santo Evangelio según san Lucas (11, 47-54) ¡
Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán”;
Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías.
Las generaciones pretéritas hicieron caso omiso de las advertencias de los profetas, que predicaban de continuo la conversión del corazón a Dios. Pero la generación coetánea de Jesús no es mejor que la de sus padres, que asesinaron a los profetas y cuya sangre les echa en cara el Señor.
¿Cómo es nuestra generación?
Hoy se sigue ignorando a quienes denuncian con voz profética las estructuras de pecado que esclavizan a nuestra sociedad.
E incluso se sigue matando a tantos que ejercen esa denuncia cuando su mensaje no casa con la verdad que los poderosos quieren proclamar a toda costa.
Ay de nosotros, entonces. La reconvención de Jesús se dirige tanto a sus contemporáneos como a nosotros mismos.
¿Son pocos los que aún creen en el cielo, el purgatorio y el infierno? ¡Qué duras son estas realidades para muchos oídos de estos días! Muchas preguntas se quedan sin respuesta si nos movemos siempre en el mero diálogo horizontal. Si contemplamos estas realidades sólo desde este mundo, perdemos toda visión sobrenatural. Si no dirigimos nuestra mirada hacia el cielo, si no dotamos nuestro pensamiento de una visión vertical, hacia Dios, no hay salida para ninguna pregunta. Deja de existir la justicia, deja de existir toda verdad, deja de existir el amor; y con ellos, infierno, purgatorio e infierno.
«Una religiosidad sin amor es vacía»De ese modo piensan muchos hoy en día. Sin embargo, si se mira a Cristo, si se mira su vida, si se mira el amor que desbordaba su persona, ¿podríamos dar cabida a tal argumento? Poco parece que Jesús hubiese venido a esclavizar al hombre. No quería generar en nuestros corazones ninguna cadena, sino más bien regalarles la libertad que viene de Dios, que viene del amor.
Generaciones con corazones endurecidos que no escuchaban
Así como los nuestros en estos días. Y qué poco lo escuchamos incluso ahora. Qué poco confiamos en Él.
Quizá sus palabras puedan despertarnos un poco, también. Y no pensemos tanto en la culpa, sino en lo que viene después de ella. Recordemos que la culpa no es mala, es un primer paso hacia el bien. Dios quiere interpelar nuestro corazón para enseñarnos a amar como Él nos amó.
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