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viernes, 2 de agosto de 2024

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ Ese es Juan Bautista ”



En el Evangelio de hoy, se nos presenta el martirio de S. Juan Bautista, no murió por la edad, ni por enfermedad, fue un testigo excepcional del Señor, por preferir la verdad y proclamar valientemente la ley de Dios que ceder ante las presiones de los mandamases, dícese Herodes y sus enemigos

san Mateo 14,1-12 

En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos: «Ese es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». 

 Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 

Prefirió agradar a Dios aunque lo tacharan de extraño o de retrogrado

Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera. 

San Beda, monje del siglo IX, en sus homilías dice así: “San Juan dio su vida por Cristo, aunque no se le ordenó negar a Jesucristo; sólo se le ordenó callar la verdad”. Así, al no callar la verdad, murió por Cristo, que es la Verdad. Precisamente por el amor a la Verdad no admitió componendas y no tuvo miedo de dirigir palabras fuertes a quien había perdido el camino de Dios…

 Ella, instigada por su madre, le dijo: «Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». 

Podría parecer que perdió la batalla le cortaron la cabeza, sin embargo nos enseña que la aparente derrota que nos puede venir por intentar vivir conforme al Evangelio, da paso al verdadero triunfo, al que nos alcanza el premio en el cielo

 El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. 

 Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.




Así estamos llamados a vivir nosotros, como Juan el Bautista, seguros en el Señor, confiados en Él, pendientes más de su juicio que el de los hombres.

VIERNES

“ El Reino de Dios requiere abrir mente y corazón ”


Jesús predica en su pueblo, donde ha pasado la infancia y la vida oculta, y sus paisanos pasan del asombro a la estupefacción. Porque se les hace tan maravilloso lo que están escuchando de la explicación de la Escritura que no les cabe en la cabeza que sea obra de Jesús, hijo de José, el que nació de la desposada María, y que todo el tiempo se ha ganado el pan con el sudor de su frente haciendo obras menores, también de carpintería.

VIERNES

“ El Reino de Dios requiere abrir mente y corazón ”


Jesús predica en su pueblo, donde ha pasado la infancia y la vida oculta, y sus paisanos pasan del asombro a la estupefacción. Porque se les hace tan maravilloso lo que están escuchando de la explicación de la Escritura que no les cabe en la cabeza que sea obra de Jesús, hijo de José, el que nació de la desposada María, y que todo el tiempo se ha ganado el pan con el sudor de su frente haciendo obras menores, también de carpintería.

según san Mateo 13,54-58 

En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga. La gente decía admirada.

 «De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? 

Con demasiada frecuencia, nuestra mirada se queda tan corta como la de los paisanos de Nazaret: no entendemos que Dios haga algo grande de las cosas pequeñísimas que nos suceden a diario y quisiéramos que se nos manifestara de manera indubitable en vez de la sabiduría que muestra el muchacho hijo de María, a quien de tan visto como lo tenían, eran incapaces de escuchar. ¿No te pasará algo parecido a ti también?

Entonces, ¿de dónde saca todo eso?». 

 Y se escandalizaban a causa de él. 

 Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta». Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.

Aunque Dios tenga el poder de transformarnos no puede actuar si nuestra libertad no se lo permite. Les faltaba fe. La falta de docilidad y de apertura a la gracia imposibilita la acción divina en nuestros corazones.

JUEVES

“ Sacar de su tesoro lo nuevo y lo antiguo ”


“La parábola de la cizaña en medio del trigo y la de la red para pescar se refieren, sobre todo, a la presencia, ya operante, de la salvación de Dios. Pero, junto a los “hijos del reino”, se hallan también los “hijos del maligno”, los que realizan la iniquidad: sólo al final de la historia serán destruidas las potencias del mal, y quien haya acogido el reino estará para siempre con el Señor2. (San Juan Pablo II, Audiencia, 18 de marzo de 1987).

según san Mateo 13, 47-53 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. 

Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. 

¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». 

Las palabras y los gestos de Jesús, nacidas de su experiencia de hijo, sin mudar una letra o una coma, (Mt 5,17-18) iluminaron el sentido del Antiguo Testamento desde dentro e iluminaron por dentro toda la sabiduría acumulada del doctor de la Ley. Dios mismo, que parecía tan distinto y severo, adquirió los rasgos de un Padre bondadoso de gran ternur

Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.


Si Dios es amor, todo en la Biblia me tiene que hablar del amor. Si no saco amor es que no la he leído bien.


MIERCOLES

“ Santo es el Señor, nuestro Dios ”




No es fácil, ni tiene aliciente para nosotros, salir a buscar tesoros materiales escondidos en alguna parte del mundo. Pero todos somos testigos de haber encontrado personas que han sido y son “verdaderos tesoros”. Una buena familia es un tesoro; un buen amigo es un tesoro; una pareja de enamorados es un tesoro; un matrimonio ilusionado es un tesoro.

según san Mateo 13,44-46 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. 

 El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».


