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sábado, 30 de marzo de 2024

VIGILIA PASCUAL 2024

 VIGILIA PASCUAL



El Padre no quiere la muerte de Jesús, como no quiere la de ninguno de nosotros. El Padre apuesta siempre por la vida y nos libera de las ataduras de la muerte. 

 Por eso, la liturgia de la Vigilia Pascual que celebramos esta noche está llena de símbolos de vida: la luz, la Palabra de Dios que hace surgir la vida y la conserva con amor y con sentido, el revuelo de las campanas acompañado el canto del gloria, el agua que limpia, refresca y regenera por doquier, la celebración eucarística que es encuentro y comida gozosa con el Resucitado, todo nos introduce en el misterio de Dios, el amigo de la vida.

“ ¿Buscáis a Jesús? No está aquí. Ha resucitado ”



Primera lectura Lectura del libro del Génesis 1, 1 - 2, 2

Lectura del Génesis 22, 1-18

Segunda lectura Lectura del libro del Éxodo 14, 15 - 15, 1

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11


Evangelio según san Marcos 16, 1-7 

La Iglesia celebra con júbilo la fiesta principal: el triunfo de su Cabeza, Cristo Jesús. La Resurrección de Jesucristo es un hecho del que no podemos dudar.

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús.

 Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. 

Y se decían unas a otras: – «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» 

Pero muy pronto María Magdalena y la madre del Apóstol Santiago, recibían un testimonio indudable, comprobado después con muchas apariciones, realizadas de tal modo que excluyen del todo la sospecha de alucinaciones: «No os asustéis. Estáis buscando a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron»

mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. 

Y se asustaron. Él les dijo: – «No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? 

No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron. 

Además del gozo por el hecho de la Resurrección de Cristo, este acontecimiento nos trae la alegría de contar con una respuesta, jubilosa y clara, a los interrogantes del hombre: ¿qué nos espera al final de la vida?; ¿qué sentido tiene el sufrimiento en la tierra?

Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo.»

No podemos dudar de que, después de la muerte, nos espera una vida nueva, que será eterna



San Pablo lo afirma con gran convencimiento: «Si hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con Él. Sabemos que Cristo, habiendo resucitado, no volverá a morir.

SÁBADO SANTO



El Sábado Santo es el nombre que algunas denominaciones cristianas dan al sábado de la semana del primer plenilunio de primavera.

 Es el tercer día del Triduo Pascual, que concluye con las primeras Vísperas del Domingo de Resurrección culminando así para los cristianos la Semana Santa.

Tras conmemorar el día anterior la muerte de Cristo en la Cruz, se espera el momento de la Resurrección.
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Es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su Descenso al Abismo. Una vez ha anochecido, tiene lugar la principal celebración cristiana del año: la Vigilia Pascual.


Es un día de luto, pues se trata de un día de silencio, no hay celebración eucarística. En la Iglesia católica también se conmemora la Soledad de María después de llevar al sepulcro a Cristo, quedando en compañía del Apóstol Juan.


. Hoy la Iglesia se abstiene absolutamente del sacrificio de la Misa, al igual que el Viernes Santo. La Sagrada Comunión puede darse solamente como viático.

No se conceda celebrar el Matrimonio, ni administrar otros sacramentos, a excepción de la Penitencia y la Unción de los Enfermos.


 Hasta la reforma litúrgica de la Semana Santa acometida por el papa Pío XII (encargada en 1955 a Monseñor Annibal Bugnini) se llamaba a este día Sábado de Gloria, pues la celebración de la Resurrección (la Vigilia Pascual) tenía lugar ya en la mañana del sábado, debido a la norma del ayuno preparatorio a la Comunión sacramental desde la medianoche precedente.
 Considerando que el Viernes Santo ya había sido día de ayuno, era excesivo prolongarlo un día más casi completo.
En 1951 Pío XII permitió, mediante el decreto “Dominicae Resurrectionis” de 9 de febrero (Vid. AAS 43 (1951), pp. 128-129), que la vigilia se realizase de noche, lo que fue obligatorio tras el decreto “Maxima Redemptionis” de 16 de noviembre de 1955 (Vid. AAS 47 (1955), pp. 838-841)

 Desde entonces dicha Vigilia se celebra más razonablemente en horas de la noche, el Sábado Santo queda para los católicos más como un día de espera, expectante por la gran celebración que tendrá lugar unas horas más tarde. Esto se vio facilitado también por la reforma al ayuno preparatorio a tres horas antes de comulgar.

