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miércoles, 28 de junio de 2023

POR SUS FRUTOS LOS CONOCEREÍS

 según san Mateo 7,15-20 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. 



Hoy el Señor nos regala no sólo una frase tomada de la sabiduría popular sino todo un estilo de vida:"por sus frutos los conoceréis". Nos hace falta un poco más de humildad para reconocer al “fariseo” que todos llevamos dentro. 

Para darnos cuenta de que las palabras de Jesús se dirigen también a nosotros, pues todos somos profetas y todos tenemos la tentación de ser falsos profetas al cuidar más las apariencias que lo que hay en nuestro corazón.

La higuera se distingue del cardo (por usar los términos de la comparación evangélica de Mateo) porque da higos. Y la vid de la zarza porque da uvas.

NOSOTROS

Según este evangelio las personas pueden ser: personas-oveja y personas-lobo. Pero es importante que sepamos distinguirlos. ¿Cómo? Sólo por las obras. La persona-lobo, aunque se disfrace de oveja, es violenta, agresiva, crea conflictos, disensiones, divisiones, enfrentamientos.

El hombre religioso amigo de Dios da un fruto diferente al del hombre que sólo sigue su criterio e impone su voluntad cada día. Esa es la explicación que Jesús quiere recalcar a sus discípulos: que no es cuestión de palabrería -esa que nos sobra a nosotros- sino de actuaciones. El refranero lo dice con exacta sabiduría popular: obras son amores y no buenas razones.

Los frutos del espíritu de Dios -nos recuerda S. Pablo- son: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad amabilidad y dominio de sí.

¿Y cuales son los frutos por los que se conoce al discípulo de Jesús? La practica de las bienaventuranzas, el perdón y el amor a todos, -incluso a los que nos desean mal-, la limosna, el desprendimiento, la oración, el no juzgar… 

 El amor nos modela, nos transforma y aunque los frutos no son lo más importante, es verdad, como nos recuerda, Santiago, el apóstol, ellos muestran nuestra fe, si es el amor el que nos mueve, no podrá uno menos que dejarse modelar por el pensar, hablar y actuar de Ntro. Señor, queriendo imitar al que nos muestra el camino a seguir. El Señor nos recuerda que el que me ama, guarda mis mandatos. 

El amor siempre quiere complacer al amado, no lleva cuentas del mal, vence al mal a fuerza de bien, busca el perdón, intenta ponerse en el lugar del otro, justifica, incluso, intercede por los que le hacen mal, “no saben lo que hacen”, ora por ellos.

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