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viernes, 22 de septiembre de 2023

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ La guardan y dan fruto con perseverancia ”



El que siembra esparce la semilla con generosidad y alegría, es importante que la siembra sea generosa para poder recoger con abundancia. No se echa la semilla con cuentagotas porque la cosecha sería ridícula. Así, la Iglesia, como hizo Jesucristo, está constantemente anunciando la Palabra de Dios a los hombres, como semilla que al caer en el corazón ha de dar buen fruto.

según san Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo Jesús en parábola: «Salió el sembrador a sembrar su semilla.

 Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso y, después de brotar, se secó por falta de humedad. 

 Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno». 


 Dicho esto, exclamó: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. 

 Él dijo: «A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas,” para que viendo no vean y oyendo no entiendan”. El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. 

 Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. 

 Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes y riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. 

 Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia».




Es tarea de todos y tarea urgente anunciar el Evangelio, hablar de Jesucristo, hacer que su Palabra resuene en el mundo sin miramientos, con alegría y generosidad porque lo nuestro es sembrar y ya el Señor se encargará del crecimiento y la cosecha.

El buen sembrador nunca se cansó de sembrar. Yo también quiero sembrar, sembrar el mundo de paz, de bondad, de sencillez, de amor.

VIERNES

“ Jesús iba acompañado por algunas mujeres ”




según san Lucas 8,1-3 

San Lucas nos muestra cómo Jesús “iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del Reino de Dios”.

 Esa era su única preocupación (Lc 4,43), y toda su vida giró en torno a esa misión. Nació pobre y así mismo murió. Le bastaba con tener qué comer y qué vestir, pues el verdadero misionero depende de la Divina Providencia (Cfr. Mt 6,26). 

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce, y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

 Así, vemos cómo a Jesús y a los Doce les acompañaban un grupo de mujeres, entre las que se encontraba María Magdalena, a quien la Orden de Predicadores venera como su protectora, “que le ayudaban con sus bienes”.

Pero Jesús rompe los esquemas sociales y culturales a la hora de optar por un auténtico feminismo, incluso incorporando a las mujeres a su propia misión evangelizadora. Y fue una mujer, María Magdalena, la que dio a los discípulos la noticia de que Cristo había Resucitado.



Señor, te agradezco que hayas incorporado a la mujer a tu misión, a la construcción del Reino. En medio de un contexto totalmente machista, Tú optaste a favor del feminismo de una manera clara y contundente

Al igual que aquellas mujeres, todos los cristianos tenemos la obligación de contribuir, en la medida de nuestros medios, al sostenimiento de nuestra Iglesia, para que nuestros pastores puedan concentrarse en su misión de enseñar. Pero, ¡ojo!, que esa Palabra sea cónsona con el mensaje de Cristo.

JUEVES

“ Oración, Vocación, Misericordia ”


según san Mateo 9, 9-13 

Qué bonitas estas palabras del evangelio!: “Vio Jesús a un hombre”. Lo que explica todo en los relatos de vocación es “la mirada de Jesús”. Es muy difícil decir no a Jesús después de mirarte. Es una mirada cariñosa, penetrante, limpia, sin prejuicios. Es una mirada de amor que penetra, seduce, cautiva. Lo que ve Jesús es “la persona”. No ve ni le interesa ver las circunstancias de esta persona. Ni siquiera le importan sus pecados.

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. 

 Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. 
Es curioso que aquel hombre, llamado Mateo, “estaba sentado”. Estaba anclado en su trabajo, feliz con su trabajo, bastante rentable, por cierto. Y, con sólo mirarle Jesús, “se levantó y le siguió”. Sólo la mirada de Jesús nos puede levantar de nuestros pecados, de nuestras frustraciones, de nuestra pasividad, de nuestra pereza. ¡Si supiéramos dejarnos mirar por Jesús!…

 Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». 

Lo primero que hace Mateo es “invitarle a comer”. Necesita celebrar ese encuentro, darle gracias, por haberse fijado en él a pesar de ser corrupto y colaboracionista de los romanos. Jesús no le ha recriminado nada, no le ha tenido en cuenta su pasado, y ha tenido la delicadeza de llamarlo para ser su apóstol.

 Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 

Andad, aprended lo que significa "Misericordia quiero y no sacrificio": que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores». 


Hoy, pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de escuchar ese “sígueme”, imposible de resistir, que nos conducirá a la vida eterna.

MIERCOLES

Solo protectar y mas protectar por todo y olvidando que el mundo fue creado por Dios.....dueño y Señor de todo.

“ ¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ”




evangelio según san Lucas (7,31-35)

 En aquel tiempo, dijo el Señor: «A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? 

Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de: “Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. 

Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. 

Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».




MARTES

“ A ti te lo digo, levántate ”



En el Evangelio de hoy nos aparece la compasión del Señor, siente lástima, condolencia y ternura por la viuda que ha perdido a su hijo y por eso quiere realizar el prodigio de devolver a la vida al muchacho. La compasión lleva a intervenir al Señor.

según san Lucas 7,11-17 

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, y caminaban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. 

sin embargo, el corazón de esta narración no es el milagro, sino la ternura de Jesús hacia la mamá de este chico. La misericordia toma aquí el nombre de gran compasión hacia una mujer que había perdido el marido y que ahora acompaña al cementerio a su único hijo. Es este gran dolor de una mamá que conmueve a Jesús y le inspira el milagro de la resurrección.