 El Concilio Vaticano II actualmente tiene fijado el ayuno en una hora antes de la comunión.


viernes, 29 de marzo de 2024

VIERNES DE DOLORES EN SIRUELA

El rey del cielo mi buen Jesús......por mis pecados esta en la cruz
por mis pecados muere mi Dios.... perdón Dios mio...perdón, piedad


Llora la Virgen........Madre de Amor



por que yo ofendo a su hijo Dios.....ay Madre mia





 
no mas pecar.....cesen tus lagtimas

`perdon, perdón, piedad.










MONUMENTOS EUCARÍSTICOS

 Tras la celebración de la Misa de la Cena del Señor, en Jueves Santo, tradicionalmente se reserva la Eucaristía en un lugar especial del templo. 





Mi parroquia, Siruela




Se llama monumento de Semana Santa a la capilla o altar donde se reserva la hostia consagrada, desde el Jueves al Viernes Santo




 La tradición pudo tener origen de la antigua disciplina eclesiástica según la cual muchos días y en especial los viernes, no se consagraba y entonces se solían reservar en un lugar a propósito hostias consagradas en los días anteriores, ya para Viático de los enfermos, ya para comulgar el sacerdote en dichos días. 

Convento de las RR Clarisas



Por esto el Jueves consagra el celebrante dos hostias de las cuales consume una y otra se lleva en procesión solemne y se reserva en el Monumento hasta el día siguiente Viernes en el que no se consagra y por cuya razón se llama aquella misa, de Presantificados, es decir, de objetos santificados anteriormente.


 Además, la ceremonia de depositar el Cuerpo del Señor con la solemnidad que ahora se practica sirve para mover a los fieles a considerar las angustias y trabajos que padeció del Jueves al Viernes. 

Simboliza también el tiempo que Jesucristo estuvo en oración en Getsemaní, que fue tomado preso, llevado ante diferentes tribunales (Visita a las 7 iglesias) etc.


No hay memoria de que en la Iglesia goda se hiciesen Monumentos como ahora. Antes bien algunos habían introducido la costumbre de tener las iglesias cerradas todo el Viernes Santo, como que para este día no había oficios especiales por cuyo motivo mandó el IV Concilio de Toledo que lo ocupasen los obispos y curas en predicar la Pasión del Señor y en disponer a los fieles para la Comunión pascual. 

 El llamado Monumento por antonomasia, que damos al sepulcro del Señor, se dispone ahora de antemano en una capilla lateral del templo o en una capilla ubicada fuera del templo pero cercana a este, sin que pueda entonces celebrarse en él la misa del Jueves, ni la solemne liturgia del Viernes, ni tampoco el Oficio de tinieblas. 

Debe tener un altar sobre el cual se ha dispuesto sagrario vacío, que reciba en su interior los copones con las formas consagradas en la Misa en la Cena del Señor. 

Mi parroquia virtual, Capilla San Fermín de Pamplona





Si el sagrario habitual está ubicado en una capilla lateral fuera del presbiterio, puede usarse ese mismo sagrario para monumento con tal que al inicio de la Misa de la Cena del Señor esté vacío y abierto, y que reciba las hostias que han sido consagradas exclusivamente en la Misa del Jueves Santo. 

 Puede adornarse el Monumento con todo el aparato festivo, colgaduras , frontal blanco , flores y un competente número de velas blancas las cuales no pueden ser menos de doce, según lo dispuesto por Benedicto XIV.


