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domingo, 10 de marzo de 2024

ACOGER SU LUZ

  santo evangelio según san Juan (3,14-21) 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.


Toda la historia del hombre está atravesada de punta a punta por un hilo sutil e invisible a veces: El amor incansable de Dios cosido a nuestra carne quebradiza. 
 Un amor descomunal: “tanto amó Dios al mundo, que entregó a su hijo único”.
Vivimos tiempos difíciles para la vida de fe. Pero también son tiempos apasionantes.

Podemos vivir siempre contentos porque Dios nos ama locamente, tanto que nos «dio a su Hijo único» (Jn 3,16). Pronto acompañaremos a este Hijo único en su camino de muerte y resurrección. Contemplaremos el amor de Aquel que tanto ama que se ha entregado por nosotros, por ti y por mí. Y nos llenaremos de amor y miraremos a Aquel que han traspasado (Jn 19,37), y crecerá en nosotros una alegría que nadie nos podrá quitar.

La verdadera alegría que ilumina nuestra vida no proviene de nuestro esfuerzo. San Pablo nos lo recuerda: no viene de vosotros, es un don de Dios, somos obra suya (Ef 2:8). Dejémonos amar por Dios y amémosle, y la alegría será grande en la próxima Pascua y en la vida. Y no olvidemos dejarnos acariciar y regenerar por Dios con una buena confesión antes de Pascua.



Señor que, al contemplarte en la cruz, vea con los ojos de mi corazón un signo de amor, de perdón, de liberación. Dame la gracia de contemplarte como lo hizo tu Madre santísima allí al pie de la cruz; que sea fuerte y que pueda acompañarla, que la pueda consolar, que pueda ser otro san Juan que no tenga miedo a la cruz, que sea perseverante hasta el final.

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