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viernes, 28 de julio de 2023

SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

 SABADO

“ Yo soy la resurrección y la vida ”



según san Juan 11, 19-27 

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. 

 Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedo en casa. 

Se entera de que anda por allí el amigo de su hermano Lázaro y sale a su encuentro, se pone en camino. Y le habla, lo cual ya era revolucionario que una mujer se atreviera a iniciar la conversación con un hombre por muy asiduo de la casa de Betania que fuera Jesús en sus subidas a Jerusalén.

Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá». 

 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección en el último día». 

Al igual que a Marta, a su hermana y a Lázaro, Jesús te ama a ti, y le encantaría hospedarse en tu casa, es decir, en tu corazón (Cfr. Ap 3,20). ¿Tienes una habitación dispuesta para recibirle?

 Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Marta hace una profesión de fe magnífica. No entiende las palabras de Jesús. Ni le importa. Tampoco a Jesús. El acto de fe de Marta es como un cheque en blanco. Como decir: dime, Señor, lo que te plazca, que a todo lo que me digas dirá que sí, porque creo plenamente en ti.

 Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo». 

Se dirige a Jesús con un lamento, como tantas veces hacemos nosotros mismos en la oración, penosos de que la omnipotencia divina no se haya manifestado a nuestro favor. Sólo que en Marta prima la fe en Jesús.

VIERNES


“ El que escucha la palabra y la entiende, dará fruto ”


El protagonismo fundamental del Señor en la proclamación de la Palabra, Él que lo es por antonomasia, pero sin duda también nosotros hemos sido elegidos para sembrar en todos y cada uno de los ámbitos en que nos movemos. En este sentido, yo animaría a reflexionar sobre nuestros ámbitos de predicación, si realmente sembramos o solamente arrojamos las semillas, si nos acercamos con actitud de amor y servicio o nos dejamos llevar por cierta molicie “profesional” a nuestros hermanos los hombres, los próximos y los más lejanos.

evangelio según san Mateo 13,18-23 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros, pues, oíd lo que significa la parábola del sembrador: si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. 

Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe. 

Entre la tierra buena y la mala está también el terreno pedregoso, que coincide con “el corazón superficial, que acoge al Señor, quiere rezar, amar y dar testimonio, pero no persevera, se cansa y no “despega”

“Es un corazón sin profundidad, donde las piedras de la pereza prevalecen sobre la tierra buena, donde el amor es inconstante y pasajero. Pero quien acoge al Señor solo cuando le apetece, no da fruto”

Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ese da fruto y produce ciento o sesenta o treinta por uno».





esta parábola tiene que hacernos reflexionar sobre mi vida y mis actitudes respecto a Dios, el Decálogo, el Mandamiento nuevo del Amor y cómo puedo hacerlo Vida en mi vida y en la de mis hermanos los hombres, tanto los que están en el camino como los que están entre las zarzas... y esperar confiados en que mi palabra y mis actos lleven en verdad al Señor a este mundo difícil al que nos toca amar y servir.

JUEVES

“ Bienaventurados vuestros ojos porque ven ”


Jesús sabe que su palabra es como una semilla que puede caer al borde del camino, o entre pedregales; pero no se cansa nunca de sembrar. Por sembrar que no quede. Pero sueña por encontrar un buen terreno que dé el treinta, el setenta o el ciento por uno. A los que acontece eso son realmente dichosos

según san Mateo 13, 10-17 

En aquel tiempo, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?» Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. 

Lamentablemente hay hoy día muchos que oyen pero no escuchan; oyen sólo con el oído externo, pero no con el oído interior. También hay muchos que ven, pero no miran. Ven con los ojos del cuerpo, pero no con los ojos del corazón.

Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.

La semilla de la palabra de Dios tiene que encontrar en nosotros una tierra bien labrada, bien regada y bien abonada. Para éstos va dirigida la palabra de Dios en este evangelio. 

 Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».

Hay que adentrarse en el Misterio de Dios. Un Dios cada vez más grande, más maravilloso, más cercano, más Padre. El acceso al Misterio de Dios no lo tienen los “sabios y entendidos” de este mundo sino la gente humilde y sencilla que, como María de Nazaret, abren de par en par su corazón a Dios, sin poner ningún obstáculo.