Los Monumentos antes lo que he rezado  este Jueves Santo.

jueves, 28 de marzo de 2024

SEMANA SANTA JUEVES SANTO Y VIERNES SANTO ,

  VIERNES SANTO

Lectura de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1 — 19, 42

“ Está cumplido ”


En Viernes Santo celebramos la Pasión de Cristo, con una liturgia austera; no de luto, sino de llanto esperanzado. Con celebración o sin ella, hoy podemos meditar la Pasión del Señor, orar el dolor de la humanidad; adorar la cruz propia o de los más cercanos, y la comunión con Jesús. 


En uno de los muchos viernes santos en los que Fray Luis de Granada predicó este evangelio, subió al púlpito y comenzó con estas palabras: "Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan".Y no pudo decir más. Una emoción incontenible se apoderó de él; sintió que la voz se le cortaba, estalló en sollozos... y con el rostro bañado en lágrimas se bajó del púlpito sin decir una palabra más. Este testimonio de fe nos dice que estamos implicados en la Cruz de Cristo, que no es un mero dato de la historia, consignado en los evangelios, sino algo que nos concierne a todos y por ello tiene una profunda actualidad.

Su cruz es nuestra cruz, su crucifixión es nuestra crucifixión. ¿Y la cruz de los demás?. Hoy podemos ver por televisión todas las miserias del mundo, pero sin compadecernos. El torrente de informaciones sobre la miseria nos ha endurecido y cerrado internamente, sin meternos en la piel del otro. Sólo se busca la propia felicidad. Pero ésta es inalcanzable cuando uno se obliga a pasar de largo frente al dolor



. Evocando la experiencia de Fr. Luis nos preguntamos: ¿Qué alcance tiene saber que Jesúsmurió por mi, a causa mía, para mi salvación?. ¿Cómo me sitúo ante la Pasión de Jesús, en los crucificados de hoy?


JUEVES SANTO

“Señor Dios nuestro, nos has convocado esta tarde para celebrar aquella misma memorable Cena en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el banquete de su amor, el sacrificio nuevo de la alianza eterna; te pedimos que la celebración de estos santos misterios, nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida. Por Jesucristo nuestro Señor”.

“ Los amó hasta el extremo ”






según san Juan 13, 1-15 

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

En el Evangelio de hoy nos encontramos con el lavatorio de los pies. En el inicio, el evangelista, nos resalta que “los amó hasta el extremo”. Nos pone delante de lo que da sentido a todo lo que esta por venir. Su amor lo lleva a vivir su entrega total, sin reserva, amor que da la vida, amor que se hace perdón, amor que salva. San Pablo tiene plena convicción y llega a confesar: “me amó y se entregó por mí”.

 Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

El Señor no tiene inconveniente en rebajarse para lavarnos los pies y hacernos hermanos suyos. Lavar los pies se consideraba un servicio de esclavos. Es bueno que sepamos esto, para que podamos llegar a comprender el grado de humildad de Ntro. Señor Jesucristo.

 Llegó a Simón Pedro, y este le dice: «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?». Jesús le replicó: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde». Pedro le dice: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Simón Pedro le dice: «Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

 Jesús le dice: «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. 

De ahí que nos resulte más entendible la reacción de resistencia mostrada por Pedro a que Jesús le lave los pies. Lo extraño y lo admirable es que Jesús, siendo el Señor y plenamente consciente de su dignidad, haga este servicio. La respuesta de Jesús indica que su gesto esconde un gran misterio.

También vosotros estáis limpios, aunque no todos». Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. 

En él revela todo el sentido de su vida. Jesús vino al mundo a servir y no a ser servido. “Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. En definitiva nos invita a aprender de Él. Su gran humildad y la importancia de servir al otro. A la luz de la resurrección comprenderán los discípulos que el servicio de Jesús consiste no sólo en lavarles los pies, sino en lavar con su sangre los pecados del mundo.

Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».


