Hoy en día, como católicos, debemos de estar completamente convencidos de nuestra fe para poder actuar de la mejor manera posible. El testimonio es lo más importante, pues podemos mover masas enteras con solo nuestro testimonio de vida coherente.
La convicción viene de un encuentro íntimo con Dios, y desde ese momento comienza nuestra conversión, que es de cada día, y en el que el convencimiento se renueva y se acrecienta también.
Un católico convencido de su fe es un testimonio muy fuerte para convencer a los demás viviendo solamente como lo que en verdad es. Irradia lo que tiene en el interior, irradia a Dios. Transmite paz, amor, alegría, etc.
Para no caer en el error de los fariseos y juristas, debemos de estar verdaderamente convencidos de nuestra fe, y así poder vivir como Dios quiere que vivamos.
Con fe se irradia de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar.
A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos hacen plantearse, a quienes contemplan su vida, interrogantes irresistibles: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven de esa manera? ¿Qué es o quién es el que los inspira? ¿Por qué están con nosotros? Pues bien, este testimonio constituye ya de por sí -sigue diciendo Pablo VI- una proclamación silenciosa, pero también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva. Hay en ello un gesto inicial de evangelización.
Al final vence siempre la caridad cristiana. Por eso hoy los creyentes no tenemos otro mejor Maestro y Modelo que a Jesucristo[/pullquote2]
Jesús, primero te doy las gracias por todo lo que me concedes y te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi caridad.
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