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miércoles, 13 de diciembre de 2023

SEGUNDO DOMINNGO DE ADVIENTO

JUEVES

“ No ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista ”

san Mateo 11, 11-15 

Jesús opina sobre Juan Bautista. ¡Juan fue grande! ¡El mayor de todos! Y el más pequeño en el Reino de los cielos es más grande que él.

Juan se había presentado ante Israel como un profeta fuerte y vigoroso, similar al gran profeta del Antiguo Testamento, Elías.

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.

Su gran humildad. Normalmente, cuando nos preguntan como a Juan: Tú, ¿quién eres? sacamos todos nuestros títulos…soy doctor, soy licenciado, soy Obispo, soy párroco, soy maestro etc. En cambio. San Juan dice Yo no soy…No soy el Mesías, no soy profeta…

 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. 

Lo importante para Juan es señalar con el dedo a Jesús y decir: Ése es el Mesías, ése es el importante. Nos cuesta dar paso a otro. Nos cuesta aceptar que no somos importantes, imprescindibles…

Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. 

Nos cuesta decir como Juan: “Conviene que Él crezca y que yo disminuya”. Pero ahí está precisamente la grandeza de este hombre.

.El que tenga oídos, que oiga».



Y Juan tiene la valentía de decírselo. Por eso es encarcelado. Él sí que está en la cárcel, pero a la verdad no se le puede encarcelar. En la cárcel le cortarán la cabeza, pero esa cabeza en la bandeja seguirá hablando por los siglos.

MIÉRCOLES

“ Venid a mi todos los que estáis cansados ”


según san Mateo 11, 28-30 

Jesús no tiene casa, ni riquezas, ni prestigio. Nada de estos dones puede ofrecer. Pero sí puede ofrecer lo mejor: su persona

En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. 

Cuando se muere alguien que ha sufrido mucho, solemos decir ¡Ya ha descansado! Pero el descanso del que habla Jesús es otro. Dios no nos ha creado simplemente para que no suframos, sino para hacernos felices. ¿Y dónde nos encontramos más felices? Cuando estamos cerca de las personas que amamos.

Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. 

Nuestras vidas son como esas grandes piedras que van rodando por la montaña. Sólo descansan cuando, por la fuerza de la gravedad, llegan al valle y allí son abrazadas por la tierna hierba y las flores silvestres.


Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

En esta vida vamos dando tumbos hasta que descansamos en Dios. “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti” (San Agustín).


Debemos entender que Jesús nos llama sin exigirnos nada, sin condenarnos ni juzgarnos. Sólo espera que nosotros le entreguemos nuestro cansancio y agobio.


MARTES

“ Que no se pierda ni uno de estos pequeños ”



En este capítulo del evangelio de Mateo se reúnen algunas instrucciones sobre el modo de actuar en la comunidad de los que siguen a Jesús.

según san Mateo 18, 12-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?

Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños Los pequeños somos nosotros, por muy adultos en la fe que nos veamos, por mucha intimidad en la oración que hayamos encontrado en Dios. Somos pequeños y nos extraviamos.

 Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. 

Y Dios viene a rescatarnos de todos los peligros que nos acechan, a devolvernos al redil.

Igualmente, no es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños».


El Evangelio de Mateo pone el acento en la desproporción existente entre el afán de rescate que intuimos viene del Padre y nuestra pequeñez de criaturas débiles, frágiles, sujetas a extravío, desconocedoras del camino de vuelta a casa. La palabra de Jesús nos recuerda que Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.


 LUNES

“ Y el poder del Señor estaba con él ”



san Lucas 5, 17-26 

Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para realizar curaciones.

En el Evangelio de hoy, un punto para nuestra reflexión nos lo da esos hombres que tienen que superar muchos obstáculos para poder llegar y llevar al encuentro con Cristo al enfermo. Que grandioso todas las personas de las que se ha valido el Señor para que pudiéramos encontrarnos con Él.

 En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. 

Pues estos hombres del Evangelio nos dan la gran lección de superar muchas dificultades, tienen poco de conformistas. Es la fe, la que les lleva a superar los obstáculos que les impiden llegar hasta el Señor.

No encontrando por donde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús.

 Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». 