En la Eucaristía que celebraremos esta tarde, somos nosotros los que hemos sido sentados a la mesa del altar en este cenáculo para actualizar la última cena del Señor. Debemos poner especial interés en que no quede sólo en unos ritos externos y en la repetición de ciertas fórmulas litúrgicas. Lo que sucederá en nosotros esta tarde es que Jesús se ha reunido con nosotros y nos habla con sus palabras, con sus gestos lo mismo que al grupo de discípulos en el cenáculo de Jerusalén

miércoles, 27 de marzo de 2024

CITA DEL EVANGELIO

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. 


Se nos invita a ahondar en la traición de Judas, comienza su pasión con un hecho muy doloroso, con la traición de uno de los suyos, con la infidelidad y deslealtad de uno de sus amigos, con la falsedad de uno del grupo de sus íntimos, con la traición de un discípulo. Cuando el Señor anticipa lo que pronto va a pasar: “uno de vosotros me va a entregar”, nos cuenta el pasaje que los discípulos se entristecieron y se pusieron a preguntarle uno tras otro: “¿Soy yo acaso, Señor?”

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».


Que menos que traer a nuestra oración esta pregunta, detenernos en nuestra oración en nuestras caídas, cuando sucumbimos al pecado, cuando ofendemos al Señor y nos alejamos de Él, cuando se apodera de nosotros la tristeza por nuestras faltas de amor y entrega. Pero no debemos quedarnos ahondando solo en nuestra caída, tenemos que dejarnos levantar y reiniciar de nuevo nuestro seguimiento, no quedarnos hundidos en la miseria, sí, llorar nuestros pecados, entregárselos a quien puede sanarnos con su gracia, permitirle que nos cure y experimentar su perdón.

martes, 26 de marzo de 2024

LUNES ,MARTES Y MIERCOLES DE LA S, SANTA

MIERCOLES

“ ¿Soy yo acaso, Maestro? ”


según san Mateo 26, 14-25 

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». 

Judas ni siquiera pone precio. El precio lo ponen los compradores. Jesús en el mercado vale muy poco. Y sin embargo nosotros para él valemos mucho. “No nos ha comprado con oro ni plata sino con su preciosa sangre”. (I Pedro 1,19)

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. 

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?». 

Él contestó: «Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle: “El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”». 

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. 

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar». 

A pesar de ir en contra de “su grupo” lo pusieron. Es cierto que el “colegio apostólico” quedó manchado con ese pecado de traición, pero no quisieron ocultarlo ni taparlo. Que sirva de ejemplo para las comunidades cristianas posteriores. Una lección que nos está dando el Papa Francisco todos los días. Dentro de la Iglesia hay traidores que venden a Jesús a precio de dinero, de poder o de búsqueda de privilegios o dignidades.

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo acaso, Señor?». 

Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. 

El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Dios nos ha hecho libres y sabía bien a qué se arriesgaba. Y, sin embargo, prefirió ir a la cruz, antes de cercenar nuestra libertad. Si tanto valora Dios nuestra libertad que nos deja libres para hacer el mal, ¿hemos pensado en la alegría que podemos dar a Dios haciendo el bien libremente, 

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar: «¿Soy yo acaso, Maestro?». Él respondió: «Tú lo has dicho».


Este miércoles santo quiero pensar en la traición de Judas. Y me horroriza lo que dice el evangelio: “Uno de los doce”. Uno que había comido y bebido contigo tantas veces. Uno que había escuchado de tus labios las palabras más dulces, más bondadosas, más misericordiosas. Y ahora te vende y te traiciona tan mezquinamente. Me pongo a temblar al pensar que también yo, a pesar de ser discípulo tuyo toda la vida, puedo acabar mal. ¡No lo permitas, Señor!

MARTES SANTO

“ Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? ”



san Juan 13, 21-33. 36-38 

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». 

Es impresionante la reacción de Jesús ante la traición de un discípulo: “Se turbó”. Y no es para menos. Jesús tuvo con Judas gestos de especial cercanía. Le ha lavado los pies como a los demás y se los ha secado. En la cena le ha dado el bocado “untado en salsa”, signo de una amistad íntima.

