CUARTA SEMANA DE ADVIENTO
Para que Dios nazca en nosotros sin pedir nada a cambio y, sea nuestro corazón, una cálida cuna donde Jesús encuentre cobijo y consuelo.
¡DÁNOS TU FE, MARIA! Para que, en estas horas de santa tensión, donde el cielo y la tierra juegan a juntarse podamos también nosotros hambrear el manjar de Amor que se sirve en Belén.
¡DÁNOS TU FE, MARIA! Queremos que, Tú, seas una puerta por la que podamos entrar y disfrutar del Misterio de Dios humanado. Una puerta que, cuando se abra desde fuera entendamos y comprendamos que es Dios quien lo hace desde dentro que es Dios quien tira desde el cielo.
¡DÁNOS TU FE, MARIA! Para que no vacilemos ni en el amor ni en la fe Para que nos pongamos en camino hacia Aquel que viene Para que seamos heraldos de la Buena Noticia Para que, el Niño que quiere salir de tus entrañas, encuentre aquí y ahora hermanos que le amen, le ayuden y le sigan ¡DÁNOS TU FE, MARIA! Para que Dios esté pronto con nosotros Para que nosotros, pronto estemos con El Para que creamos, aun sin ver Para que aún sin ver, creamos por encima de todo
¡DÁNOS TU FE, MARÍA! Sólo así, podremos vivir, celebrar cantar y festejar el encanto de la Navidad. Sólo así, en este Año Santo de la Fe, podremos conocer, sentir, vivir, amar, testimoniar y celebrar al DIOS que viene pequeño por Navidad
L
Mi Dios y Señor, en vísperas de la Noche Buena quiero encontrarme contigo en la oración. Quiero meterme dentro de mí mismo y tratar de imitar a la Virgen en aquellos momentos. Su oración hecha de silencio, de devoción, de ternura, de fe, me animan a preparar mi alma para la venida de Jesús. Cierro mis oídos a los ruidos externos y mis ojos a las luces deslumbrantes. En silencio adoro, contemplo y amo.
TERCER DOMINGO
Vienes en silencio y tus pasos, Señor, producen en mi, calma, seguridad y paz. Necesito, Señor, un poco de tu mundo: De tu gozo, para mi corazón triste De tu alegría, para mi alma esquiva De tu mano, en mis caminos inciertos De tu esperanza para mis cortos sueños
¡VEN, SEÑOR! Y hazme recuperar la alegría perdida El gusto por vivir, despertando cada mañana La esperanza en tanta hora triste Porque Tú, Señor, eres alegría haz que mis dos ojos brillen con el resplandor de la felicidad con el encanto de la fe con la virtud de la caridad
MI ALEGRIA ERES TU, SEÑOR Porque vienes y te sientas a mi lado Porque compartes mi condición humana sabiendo lo frío, que tantas veces, se encuentra mi corazón y mi pensamiento. Porque, siendo Dios, apuestas fuerte por mí Porque, estando en el cielo, plantas tu tienda en medio de tanta incertidumbre y viento que sacude a nuestro viejo mundo
MI ALEGRIA ERES TU, SEÑOR Por eso te doy gracias y bendigo tu nombre Espero tu llegada y preparo mi interior Anhelo la Noche Santa de la Navidad y afino las cuerdas de mi alma, con la verdad, la espera, el silencio, la humildad o la vigilancia. Sólo sé, mi Señor, que mi alegría con tu llegada y por tu Nacimiento eres Tú, Señor. Sólo sé que tú pondrás calor y amor en tantos pesebres sin pan y pobres. Amén
D
La Madre de Jesús, causa de nuestra alegría, está siempre abierta a Dios y a los prójimos. Por eso canta: Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador. Jesús vino para eso: para que vivamos alegres y disfrutemos de la vida. Lo dice así: Os he dicho estas cosas para que participéis de mi alegría y vuestra alegría sea colmada (Jn 15, 11).
L
Señor, creo, confío y te amo. Inicio mi oración desprendiéndome de mis cosas, de mis ocupaciones y de mis preocupaciones; de mi trabajo y mi descanso; dejo todo y “me dejo”, me “abandono” en Ti. Tú eres en este momento para mí lo único importante. No te pido nada. Sólo necesito que Tú seas lo absoluto y definitivo para mí. Lo demás no importa. Es accidental, añadidura.
M
Dios mío, yo te agradezco que te hayas encarnado en nuestra historia humana. Una historia con sus grandezas y miserias; con su santidad y su pecado. Tú no te asustas del barro del que estamos hechos; más bien te sirves de él para comprender mejor nuestra fragilidad y perdonarnos. Te metes en nuestro fango para sacarnos de él. Tu eres realmente nuestro Salvador y Redentor. ¡Gracias, Señor!
X
Señor, quiero que Tú me mires con la mirada con que miraste a María y a José. Para eso necesito ser humilde. Tus ojos se inclinan siempre hacia lo pequeño, lo pobre, lo sencillo, lo insignificante. Haz, Señor, que evite toda vanagloria, orgullo, soberbia. Que me sienta feliz, plenamente feliz, sencillamente porque Tú te has fijado en mí y, a pesar de mis pecados, me has amado y me sigues amando.
Siempre si a ti Señor.
V
Señor, así como María supo acoger el anuncio del ángel, permite que yo sepa escuchar y aceptar lo que hoy quieres decirme en esta oración, porque mi anhelo es que la verdad de tu Evangelio impregne mi modo de ver, de pensar y de actuar. Jesús, permite que siempre diga un «sí», alegre y confiado, a lo que Tú quieras pedirme.
S
Como Maria no encerrarnos en nosotras mismas, sino salir de casa, estar atentas a las necesidades concretas de las personas, y tratar de ayudar a los demás en la medida de las necesidades..
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