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miércoles, 9 de agosto de 2023

LOS FARISEOS



Los fariseos venían desde Jerusalén sólo para ver cuándo Jesús hacía algo imprudente. Hoy encuentran una primera razón: “Y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar”. La ley estaba clara: “Los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas”

 La importancia de la pureza. La limpieza de la comida y de todo lo que usan para comer. Que nada impuro entre en su interior. Las purificaciones eran algo fundamental para los judíos.

 ¿Tan fundamental que nadie podía saltarse el más mínimo mandamiento?

Los judios muy escrupulosos de pureza ritual, ellos en la epoca de Jesús habían extendido las practicas usuales del Templlo de Jerusalen, las que llevaban los sacerdotes en el Templo a todos los asuntos de la vida cotidiana. Cualquier judio con una espiritualidad farisea tenía que llevar a cabo las mismas practicas del templo a la más pequeña aldea de Israel.

La Ley era buena pretendía que todo Israel fuera santa como santo era el Templo con el tiempo esa santidad solamente era exterior sin pensar que la santidad viene del interios.....del reino de Dios en nosotros.

 Juzgan en su interior a Jesús que permite la impureza. Jesús acepta que no se laven. Se saltan una norma importante cuando está claro lo que quiere Dios: “No añadiréis nada a lo que Yo os mando, ni quitaréis nada; para así guardar los mandamientos de Yahveh vuestro Dios que Yo os prescribo. Guardadlos y practicadlos, porque ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos”.





 No lavarse no era algo baladí. Implicaba ir contra una tradición arraigada profundamente en el alma del judío. ¿Por qué lo permite Jesús? 

 Él mismo luego dirá que no ha venido a abolir la ley. Ni un solo precepto. ¿Por qué lo permite ahora? Tal vez es la pequeñez de la mirada de los fariseos lo que le duele a Jesús en el corazón. Se han quedado en la apariencia. No han venido a conocer a Jesús. Ni quieren saber lo que piensa, ni cómo vive. No pretenden dejarse tocar por lo que hace. 

 Lo racionalizan todo y en su juicio Jesús ya ha sido condenado. Es un pobre hombre sin sabiduría que nada tiene que aportar a nadie. ¿Cómo es posible abrirse a lo que dice cuando el corazón está cerrado ante su rostro? Jesús no pudo hacer nunca un milagro delante de un corazón sin fe.

 Lo fariseos no tienen fe. No buscan creer. No piensan que Jesús pueda aportarles algo nuevo a sus vidas. Desconfían de ese hombre que, sin tener formación ni sabiduría, logra que le sigan las muchedumbres. 



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