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 

Si el nombre para un judío expresa la esencia de la persona, el verdadero nombre de este discípulo ya no puede ser Juan sino “el discípulo que Jesús tanto quería”. Eso es lo verdaderamente importante que ha ocurrido en su vida

Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 

Desde ahora se llamará “el discípulo amado”. Nos preguntamos, ¿se puede subsanar una traición? Sí, a base de amor. Y el amor desbordante de este discípulo va a compensar con creces la ingratitud del “traidor”

Le contestó Jesús: «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado». Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. 

Entonces Jesús le dijo: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto». 

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

 Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. 

Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 

Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”». 

Lo importante es lo que todavía podemos ser. Me emocionan estas palabras de Jesús: “Hijos míos qué poco me queda de estar con vosotros”. Nunca ha llamado a los discípulos hijos. Y el evangelista que ha sido testigo ocular, dice “hijitos”

Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». 

Como la triple negación de Pedro va a quedar enterrada y olvidada por la triple profesión de fe. Para Jesús poco importa lo que hayamos sido.

Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». 

Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».



Señor, acabo de leer el evangelio que va a ser objeto de mi oración hoy. Hay cosas tan tiernas, tan hermosas y, al mismo tiempo, tan duras, tan dolorosas, que necesito que me envíes el Espíritu Santo para que me ilumine y esto que leo, pura letra, se convierta en mí en experiencia de vida. No quiero hacer del amor una bonita teoría. Quiero hacer de mi amor el fundamento de mi vida.

 LUNES SANTO

“ María, unge los pies de Jesús ”





según san Juan 12, 1-11 

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. 

María unge los pies de Jesús y los seca con sus cabellos, porque cree que es lo que debe hacer. Es una acción tintada de espléndida magnanimidad: lo hizo «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro» (Jn 12,3). 

Es un acto de amor y, como todo acto de amor, difícil de entender por aquellos que no lo comparten. Creo que, a partir de aquel momento, María entendió lo que siglos más tarde escribiría san Agustín: «Quizá en esta tierra los pies del Señor todavía están necesitados.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. 

La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». 

Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. 

Nuevamente, a propósito de otro hecho, se repite la reflexión: no es cierto que, como suponemos, si hubiésemos conocido a Jesús habríamos cambiado de vida.

Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis». 

Y no lo hacemos hoy sólo porque no hemos sido tan privilegiados como quienes lo vieron y convivieron con Él en Palestina hace veinte siglos. En este texto se demuestra que hubo muchas personas a quienes, más a Jesús, les interesaba encontrar pruebas para acusarlo, porque les daba vueltas sus esquemas en los que intentaban atrapar a Dios por medio de mandatos injustificados y ritos hipócritas. “…fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro”

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron no solo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.


Esto nos lleva a preguntar: nuestros esfuerzos por ser cristianos, ¿son por seguir a Jesús o hay de fondo otros beneficios que se buscan con ello? 
¿Cuál es el perfume que tenemos nosotros, el que con tantos esfuerzos hemos conseguido, el que nos ha costado sudor y sangre conseguirlo y que Cristo está deseoso de que lo derramemos en sus pies?

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar». 

 Los discípulos se miraron unos a otros perplejos. por no saber de quién lo decía.

 Juan le preguntó: «Señor, ¿quién es?». 




El pasaje evangélico de hoy nos habla de la traición, y en este caso , una de las más dolorosas, el Señor es prudente pero le hace saber a Judas que sabe lo que va a realizar: “uno de vosotros me va a entregar”. Judas era uno de los Doce, uno de los Apóstoles escogidos por Jesús, pertenecía al grupo de sus colaboradores más cercanos… ¿Por qué pues traicionó al Señor? Que causas llevaron a Judas para entregar al Señor, ¿Cual fue la causa de dicha reacción? No obstante, Jesús trató a Judas como un amigo. Hasta en el momento de la entrega, así le llamó: amigo.

Una cosa que me llama la atención es que Jesús nunca le dice “traidor”; dice que será traicionado, pero no le dice a él “traidor”. Nunca dice: “Vete, traidor”. ¡Nunca! Es más, le llama: “Amigo”, y lo besa. […] el diablo entró en Judas, fue el diablo quien lo llevó a este punto.