El encuentro con el paralítico. Después se dio una gran transformación en su vida, supero su postración. Antes de ser curado o sanado, era como un muerto, incapaz de moverse por sí mismo. Esto vale también para nosotros. El pecado nos hace vivir como inertes, atados al egoísmo. El paralítico viéndose curado, se convirtió en un testigo del Señor.

Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué estáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? 

Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”». 

Sólo si dejamos que el Señor nos convierta podremos ser apóstoles de los demás. Solo el que esta convencido puede convencer. Es necesario ver la acción de Dios en nuestras vidas, que mejor anuncio que lo que el Señor ha hecho y sigue haciendo en nuestra existencia. Lo grande que es el Señor.

Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios 

El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas».


La actitud de ellos nos suscita varias preguntas: ¿Cómo es nuestra fe? ¿Ante la primera adversidad o contratiempo, sucumbimos? ¿Tenemos una fe tan grande como la de los hombres del Evangelio? ¿Es la fe, la que nos impulsa y nos da la fuerza para superarlo todo? Nos atreveríamos a afirmar que: con el Señor, todo lo puedo.

¡Qué gran lección para los que nos consideramos cristianos! En este tiempo de adviento se nos llama a una espera activa, pues en nuestro caminar, al igual que los amigos del relato, también encontraremos situaciones complejas, resistencias más o menos grandes, que estamos llamados a superar con fe y astucia para que se obre el milagro de Dios.

DOMINGO

“ ¡Preparad el camino al Señor! ”



san Marcos 1, 1-8


Comienza el libro que Marcos escribió sobre Jesús, y lo primero que nos dice es que se trata de una buena noticia (evangelio) acerca de Jesús que es el Mesías (Cristo) e Hijo de Dios.

En tiempos de Marcos la palabra «Mesías» podía significar muchas cosas para los judíos y la expresión «Hijo de Dios» otras tantas para los de cultura griega o romana.

 Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; voz del que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”». 

Pero este mensajero es extraño, grita en el desierto porque el Señor que llega no viene avasallando, más bien al contrario, es necesario salir de la ciudad, ir al desierto para escuchar este anuncio, es necesaria la actitud de la escucha, de la búsqueda, de no quedarse cómodamente instalado en la propia mediocridad.

Se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.


Tras esta introducción nos presenta a Juan Bautista, personaje extraño y sorprendente, con la fuerza de los antiguos grandes profetas. ¡Llevaban siglos sin profetas! Muchos acuden a él porque no están contentos con su propia vida, porque saben que es necesario un cambio, pero no saben cómo darlo. Juan les anima, les da fuerza, les empuja a convertirse, a cambiar su mentalidad vieja por la nueva de quien espera al Señor que viene.

 Cambiar no es tan fácil, Juan no es ningún ingenuo, pero es consciente de que está anunciando algo grande, de que tras él llegará quien traiga el Espíritu Santo, la fuerza de Dios, ¡y él sí será capaz de transformarnos!

 Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. 

 Juan también es sincero, la gente puede confundirse y tomarlo como el Mesías; pero él no engaña a nadie, él no es el dueño de su mensaje, y lo expresa con una imagen comercial que a nosotros nos resulta desconocida, pero que tiene un sentido muy claro.

Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados. 

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 

Llevar sandalias sobre un terreno era símbolo de propiedad. Sólo el dueño podía llevarla, y no los esclavos. Cuando alguien quería ceder su derecho de compra o herencia sobre un terreno a otra persona, se quitaba la sandalia y se la entregaba (ver Rut 4,7-8). 

Aquí Juan está diciendo que Dios no le cede este derecho de propiedad sobre el pueblo. El pueblo de Israel pertenece sólo a Dios, y por eso mismo él vendrá a liberarlo como tantas otras veces ya ha hecho.

Y proclamaba: 

«Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 

Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».


Juan estaba preparando el camino al Señor, y nosotros debemos hacer lo mismo, preparar el camino para la segunda venida de Cristo, ¿Por qué Dios nos necesite? De ninguna manera, sino porque somos aprendices de Dios y nos ha dado el privilegio de poder predicar el evangelio del reino. 

Tenemos la oportunidad de dejar la huella y la semilla del evangelio para que aquellos que no creen no se pierdan. ¿Qué vas a hacer tú?


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