir en humildad, obrando de acuerdo a esta verdad.



Esa es la misión exigente para la que se nos apremia. Y no caben reconocimientos ni palmaditas en la espalda por haber comparecido en las plazas y en el areópago contemporáneo a exponer lo que significa vivir conforme a Cristo, conscientes del amor del Padre en nuestras vidas.

 LUNES

“ Auméntanos la fe ”



En el contexto de su segunda etapa del viaje a Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos, esta vez para abordar tres temas muy importantes para la vida comunitaria: el escándalo, el perdón y la fe. Y lo hace en medio del acecho de los fariseos contra quienes se enfrenta una y otra vez. De hecho, hemos escuchado, en el capítulo anterior, a Jesús, hablando así a los fariseos:“Vosotros queréis pasar por hombres de bien ante la gente, pero Dios conoce vuestros corazones.”

según san Lucas 17,1-6 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de quien los provoca! 

Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás». 

El mejor remedio contra todo mal y contra toda violencia es el perdón. Un perdón que sea gratuito y que no espere ser correspondido. Un perdón que tiene poco que ver con la justicia; ni la justicia del ojo por ojo, ni la justicia en que se amparan distintos tipos de memoria histórica. Un perdón como el expresado en la oración del Crucificado: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen (Lc 23, 34).

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». 

Y ellos, como nosotros, tan penosamente timoratos y cobardes. Pero, ¿dónde encontrar la energía para creer? Porque el abandono propio de la fe es la máxima osadía posible para un ser humano. A pesar de todo, Jesús nos invita a confiar incondicionalmente en Él; sin peros ni reservas. Repetiremos con frecuencia la oración de los discípulos: Auméntanos la fe. Y Él, que se comprometió a darnos lo que pedimos, nos irá moldeando firmes y libres, a su imagen y semejanza.

El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería».

¿Cómo es que puede dar vida a los muertos y no puede infundir una fe sólida en los discípulos? Es que para que el discípulo disfrute de fe inquebrantable necesita pasar por la experiencia de la cruz. De la cruz a la resurrección, a la nueva vida.


DOMINGO

“ Ha echado más que nadie 



según San Marcos 12, 38-44. 

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. 

Son los celosos guardianes de la ley y de la tradición; algo así como los policías de Dios. Promueven lo que les diferencia de los demás: ropajes, títulos, ceremoniales…Sin ser conscientes de ello, se sirven de la religión para situarse un peldaño por encima de los demás. Tienen un corazón pequeño en el que solo caben ellos mismos. Sus prédicas, en lugar de liberar, oprimen

Esos recibirán una condenación más rigurosa». Estando Jesús sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban mucho; se acercó una viuda pobre y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. 

Esta pobre viuda vive lo religioso de modo radicalmente distinto al de los escribas. Actúa de manera callada y humilde pero, desde su pobreza, se muestra profundamente solidaria con los demás. Tiene un corazón grande, lleno de Dios.

Llamando a sus discípulos, les dijo: «En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. 

Estando llena de Dios, la pobre viuda actúa como Dios. El Dios de Jesús, el Dios que es Jesús, que no nos da lo que le sobra, sino que nos da lo más querido: Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo (Jn 3, 16); el Dios que se da a sí mismo

Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».


Y eso es lo que hemos de hacer quienes seguimos a Jesús: darnos a los demás como Él se nos da. Y hacerlo con la mayor sencillez, sin pregonarlo; como la viuda.

miércoles, 13 de noviembre de 2024

LOS DIEZ LEPROSOS

  del santo evangelio según san Lucas 17, 11-19 

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».

Este pasaje evangélico podía ser no más que un relato de curación. Pero el genio del evangelista Lucas hace de este texto un himno a la fe: solo uno se da cuenta que la fe comienza cuando un hombre se echa a los pies de Jesús para glorificar a Dios. 

 Este relato podía ser una hermosa exhortación a saber dar gracias a Dios por los beneficios que recibimos, pero sólo uno de entre los diez se vuelve para darle gracias a Jesús.

 Pero el escándalo de este pasaje evangélico radica precisamente en que Jesús alaba a un samaritano, doblemente excluido de la sociedad y religión judía por ser leproso y además samaritano, porque acude a Él para bendecir a Dios. 

En adelante, el verdadero encuentro entre el hombre y Dios no se dará en ningún templo ni monte sino en la persona de Jesús. A Él es a quien hay que seguir en adelante, en la vida y en la muerte. 

En medio de tantas normas, costumbres folklores y ritos ¿seremos capaces de comprender que la fe cristiana consiste SÓLO en seguir a Jesús? 

Si es así, no te canses de vivir bajo el signo de la gratuidad y de la acción de gracias. 


Jesús, te agradezco de todo corazón el amor que me tienes y por este momento que me regalas para estar junto a ti. Aumenta mi fe. No permitas que mi fe sea una cosa de museo. 

Dame la gracia de dar testimonio de mi fe en tu amor y en tu resurrección. Aumenta mi confianza. No permitas que ponga mi confianza en algo o alguien antes que en ti. Aumenta mi fe. Que la experiencia de tu amor sea tan fuerte, que me convierta en un reflejo de tu amor para los demás. Ayúdame a escuchar tu voz en esta oración.





martes, 12 de noviembre de 2024

HEMOS HECHO LO QUE TENIAMOS QUE HCER

santo Evangelio según san Lucas (17,1-6)

« ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?"