«Donde yo voy no podéis venir vosotros». Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». 38Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.


También se nos presenta el dialogo con Pedro, -otro tipo de traición, arrogancia, presunción, debilidad…- los buenos deseos del que será el primer Papa de dar su vida por Jesús y como el Señor le aventuro que iba a ser probado, que experimentaría su fragilidad, debilidad…El canto del gallo y, sobre todo, la mirada de Jesús lo hicieron tomar conciencia de su traición, fue necesario que experimentara y llorase su pecado – lloró amargamente- ya no será el mismo, su bravuconería ha sido humillada, ha probado su medicina, ha visto sus miedos, negaciones, “no lo conozco”… ya no se fía de sus fuerzas, ahora puede ser sanado de su miedo, de su cobardía y negaciones… ya no se apoyara en si mismo, se sabe necesitado, débil, pequeño y necesitado de la ayuda del Señor. El llanto amargo de Pedro nos habla de la gravedad del pecado, pero también nos habla de la necesidad de mirar a Cristo, de dejarnos amar y perdonar por Él.

UNO DE VOSOTROS ME VA A ENTREGAR

santo Evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38

 En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?”. 



Con el Evangelio que meditamos hoy, Jesús nos quiere preparar para que vivamos los días que nos quedan de esta Semana Santa de una forma más intensa y en primera persona. Nos encontramos en el momento más crucial de Jesús con sus discípulos -su último momento juntos-.

 Después de estar tres años con Él, sus discípulos se han acostumbrado a verlo; han vencido dificultades juntos, se han divertido, han visto los milagros, pero en este último momento, están solos con el Maestro. Éste es el momento donde entramos cada uno de nosotros en el Evangelio. En él nos vemos reflejados todos sin excepción. 

 En primer lugar, ¿quién no ha rechazado a Cristo y lo ha vendido por obtener un “bien aparente”? Judas Iscariote siempre aparece como el villano de la película, pero nosotros también tenemos un papel en él. Cuando nos dejamos llevar por el mal, entran las tinieblas en nosotros, nuestros ojos no brillan igual, buscamos escondernos de Dios, vemos nuestra desnudez y queriendo cubrirla nos sentimos más vacíos. Pero lo peor no es esto, lo peor es que no se dejó perdonar juzgándose él mismo. 

 La segunda actitud que encontramos es la del héroe. ¿Quién más que Juan acompañó al Señor hasta su muerte? Esta actitud de valentía Juan no la logró solo, únicamente pudo acompañar al Maestro hasta el final porque confió en Dios y le fue dada la gracia. Por sus propias fuerzas era imposible que se hubiera mantenido al pie de la cruz con el temor a que fuera él el próximo crucificado. La verdadera actitud heroica en este caso es el amar y sentirse amado, ése es el motor del apóstol.

 La tercera actitud es la actitud de la emoción. Pedro precipitadamente le dice a Jesús que lo seguirá donde sea. Jesús, conociendo el corazón de Pedro, sabía que lo iba a negar, que se iba a equivocar, pero Pedro seguía insistiendo que no. Llegada la hora, Jesús tuvo razón. La traición de Judas y la de Pedro fueron exactamente iguales de dolorosas para Jesús. ¿Dónde está la diferencia? Pedro se dejó perdonar, y su emoción repentina se transformó en fuerza para cambiar de vida. De ahora en adelante el centro de su vida sería Jesús, aquel hombre que lo perdonó ya resucitado. 



 El encuentro personal con Jesús no nos puede dejar indiferentes, del encuentro brota la gratitud del que se siente amado y perdonado y de la gratitud brota el compromiso ¿Qué voy a hacer ahora que Cristo se cruzó en mi vida?

¡Señor, dame un corazón agradecido que pueda amarte a pesar de mis muchos errores.

lunes, 25 de marzo de 2024

CITAS DEL EVANGELIO

  María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera.



El Señor se deja querer, acepta la unción, el Señor la une a la unción de su sepultura, como anticipo de que va a ser torturado, muerto y sepultado, una unción para el servicio, una unción para dar la vida, una unción para una entrega total por amor.

