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sábado, 2 de noviembre de 2024

MARTA, MARIA Y LAZARO

según san Juan 11, 17-27 

 Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.


Yo soy la resurrección y la vida. ¿Crees esto? 

Una familia amiga de Jesus

Marta y María. Separadas nos llevan a una visión sesgada del encuentro con Jesús y de la recepción del Reino. No es difícil imaginarse cómo era Lázaro entre dos hermanas: la mandona y la callada; la intrépida Marta y la tranquila María. 

Y él, Lázaro, que significa ’el ayudado por Dios’, en el medio, pacificando muchas veces, quitando la razón a una y dándose a la otra según las circunstancias. A veces se hartaría de las dos hermanas y se iría al huerto a cavar, desbrozar o sentarse a pensar a la sombra de alguna higuera. 

Lázaro se ha adelantado en esa experiencia personal de la muerte. No sabemos cómo fue. Lo que sí sabemos es que Jesús le consideraba ’su mejor amigo’. Todo un lujo. 

Fácil es acudir al recurso de la ’acción/contemplación’. Marta la activa y María la contemplativa. Mejor será acudir a la solución intermedia, ya que la una sin la otra no se sostienen, del Lázaro equilibrado, sensato, prudente, mediador. 

 Y Marta, saliendo al encuentro de Jesús que viene a acompañarlas, se queja dolorida por ese aparente abandono: si hubieras estado aquí… sí, ya sé que resucitará en el último día, pero… Y Jesús se reafirma con contundencia: Yo soy la resurrección y la vida. 

¿Crees esto?... Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo… Parece un juego de ’yoes’, a ver quién de los dos tiene más fuerza; pero bien analizado vemos que no hay yoísmo alguno, sino centralidad de la fe, y con ella, de la esperanza, que se fundamentan en la amistad, en el afecto mutuo entre los cuatro: Jesús, Marta, María y Lázaro. 



 Todos tenemos experiencia familiar y sabemos que muchas veces, la mayoría, un hermano no es amigo, es relación afectiva impuesta por los alzos de sangre; en cambio, tenemos la experiencia de que un amigo fiel tiene todas las características de la hermandad, sin pedir nada a cambio. 

Acabamos de leer en el Evangelio son precisamente estad alegres y contentos. Ésa es la verdadera santidad,  que sepamos transmitir, que no se eleva a los arrebatos místicos y experiencias sobrenaturales; el vecino de enfrente, la señora que da los buenos días y da las gracias, santos niños obedientes… entre muchas otras cosas que suceden a nuestro alrededor y que no nos damos cuenta.

 Por eso, con esta festividad y este evangelio de Juan, tan proclive a la amistad, tenemos los hilos suficientes para tejer un buen vestido estival que nos proteja en estos meses que van a ser duros y nos van a exigir verdadero sentido de la fraternidad y del servicio..

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