Esta parábola de Jesús nos muestra los sentimientos que hemos de tener para con Dios. Siempre estamos en deuda con Él. Somos siervos y no señores. ¡Ojalá Dios nos diera los sentimientos de María para vernos siempre como esclavos, bendecidos por Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí, según tú Palabra”… 

 En Dios y en sus cosas, servirle es reinar con Cristo. Además, Él nos ha dado ejemplo, porque “ha venido a servir y no a ser servido”, y siempre ha hecho lo que agrada al Padre y esto en una continua acción de gracias.

 Dije que estamos en deuda con Dios porque somos, lo primero, sus creaturas que Él ha hecho de la nada. Podíamos haber sido seres “posibles”, pero no, Dios quiso que fuéramos. Y también somos sus hijos en el Hijo. Esto nos obliga a estar siempre deseando contentar a Dios en todo…

 Como sabemos que Él es amor y sólo nos ha mandado amar, pues tener nuestra vida en ésta clave de amor será la mejor sinfonía que podamos ofrecer a nuestro Amo y Señor que nos amó primero… y darle gracias por regalarnos también a su Hijo… 

 En Jesús lo tenemos todo: la resurrección y la vida eterna que ni merecemos, ni podíamos acceder a ella. Por tanto, obligados estamos a vivir en continua alegría y muy rendidos a su Amor, pues servirle es reinar ya en esta vida y después en la eterna…


Este evangelio subraya la gratuidad del servicio: el único título de gloria de los discípulos consiste en ser los servidores de la gracia. Así debe de ser el creyente, un tipo original que se deja modelar por Dios, con quien se encuentra, como se suele decir "a sus anchas". Todo lo que hace, sabe que es gracia de Dios.

domingo, 10 de noviembre de 2024

LAS DOS MNEDILLAS DE LA VIUDA

 santo evangelio según san Marcos (12,38-44) 

En aquel tiempo, Jesús, instruyendo al gentío, les decía: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas y aparentan hacer largas oraciones. Esos recibirán una condenación más rigurosa».

Jesús, ya en Jerusalén, enseña en el Templo y observa todo lo que sucede.
No solo se trata de grandes discursos y gestos inolvidables sino de conocer cómo afecta la intervención de Dios en los corazones de las personas. Está previniendo a los suyos contra los fariseos cuya vida de piedad solo es apariencia y contra los escribas cuyo conocimiento de la Escritura solo son teorías huecas, opiniones que no entran en el meollo del asunto, que es el misterio de Dios. Y que, además, luego no llevan a la vida.
Jesús estaba un día en el templo, cuando "vió que la gente echaba su ofrenda en el tesoro" y Él se fijó en una pobre viuda que echaba tan solo dos reales y .... sus ojos se llenaron de alegría y seguro que también de lágrimas y dijo a sus discípulos: "en verdad os digo que esta viuda ha echado mas que nadie. Porque todos los demás han echado de lo que le sobra, pero esta mujer ha echado lo que necesita para vivir".

Jesús desprecia las apariencias y especialmente las piadosas. Y entonces llega esta pobre viuda, sin apoyos materiales ni afectivos, y echa en el "tesoro" del templo sus dos monedas que bien pueden significar toda su vida: alma y cuerpo. Y puesto que era todo lo que tenía, ofreció más que nadie. 

Jesús se alegra enormemente al ver a esta viuda que se acerca y deposita, sin hacer ruido, porque era muy pequeña, su diminuta ofrenda. Esta viuda es el símbolo de una vida total y únicamente entregada hacia la búsqueda de Dios. Dios no desea nuestro dinero, bienes, títulos y prestigio, Dios desea lo más profundo de nosotros, desea el don de nosotros mismos. Dios no quiere tus cosas, te quiere a ti. Quiere que tu seas don para Dios y para los demás.

Es lo que decía también la primera lectura: esa otra viuda, una extranjera de Sidón, muestra también, con su gesto, que confía en el profeta y en la Palabra de Dios que este porta y reparte y, al hacerlo permite la intervención directa de Dios en su vida y en la realidad toda. 
Ella se convierte en un signo de lo que verdaderamente se necesita: creer en el Dios que da la vida, que nos otorga todo lo que nos hace falta, de verdad.

 La fe es luz y lo que sostiene la vida. Jesús ve que esta mujer, que no tiene casi nada, ofrece a Dios todo lo que tiene para vivir, se pone por completo en sus manos, sabiendo que no se verá defraudada.



“Para conocer a Manolillo, dale un carguillo” dice nuestro refranero haciendo burla de los que al asumir alguna responsabilidad o estar en situación de recibir honores de cargo se creen por encima de los demás, se aprovechan de su posición y la usan ventajistamente.

En todas las instituciones, en todos los grupos humanos se da esto.
Esta mujer, con el ejemplo humilde de su vida, conmovió el corazón de Cristo, fuente de la gracias, profundamente. ¿Tu fe te hace ser don para los demás o tu fe depende de "tus excedentes", de tus méritos?