La cena de Betania es preludio de la muerte de Jesús, bajo el signo de la unción que María hizo en honor del Maestro y que él aceptó en previsión de su sepultura. 

Pero también es anuncio de la resurrección, mediante la presencia misma del resucitado Lázaro, testimonio elocuente del poder de Cristo sobre la muerte. Además de su profundo significado pascual, la narración de la cena de Betania encierra una emotiva resonancia, llena de afecto y devoción; una mezcla de alegría y de dolor: alegría de fiesta por la visita de Jesús y de sus discípulos, por la resurrección de Lázaro, por la Pascua ya cercana; y amargura profunda porque esa Pascua podía ser la última, como hacían temer las tramas de los judíos, que querían la muerte de Jesús, y las amenazas contra el mismo Lázaro, cuya muerte se proyectaba.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Esto lo dijo no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».

Lla tacañería de Judas Iscariote. 

Son los dos tipos de seguimiento: María y Judas. El amor dilató el corazón de una, la mezquindad cerró de par en par el corazón del otro.

La protesta de Judas no tiene ninguna utilidad, sólo le lleva a la traición. La acción de María la lleva a amar más a su Señor y, como consecuencia, a amar más a los “pies” de Cristo que hay en este mundo.

LA HORA DE LA PASCUA

  santo Evangelio según san Juan (12,1-11): 

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.


El Evangelio de hoy nos presenta la unción de los pies de Ntro. Señor por María, la hermana de Lazaro,

En Betania, seis días antes de la Pascua, en casa de sus amigos, se anticipa la muerte de Jesús con el gesto de María que en vez de guardase el perfume para el día del enterramiento del Señor, lo acaba derramándolo sobre los pies del Maestro. 

el Señor se deja querer, acepta la unción, el Señor la une a la unción de su sepultura, como anticipo de que va a ser torturado, muerto y sepultado, una unción para el servicio, una unción para dar la vida, una unción para una entrega total por amor.

Jesús ha quedado marcado ya para la muerte, del mismo modo que el cordero es marcado para ser llevado al matadero. 

El juicio ha sido ya ejecutado: ya solo es cuestión de días. Y en esta hora aparece Maria con su silencioso gesto de amor, de adoración, sin cálculo ni medida: un perfume sumamente caro que llenó toda la casa con su fragancia, imagen de lo que tiene que ser el verdadero seguidor de Jesús. 

Pero a la donación total sin limites se contrapone la tacañería de Judas Iscariote. Son los dos tipos de seguimiento: María y Judas. El amor dilató el corazón de una, la mezquindad cerró de par en par el corazón del otro. 

 La hora de Betania, es sin duda, la hora donde flota ya en el aire el perfume de la Pascua.



En nuestro bautismo somos ungidos con el santo Crisma para ser olor de Cristo. Para irradiar al Señor con nuestra vida, para mostrar su acción en nosotros, para interrogar con el estilo de vida del Evangelio, para configurarnos cada vez más con Él. Ser olor de Cristo. Llevar su presencia siempre. Vivir en Él. ¡Que dicha más grande! Llamados a ofrecernos y entregarnos lo que somos y lo que hemos recibido, todo de Él, todo para Él y todo con Él.

COLORES LITURGICOS DE SEMANA SANTA


Los colores litúrgicos son aquellos pigmentos específicos que se utilizan para la liturgia cristiana. Son un modo de establecer una conexión "más visual" con el tiempo litúrgico, o bien, con el tipo de evento o celebración a la que asistimos. No obstante, es necesario resaltar que la elección de cada color no es algo fruto del azar, puesto que cada uno de ellos tiene un significado especial.

 Fue el Papa Inocencio III, allá por el siglo XIII, el primer pontífice en "hacer oficial" la asociación de determinados colores a los tiempos litúrgicos. Por aquel entonces, eran cuatro: verde, rojo, negro y blanco.

