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viernes, 9 de agosto de 2024

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO


 SÁBADO

“ Donde esté yo, allí estará mi servidor ”




Y en la vida podemos optar por dos cosas: a) por “quedarnos solos” guardando la vida, conservándola de una manera egoísta, sin dar ningún fruto, y al final “muriéndonos de asco”; o entregarla a los demás convirtiéndonos en “pan” para ser partido y comido por los demás al estilo de Jesús en la Eucaristía.



del santo evangelio según san Juan 12, 24-26 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. 

 Hacer de la vida una entrega desinteresada por los demás, especialmente por los que más lo necesitan, eso es llenar la vida, eso es acertar en la vida. Pero hay más. El grano, además de hacerse pan, debe también convertirse en “semilla”.

 El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiere servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará».

 El buen cristiano no sólo se preocupa del presente inmediato, de las personas a las que puede ayudar y servir mientras vive. Como Jesús, debe dejar semillas para los que vienen detrás, para que también ellos se aprovechen y puedan cosechar un fruto que ellos no han sembrado.



 ¡Qué vida tan bonita! Vivir desviviéndose uno por la gente y seguir dando fruto aún después de muerto. ¿No te apuntas a esta maravillosa aventura?

VIERNES

 “ Las que estaban preparadas entraron ”



«El Evangelio de hoy es una célebre palabra, que habla de diez jóvenes invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del Reino de los cielos, de la vida eterna. Es una imagen feliz, con la que sin embargo Jesús enseña una verdad que nos hace cuestionarnos; de hecho, de aquellas diez chicas: cinco entran en la fiesta, porque, a la llegada del esposo, tienen aceite para encender sus lámparas; mientras que las otras cinco se quedan fuera, porque, tontas, no han llevado aceite.

según san Mateo 25,1-13 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: - "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. 

Llega la hora final, el Esposo se aproxima y las vírgenes aguardan el momento del encuentro definitivo para mirar cara a cara a quien han tenido en el corazón todo el tiempo. Pero ya no hay tiempo para más.

Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 

A medianoche se oyó una voz: - ¡Que llega el esposo, salid a recibidlo!. Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. 

Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". 

Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os compréis". 

 Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete, y se cerró la puerta. 

Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". 

Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora".


Hoy, Señor, quiero iluminar la lámpara de mi vida con la tuya. “Quiero que tu luz me deje ver la luz” (Sal. 36,9). 

 La lámpara de mi vida con frecuencia se apaga, si no se deja iluminar por tu Luz. Yo no puedo presumir de ser astro con luz propia; pero no me importa con tal de ser iluminado por Ti, mi Sol, que alumbras siempre y nunca te apagas.


JUEVES


«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»




Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-23

 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» 

Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». 

Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»

 Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». 

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. En estas palabras, sencillas pero profundas, tengo un resumen del mensaje contenido en el Evangelio. «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus Caritas est, 1). Cristo mismo es la Buena Noticia que ha entrado en mi vida. Saber que tengo un Salvador da una perspectiva totalmente nueva a todo lo que hago, una «orientación decisiva» de cada acción, hacia un Dios que vive en mí.

Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». 

Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» 

Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!




Conocer a Cristo no es un fenómeno repentino, de la noche a la mañana. Así como en las madrugadas va saliendo el sol, poco a poco la luz y el calor lo inundan todo, pero todavía queda algo de oscuridad, algo así pasa con descubrir a Cristo. Pedro tenía ya una idea de Jesús, pero poco después de su profesión de fe veo que no ha captado el mensaje completo. Su vida no estaba del todo conformada con el Señor.


MIERCOLES

“ Mujer, qué grande es tu fe ”



Jesús alaba la fe de la mujer cananea, que es tanto como decir pagana, excluida del pueblo elegido de Israel con quien Dios selló la Antigua Alianza que ahora va a renovar el Cristo.

Otro detalle de este pasaje es que, con su gesto, Jesús abrió las puertas a los paganos, apartándose así del pensamiento judío de exclusividad como “pueblo elegido”.

según san Mateo 15, 21-28 

En aquel tiempo, Jesús se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». 

Jesús provocó el encuentro, tomó la iniciativa de salir fuera del territorio de Israel.

 Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando» 

 Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». 

 Ella se acerco y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame».

Jesús dedica tiempo a esta mujer, no tiene prejuicios, ni prisa cuando está con ella, y actúa con total libertad, a sabiendas de que se trata de una mujer, y ésta extranjera.

 Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». 

 Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos». 

Aquella mujer cananea creyó en Jesús y en su Palabra, y creyó que Jesús podía curar a su hija. Por eso no se rindió y continuó insistiendo

 Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». 

 En aquel momento quedó curada su hija.


En nuestro peregrinar siguiendo los pasos del Maestro, surgirán muchas distracciones, muchas tormentas, muchos mares embravecidos, muchos aparentes desprecios de parte de Dios, muchos momentos en que Dios aparenta ignorar nuestras súplicas. Y la mujer cananea nos brinda el mejor ejemplo: perseverar en la fe. Y Jesús, que es el mismo ayer, hoy y siempre, nos dirá: “qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. Señor yo creo, pero aumenta mi fe; dame la fe de la mujer cananea.

MARTES

MARTES

“ Este es mi Hijo amado, escuchadle ”



, Jesús se trasfigura en la montaña, mostrando su gloria a los discípulos como anticipo de la resurrección.