 Al verla el Señor, se compadeció de ella y le dijo: «No llores». 

Luego, tocando el féretro, hace que el cortejo se detenga. Nadie le ha pedido nada. Nadie cree que Jesús pueda devolver la vida al muchacho y la alegría a su madre. Hoy, lo único que funciona es la compasión. A Jesús, a Dios, le puede la compasión. Ni la muerte ni el pecado son tan fuertes como la misericordia.

 Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: 

«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». ´

En esta victoria sobre la muerte, veamos el poder de Jesús para superar las muertes cotidianas que nos hunden en la desesperanza. Cuando, en cualquier circunstancia, pensamos que no hay nada que hacer, hagamos resonar en lo interior su palabra: Yo te lo ordeno, levántate.

 El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos de temor, daban gloria a Dios, diciendo: «Un gran Profeta ha surgido entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo.»

 Este hecho se divulgó por toda Judea y por toda la comarca circundante.


Nosotros también como el hijo de la viuda de Naím podemos escuchar la voz de Cristo que nos invita a levantarnos de nuestras postraciones, abatimientos y desánimos. Si el corazón se deja tocar por Cristo, entonces su gracia se convierte en una fuerza transformante, que sana y restablece lo que estaba enfermo.

 LUNES

“ Una palabra tuya bastara para sanarme ”




Al Evangelio le encanta mostrar modelos evangélicos sorprendentes.
 Hoy es el turno de un centurión, el supremo representante en Cafarnaún del odiado poder colonial romano. Su fe en Jesús es tanta que no necesita la presencia de Jesús:

según san Lucas 7,1-10 

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de exponer todas sus enseñanzas al pueblo, entró en Cafarnaún. 

 Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quien estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, el centurión le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese a curar a su criado.

 Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido la sinagoga». 

 Jesús se puso en camino con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo; por eso tampoco me creí digno de venir personalmente. 

Este hombre es, además, un modelo de convivencia y de respeto hacia una cultura y religión extrañas para él. Tanto que se gana el cariño de los judíos:

Dilo de palabra, y mi criado quedará sano. Porque también yo soy un hombre sometido a una autoridad y con soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; y a mi criado: "Haz esto", y lo hace». 

Siempre que comulgamos repetimos las palabras del centurión a Jesús. Repitamos también su actitud interior de fe y humildad. Es lo que de verdad importa. 

A propósito de esto, San Cirilo de Jerusalén escribía en el siglo IV: Cuando te acerques a recibir el Cuerpo del Señor, acércate haciendo de tu mano izquierda como un trono para tu mano derecha, donde se sentará el Rey. En la cavidad de la mano recibe el Cuerpo de Cristo y responde ‘amén’.

 Al oír esto, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.

"Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi criado quedará sano". Maravillosa afirmación que, desde entonces, continua resonando en la boca de los creyentes, llamados a acoger como huésped al Señor en el misterio eucarístico. 
Jesús, exalta esta actitud de humildad y de fe, y le concede lo que pide, proclamando así que él ha venido para todos, judios y paganos.

DOMINGO

“ ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? ”



El perdón no es más que una de las manifestaciones del amor y está en conexión directa con la debilidad humana. Uno de los graves errores del ser humano es creerse perfecto. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón.

evangelio según san Mateo 18, 21-35 

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?». 

 Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

La importancia del perdón en las comunidades primitivas está motivada por la importancia que le dio Jesús. Lo afirma en el Padre Nuestro: “Lo mismo que el pan es necesario para vivir, el perdón es necesario para “convivir” (Mt.6,12). Lo exige para poder celebrar la Eucaristía: “Si al tiempo de presentar tu ofrenda ante el altar caes en la cuenta de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda y vete a reconciliarte con él” (Mt. 5,23-24).

 Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. 

El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. 

La clave de la parábola está en la enorme diferencia de las cantidades. Unos pocos euros comparados con millones de euros. La enormidad en el perdón es de Dios; la tacañería en el perdón es de los hombres.

 Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: “Págame lo que me debes”. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.

 Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

 Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! 

Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste ¿no debías tener tú también compasión de un compañero, como yo tuve compasión de ti?”. 

No es probable que sean de Jesús las últimas palabras de la parábola: “El Señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda”. No coincide con lo que nos ha dicho antes de que Dios nos perdona todo, sin pedirnos nada a cambio. En la predicación de las parábolas durante más de 40 años, o en la última redacción del evangelista se han metido -a veces- algunos elementos vetero-testamentarios que distorsionan la auténtica parábola de Jesús.

 Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».


Y sabemos que Jesús se muere perdonando a los que lo están asesinando (Lc.23,34). Jesús sabe que somos frágiles, débiles, y vamos a caer. ¿Cómo poder levantarnos? Con nuestra capacidad de perdonarnos. Pero esta capacidad de perdonarnos no es posible si Jesús no va por delante.

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