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jueves, 3 de octubre de 2024

COROZAIN Y BETSAIDA

evangelio según san Lucas (10,13-16) 

En aquel tiempo, dijo Jesús: «¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida!  



Las palabras de Jesús a las ciudades vecinas de Corazaín y Betsaida no es una amenaza ni suena a condena. Es una llamada a acoger la gracia, la fe en Dios. Así cuando la luz de la fe se proyecta sobre la vida, hace que nuestros actos vayan impregnados de amor, impulsados por la atención dirigida a los otros y por el deseo de hacer que nazca en ellos la felicidad. 

Si falta esta fuerza de amor, no sólo el hombre y el mundo se secan y se endurecen sino que queda bloqueado en el hombre el proyecto creador de Dios. A esta realidad le llamamos pecado: cuando le damos la espalda al amor de Dios. 

Ese es el pecado de estas ciudades. Pero ¿quien podrá impedir a Dios que ame? ¿Quién podrá impedir a la fuente que tienda hacia el océano y a la savia que lleve la promesa de las flores? Basta con que reconozcamos nuestra pobreza y un tímido deseo de amar abran una fisura en nuestro corazón endurecido: entonces la fuente nos empapa, la savia de la gracia sube dentro de nosotros. Sin eso, Dios no puede hacer nada. 

Por eso precisamente Corazaín y Betsaida son más desgraciadas que Tiro y Sidón. ¡Qué pobre es nuestro amor! Pero sólo el DESEO de amar cada día más y mejor hace posible que el Reino de Dios vaya calando en el corazón de Dios.




El mismo Jesús nos invita a asociarnos a su misión. Pone en nosotros una inmensa confianza: El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. Lo hizo con los Doce, luego con otros setenta y dos discípulos, y lo hace ahora con nosotros mismos y con todos sus seguidores de todos los tiempos. 

Pero también nos advierte que la misión no sólo es abundante, sino que tiene dificultades… por eso en el texto de Lucas, Jesús, a propósito del rechazo, no se refiere a personas en particular, sino a ciudades, grupos de personas, conglomerados sociales y ¿ qué nos dice esto a nosotros hoy como sociedad? Tal vez las circunstancias en las que tenemos que desempeñarnos como discípulos misioneros nos desalientan; nos tientan a cuestionarnos, nos interpelan, pero en definitiva nos invita a seguir depositando nuestra esperanza en el Señor.

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