Has abierto mis ojos y mis oídos para interiorizar tu palabra. Esa palabra tuya tiene fuerza para cambiarme, para transformarme, para salvarme. ¿Qué sería de mí si Tú no me hablaras? Tu palabra es lámpara para mis pasos, luz para mi oscuridad, miel para mis días amargos. ¡Gracias, Señor, ¡por tu palabra!

MIÉRCOLES

“ El que tenga oídos que oiga ”



según san Mateo 13, 1-9 

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

 Les habló mucho rato en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. 

“Salió el sembrador”. No se quedó en casa guardando la semilla en el granero, conservándola. Salió a pesar del riesgo. Salió convencido de que no podía quedarse con la semilla sin sembrarla. Y salió con gozo, con ilusión, con esperanza.

Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. 

 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. 

Lo sembró todo: No sólo la buena tierra, sino los caminos, las piedras, los espinos. Derrochó la semilla. No se cansó de sembrar. Para indicarnos que lo nuestro es “sembrar”, sembrarlo todo, gastar la vida sembrando.

 Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. 

 Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta. 

el dato más sorprendente de la parábola es la increíble cosecha final de la tierra buena, ya que en la Palestina del siglo I lo normal era esperar una cosecha de siete por uno, pero una cosecha de treinta, sesenta y ciento por uno es exageradamente sorprendente a los oídos de los oyentes de Jesús.

 El que tenga oídos, que oiga».



Señor, yo necesito una siembra de tu palabra. Y necesito que la siembres Tú, el mejor sembrador. Necesito que la semilla de tu palabra caiga sobre mí “como lluvia que empapa la tierra” y la hace fructificar. No me interesa, de momento, la cosecha. Eso es cosa tuya. Me interesa la siembra, el quedar sembrado de verdad, de bondad, de dulzura, de misericordia.

MARTES

“ El Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir ”



según san Mateo 20, 20-28 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. 

 Él le preguntó: ¿«Qué deseas?». Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». 

 Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?». Contestaron: «Podemos». 

Santiago no mató ni a moros ni a nadie. Santiago se dejó matar por dar testimonio del Evangelio de Jesús. Ese Santiago que pedía los primeros puestos, fue trabajado por Jesús y fue capaz de “beber la copa del dolor” para parecerse más a él.

 Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». 

 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra los dos hermanos. Y llamándolos, Jesús les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. 

No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. 

Estamos aquí para servir, para lavar los pies, para dar de comer al hambriento, para hacer la vida más agradable a la gente que lo pasa mal, aunque esto suponga que yo debo sacrificarme.

 Igual que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos».



“No sabéis pedir”. ¿Es posible que haciendo oración todos los días, me digas que no sé pedir? Con humildad, debo confesar que es así. 

 Dime Tú cómo tengo que pedir. Haz que yo esté dispuesto a beber la copa que Tú ya has bebido.



LUNES

“ Maestro, queremos ver un signo tuyo ”



según san Mateo 12,38-42 

También hoy nosotros le pedimos insistentemente al Señor: «Maestro, queremos ver un milagro tuyo». Queremos presenciar un prodigio de tal magnitud que  nos disipe las dudas.

Queremos ver un milagro. Pero con subtítulos, con una narración en off que nos subraye lo que estamos viendo para que no nos quepan incertezas.

En aquel tiempo, algunos escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver un signo tuyo». 

. Es el ojo el que ve el signo, no el prodigio el que salta a la vista. 

 Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. 

Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. 

 Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen;porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. 

 Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón».

Es la fe la que permite descubrir los signos de cada día en nuestra vida o en la de la gente que tenemos más cerca y no al revés: un milagro que nos conceda la fe. ¿Tú también estás pidiendo un milagro para creer?


 DOMINGO


“ El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo ”




evangelio según san Mateo 13, 24-30 

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente diciendo: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. 

Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. 

Entonces fueron los criados a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. 

Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. 

Los criados le preguntan: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. 

Pero él les respondió: “No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero”».




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