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sábado, 26 de octubre de 2024

LA HIGUERA SECA

 santo evangelio según san Lucas (12,54-59) 

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace.


Jesús reprocha a la gente que sepa interpretar qué tiempo va hacer pero anda muy lejos de comprender el signo por excelencia que es Él mismo. 

¿Por qué en el mundo hay tanto sufrimiento? ¿Por qué parece que Dios no actúa? ¿Es acaso que Dios se olvida de alguna de sus criaturas? Era la misma pregunta que se hacían los israelitas al ver las desgracias que sucedían; sin embargo, Jesús les invita a pensar más allá. 

Los sufrimientos de esta vida siempre van a existir independientemente de nosotros. El mayor dolor que quiere evitarnos Él es el sufrimiento eterno, por eso nos hace la invitación desde el fondo de su corazón: ¡Conviértanse! 

Vuelvan a mí que tanto los amo, porque los sufrimientos de esta vida no son ni siquiera comparables al gozo de la vida eterna. 

 Jesús es ese agricultor paciente que, aunque nuestra vida no esté dando quizás los frutos en abundancia como la higuera seca, espera y nos ayuda con sus regalos de la gracia para que podamos dar fruto. 

Ante la tristeza, el desaliento, la indignación, el pecado, Cristo confía en nosotros, aunque nosotros hayamos perdido nuestra confianza. Él nos llama a esa sincera conversión y a la vez nos da las herramientas para alcanzarla. Cada uno de nosotros tiene un potencial enorme para dar fruto: ¿por qué te resistes a dar lo que Dios pide de ti? ¿Por qué te resistes a ser la mejor versión de ti mismo? Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar, te enseña a que hagas cuanto puedes, y a que pidas lo que no puedes, según decía san Agustín.


 Si nuestro corazón no presta atención y cae en la cuenta que la presencia de Jesús entre nosotros conlleva practicar la justicia y la caridad, difícilmente podremos ser sus discípulos.

 Dios quiere que sus discípulos sepamos "discernir" más allá de las apariencias y vivamos reconciliados. Son las dos tareas más urgente que Jesús impone a todo el que quiera entrar en el Reino.
 En definitiva, el verdadero discípulo es el que mira la vida en profundidad y procura la paz a su alrededor. Es el que no se deja atrapar por el remolino de la falta de perdón y practica la misericordia y la reconciliación.




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