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lunes, 3 de noviembre de 2025

DOMINGO XXXI

  MARTES


“ Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren ”



del santo evangelio según san Lucas 14, 15-24 

La enseñanza de esta parábola es clara.

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús: «Bienaventurado el que coma en el reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: 

el motivo de nuestra alegría es una Buena Noticia tan deleitosa como ese banquete de la parábola en que nos van a agasajar con ricas viandas sobre blancos manteles de hilo.

Es la dicha del misionero, de quien proclama la Buena Nueva a tiempo y a destiempo, como nos dirá San Pablo.

Primero, la generosidad del anfitrión que no quiere que su banquete se pierda: «venid, que ya está preparado»; 

“Venid, que ya está preparado”. Pero todos a una empezaron a excusarse. 

 El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor”. 

 Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor”. Otro dijo: “Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir”. 

segundo, el olvido del banquete y el desprecio al anfitrión por parte de los primeros invitados; 

A menudo nos quedamos en la apariencia de esta hermosa parábola de los invitados al banquete y nos exhortamos a no ser como esos personajes tan ocupados con sus posesiones, sus habilidades o sus placeres mundanos que rechazan el convite. 

 El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: “Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. 

Pero, en realidad, el buen Padre nos quiere como ese criado del Evangelio de hoy al que su señor envía a las plazas y a los caminos a proponer a quienes pasan por allí el festolín que se ha dispuesto.

 El criado dijo: “Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio”. Entonces el señor dijo al criado: “Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa.

y tercero, una nueva invitación destinada “a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”, los mismos que Jesús había indicado al fariseo que lo había invitado.

 Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete”».



Y tú, ¿te ves a ti mismo como los estirados convidados que excusan su asistencia o como el humilde servidor inútil cuya sola misión es insistir a cuantos encuentra para que acepten la invitación de parte de su amo? Si tienes dudas, mira un instante la foto y déjate contagiar por la alegría del Evangelio.

LUNES

“ Dichoso tú, porque no pueden pagarte ”


En el Evangelio de hoy, la llamada es clara, no realices las cosas esperando que te las devuelvan, nos invita a descubrir la gratuidad. Entrar en la dimensión de la gracia, si todo es don, no podemos quedarnos simplemente en dar cosas o algo de nuestro tiempo, la llamada es mayor, hasta darnos a nosotros mismos.

según san Lucas 14,12-14 

En aquel tiempo, Jesús dijo a uno a de los principales fariseos que lo había invitado: 

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. 

El Señor nos invita a poner en practica la generosidad a fondo perdido, debemos ser generosos sin esperar recibir nada por ello. Y hacer la vida amable a quienes nos rodean, aunque alguna vez nos parezca que no somos correspondidos. Y todo con corazón grande, sin llevar una contabilidad de cada favor prestado. La caridad no busca nada, la caridad no es ambiciosa.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos»


Dar, sembrar, darnos aunque no veamos fruto, ni correspondencia, ni agradecimiento, ni beneficio personal aparente alguno. Ya la tendremos con abundancia, “te pagarán cuando resuciten los justos”. La caridad no se desanima si no ve resultados inmediatos; sabe esperar, es paciente. Que el Señor nos permita hoy crecer en su amor y en la gratuidad. Recuerda que en generosidad nadie le gana a Ntro. Señor.

DOMINGO

“ Yo soy la Resurrección y la Vida ”





Conmemoramos a los Fieles Difuntos y el Evangelio nos habla de VIDA. No, no es una contradicción, es la realidad que Cristo vino a traer a la tierra.

según san Juan 11, 17-27 

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. 

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 

Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 

Allí donde está Cristo está la vida. Donde Jesús mora viven la esperanza y la alegría. Con Él se acabaron las tinieblas y se abrió paso la luz. Si de verdad creyéramos en La Palabra, si la hiciéramos nuestra, la separación de un ser querido sería motivo de gozo puesto que ya vive en presencia de Dios.

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?». 

Hoy es el día para celebrar a los que fueron fieles a Dios, a los que compartieron su paso por este mundo con todos nosotros. Es humano llorar su pérdida pero debemos hacer el esfuerzo de superar la tristeza y ver con los ojos del alma que con Cristo seremos resucitados

Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».


vivir los acontecimientos de la vida, grandes y pequeños, conscientes de estar siendo moldeados como el barro en manos del alfarero. Él solamente nos pide que nos abandonemos a Él con total confianza. Si nos acostumbramos a contemplar el final de Jesús, aprenderemos a hacer lo que Él hizo: inclinar la cabeza y poner nuestro ser en sus manos.

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