 Posteriormente, durante el pontificado de Pío V, en torno a 1570, se incorporaron el rosa y el púrpura. Pero también el dorado y el plateado, reservados ambos para las ocasiones más especiales. Además, en España, contamos el privilegio de usar el color azul, que simboliza la pureza y la virginidad, sólo exclusivamente en la fiesta de la Inmaculada Concepción​ y para fiesta marianas donde la Conferencia Episcopal lo autorice. En esta ocasión, nos vamos a centrar, exclusivamente, en los colores del tiempo litúrgico en el que nos encontramos, la Semana Santa. 
En esta época, son tres los colores principales a usar: morado (o púrpura), rojo, blanco y dorado (estos dos últimos de forma conjunta).

 Morado.
 El color púrpura simboliza preparación espiritual y penitencia. Se utiliza los días de Lunes Santo, Martes Santo y Miércoles Santo. Teniendo en cuenta que se asocia con el luto, invita al recogimiento, la reflexión y el arrepentimiento. Es una llamada a la preparación para la Pascua que está por llegar. 

Rojo. 
Este color simboliza la sangre y la fuerza del Espíritu Santo. Se refiere a la virtud del amor de Dios. Es usado principalmente en las fiestas de la Pasión del Señor como el Domingo de Ramos y el Viernes Santo. 




Blanco y/o dorado. 

Este color, el blanco representa a Dios. Simboliza la alegría, pureza, tiempo de júbilo y la paz. Normalmente, el dorado se utiliza en las celebraciones más importantes del año, en este caso, la Vigilia de la Pascua de Resurrección. También el blanco es el color del Domingo de Pascua y el de Jueves Santo, por la tradición de celebrar este día la Misa Crismal en la que se bendicen los óleos que se utilizan durante todo el año. 




Una vez que concluye la Semana Santa, el blanco será el color para el Tiempo de Pascua, hasta que lleguemos, cincuenta días más tarde, a la celebración de Pentecostés. Entonces, regresará el color rojo, símbolo del fuego del Espíritu Santo que inunda el corazón de los apóstoles y todos los que hemos recibido la confirmación.





domingo, 24 de marzo de 2024

IGLESIA DE BETFAGÉ,

 Entre Betania y Jerusalén, sobre la cima del Monte de los Olivos, se encuentra Betfagé. El nombre de esta ciudad significa “Casa de los higos verdes”, probablemente aludiendo al pasaje en el que Jesús, saliendo de Betania, maldice la higuera que no da frutos (Marcos 11, 12-14).




Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: "Id a la aldea de enfrente, encontraréis enseguida  una borrica atada con su pollino,desatadlo y traédmelo.




1. Santuario y convento franciscano de Betfagé.
Hoy en Betfagé encontramos una sencilla iglesia custodiada por los franciscanos donde se recuerda este pasaje. 


La Iglesia de Betfagé que significa "casa de la brevas",1​ es una iglesia franciscana ubicada en el Monte de los Olivos en Jerusalén. 




Contiene una piedra que tradicionalmente fue identificada como la que Jesús habría usado para montar un asno que le sirvió como transporte en el inicio de su procesión a Jerusalén. 





Fue construida en 1883 y remodelada en 1955 por el prominente Arquitecto Antonio Barluzzi. En su interior se resguardan evidencias de la milenaria tradición que corroboran la autenticidad del lugar: una piedra del siglo IV y frescos que corresponden al siglo XII, época de los cruzados. 

En el interior de la Iglesia se encuentra esta obra pictórica realizada por el artista italiano C. Vagarini en los años 1954-55, representando la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén.









 En la parte izquierda vista desde el frente nos podemos fijar en una mujer “velada o cubierta con un velo”, representa la otra parte de Israel… que no reconoce a Jesús como el MESÍAS SALVADOR, viven cubiertos de sus ojos espirituales y no dan ese paso para reconocerlo… prefieren incluso “esconderse” detrás de ese velo… Es un cuadro que nos invita una reflexión más profunda. Unidos en Oración de Esperanza.







Betfagé, aquí comienza la Semana Santa en Jerusalén