Evangelio según San Mateo 17,1-9 

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. 

 Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 

 De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 

La aparición de Moisés y Elías, representantes de la Ley y los Profetas, manifiesta que Jesús es la nueva y definitiva revelación,

 Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: 

«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». 

 Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo». 

La voz de Dios, que, al igual que en el Bautismo, identifica a Jesús como su Hijo y pide que se le escuche.

 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis». 

 Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. 

 Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

Los discípulos han de seguir el camino de Jesús hasta el momento de su resurrección, cuando será posible entender el significado pleno de su vida entregada y las implicaciones para su fe y su misión.


¿Qué hacía de Jesús un hombre transfigurado? Y ¿en qué se notaba? Según los datos que nos aportan las narraciones evangélicas, lo que mostraba a Jesús como un hombre transfigurado era su bondad, su compasión, su autenticidad, su integridad y coherencia, su libertad, su vivencia de Dios”

LUNES

“ Partió los panes y se los dio ”



según san Mateo 14,13-21 

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. 

Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados. Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. 

La multiplicación de los panes y los peces empieza por una mirada llena de compasión. Dice el evangelista Mateo que Jesús vio una multitud que lo seguía y se compadeció de ellos.

Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer». 

Los discípulos lo apremian para que despida a la muchedumbre y el gentío llegue a tiempo de comprar comida en las aldeas cercanas. Pero Jesús vuelve a mostrar su misericordia y urge a los apóstoles a que repartan ellos la comida para ahorrarles el trabajo.

 Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer». 

la gente buscaba al Señor, incluso llegaban a pasar hambre por estar al lado suyo. La gente había llegado para escuchar la Palabra de Dios y, para ello, habían dejado todo lo demás. 

 Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces». 

 Les dijo: «Traédmelos». 

 Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. 

Como siempre, Jesús, con sus gestos, nos está mostrando el camino a seguir. No se limitó a compadecerse, sentir lástima. Pasó de compadecerse a compartir. Compartió todo lo que tenía: su Palabra, su Persona, y su Pan. Y en ese compartir todo se multiplicó. Ese milagro lo vemos a diario en los que practican la verdadera caridad; no dar lo que sobra, sino lo que tenemos; mucho o poco.

Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.


Hoy, necesitamos crecer en confianza en el Señor, y ser como la gente que nos aparece en este pasaje, que sin tener aparentemente nada, tenían lo más importante: La presencia de Jesucristo. La invitación constante que nos hace el Señor: “Venid a mí, y yo os aliviare…” “y encontrareis vuestro descanso”.

DOMINGO

“ El que viene a mí no tendrá hambre ”


En el evangelio de Juan hay un diálogo de gran interés, que Jesús mantiene con una muchedumbre a orillas del lago Galilea. El día anterior han compartido con Jesús una comida sorprendente y gratuita. Han comido pan hasta saciarse. ¿Cómo lo van a dejar marchar? Lo que buscan, quizá, es que Jesús repita su gesto y los vuelva a alimentar gratis. No piensan en nada más.

del santo Evangelio según San Juan 6, 24-35

 En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. 

Jesús los desconcierta con un planteamiento inesperado: «Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el que perdura hasta la vida eterna». Pero ¿cómo no preocuparnos por el pan de cada día? El pan es indispensable para vivir. Lo necesitamos y debemos trabajar para que nunca le falte a nadie. Jesús lo sabe. 

El pan es lo primero. Sin comer no podemos subsistir. Por eso se preocupa tanto de los hambrientos y mendigos que no reciben de los ricos ni las migajas que caen de su mesa. Por eso maldice a los que almacenan el grano sin pensar en los pobres. Por eso enseña a sus seguidores a pedir cada día al Padre pan para todos sus hijos.

 Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios». 

 Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?». 

Pero Jesús quiere despertar en ellos un hambre diferente. Les habla de un pan que no sacia solo el hambre de un día, sino el hambre y la sed de vida que hay en el ser humano. No lo hemos de olvidar. En nosotros hay un hambre de justicia para todos, un hambre de libertad, de paz, de verdad. Jesús se presenta como ese Pan que nos viene del Padre, no para hartarnos de comida sino «para dar vida al mundo». 

 Este Pan, venido de Dios, «perdura hasta la vida eterna». Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte.

 Respondió Jesús: «La obra que Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado». Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer “». 

 Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo.

Este Pan, venido de Dios, «perdura hasta la vida eterna». Los alimentos que comemos cada día nos mantienen vivos durante años, pero llega un momento en que no pueden defendernos de la muerte. Es inútil que sigamos comiendo. No nos pueden dar vida más allá de la muerte. 

 Jesús se presenta como ese Pan de vida eterna. Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Pero, creer en Cristo es alimentar en nosotros una fuerza indestructible, empezar a vivir algo que no terminará con nuestra muerte. Seguir a Jesús es entrar en el misterio de la muerte sostenidos por su fuerza resucitadora.

 Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás».


aquellas gentes de Cafarnaún le gritan desde lo hondo de su corazón: «Señor, danos siempre de ese pan». Desde nuestra fe vacilante, nosotros no nos atrevemos a pedir algo semejante. Quizás, solo nos preocupa la comida de cada día. Pero lo importante es llenarnos de Dios, que es el que colma de verdad todas nuestras «hambres», que deben ser de vida eterna, aquí y ahora, y sacia todas nuestras necesidades…

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