El que acepta esa misión de parte de Jesús, se llena de su Palabra, y pone su vida al servicio de esta, tiene “algo” que todos notan, tal como le sucedió a Moisés en la primera lectura de hoy (Ex 34,29-35). Nos relata el pasaje que cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las tablas que contenían Palabra de Dios “tenía radiante la piel de la cara”.


MARTES

“ El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre ”


Nada tenemos que añadir a las palabras de Ntro. Señor. Esta parábola nos hace ver la existencia del mal, que los que colaboran con la siembra del mal se hacen partidarios del Maligno, que tenemos que aprender a convivir con el mal pero no a aprobar el mal, que no nos corresponde a nosotros el juzgar, que tenemos mucho que aprender de la paciencia de Dios.

 Dios sigue dándonos oportunidad para cambiar, que confía en que el mal no tiene la última palabra, que sigue esperando, que tiene que reinar en todos, que Él sigue llevando su obra, que necesitamos aprender a amar como somos amados por Él, que sigue siendo una obra de misericordia aceptar los defectos de nuestros prójimos, que esas mismas limitaciones de los que nos rodean se nos brinda para tener una oportunidad para dar lo mejor de nosotros mismos, para dejarnos podar, y que Dios obre en nosotros capacitándonos a amar lo que humanamente no nos atrae.

según san Mateo 13, 36-43 

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo». 

 Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. 

 Lo mismo que se arranca la cizaña y se echa al fuego, así será al final de los tiempos: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles y arrancarán de su reino todos los escándalos y a todos los que obran iniquidad, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes.

 Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».


La fe nos invita a saber convivir con el pecado y así vencer al mal con el bien, ha hacer frente en la vida de cada día a las dificultades y pruebas de todo tipo. Mientras, tenemos que practicar la paciencia como hace Dios con nosotros hasta que al final de los tiempos brille la luz del bien y reine el amor.


LUNES

“ Yo soy la resurrección y la vida ”



según san Juan 11, 19-27 

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. 

 Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedo en casa. 

Se entera de que anda por allí el amigo de su hermano Lázaro y sale a su encuentro, se pone en camino. Y le habla, lo cual ya era revolucionario que una mujer se atreviera a iniciar la conversación con un hombre por muy asiduo de la casa de Betania que fuera Jesús en sus subidas a Jerusalén.

Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 

 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 

Al igual que a Marta, a su hermana y a Lázaro, Jesús te ama a ti, y le encantaría hospedarse en tu casa, es decir, en tu corazón (Cfr. Ap 3,20). ¿Tienes una habitación dispuesta para recibirle?

 Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Marta hace una profesión de fe magnífica. No entiende las palabras de Jesús. Ni le importa. Tampoco a Jesús. El acto de fe de Marta es como un cheque en blanco. Como decir: dime, Señor, lo que te plazca, que a todo lo que me digas dirá que sí, porque creo plenamente en ti.

 Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 

Se dirige a Jesús con un lamento, como tantas veces hacemos nosotros mismos en la oración, penosos de que la omnipotencia divina no se haya manifestado a nuestro favor. Sólo que en Marta prima la fe en Jesús.

DOMINGO

“ Jesús tomó los panes y los repartió ”





 santo Evangelio según san Juan 6, 1-15 

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. 

Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».

El Señor contempla a la multitud y cuestiona a sus discípulos sobre cómo poder alimentar a tanta gente. Ninguno de sus discípulos ofrece una solución adecuada, sólo escusas; pero he aquí que, en el versículo nueve, aparece un joven (un muchacho o adolescente) que, ante la pregunta planteada por Jesús, le ofrece sus cinco panes y dos pescados.

 Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. 

Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 

Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. 

Fijémonos que inmediatamente Jesús da la orden de que se siente todos, bendice los panes y peces y empieza a distribuirlos. Aquí la importancia del joven: gracias a su generosidad, a su confianza en Jesús, el Señor puede hacer un milagro tan maravilloso.

El Señor puede hacer maravillas cuando encuentra un corazón dispuesto, así lo entendió el joven del evangelio y entregó a Jesús todo lo que tenía.

Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 

Jesús nunca hubiera aceptado esos pocos panes y peces para comer Él y sus discípulos solos. La alegría de Jesús es que “comieron todos”. 

Jesús miró al cielo antes de hacer el milagro. En el cielo está el Padre de todos, que quiere que los alimentos de sus hijos lleguen a todos. Jesús está feliz cuando ve que el alimento ha llegado a todos. No importa que los alimentos no sean exquisitos. Jesús no multiplicó “angulas “ ni siquiera un “pan de trigo”. Eran peces normales y pan de cebada.

Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 

La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo». Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

Qué impresionantes las palabras de Jesús: «Recoged los pedazos que han sobrado, que nada se desperdicie”. Los que hemos vivido en el Tercer Mundo sabemos todo lo que se puede hacer allá, con lo que a nosotros “nos sobra” acá. Y nos seguimos preguntando: ¿Nos es lícito derrochar tanto en cosas superfluas mientras tantos hermanos nuestros carecen de las necesarias?




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