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lunes, 22 de mayo de 2023

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR AL CIELO

 



Cuarenta días atrás nos encontrábamos celebrando el acontecimiento central de nuestra salvación: la Resurrección de Cristo. 

Hoy, y después de aquella noche en la que renovamos nuestra fe, nuestra adhesión a la Iglesia y nuestra opción por la vida cristiana, vitoreamos este misterio de la Ascensión en el que Jesús, victorioso sobre el pecado y sobre la muerte, asciende al encuentro del Padre.

La Ascensión es como un broche de oro. Es la plenitud de la resurrección, la rúbrica de la victoria de Cristo sobre la muerte. Mientras lo vemos partir, subir, triunfar, algo canta dentro de nosotros. Es la esperanza, porque el camino está abierto, ya es posible dejar atrás tanto barro y tanta muerte, y volar, volar hacia una altura de libertad absoluta, de felicidad total. La primicia es Cristo, un día llegará nuestra hora. ¡Aleluya!

Se va pero, en su Ascensión, nos indica un camino abierto: nos volveremos a ver.  

 La solemnidad de la Ascensión, fiesta de gran alegría. Jesús al entrar en el  cielo nos deja una puerta abierta por la nosotros podemos  tambien entrar en el cielo.

Ese niño que nació en Belén, que paso por Palestina haciendo el bien y que subio a la cruz por ti y por mi pero que al tercer día resucitó hoy sube al cielo

En el Evangelio de Mateo se nos invita a ir, a salir para anunciar a todos los pueblos el mensaje del Señor, a anunciar la salvación, “Id, y haced discípulos a todos los pueblos”, pero con su presencia, “Yo estaré con vosotros siempre”, Jesús va al Padre y envía a sus discípulos al mundo, llevar al hombre a Dios; voy a tomar para la meditación de este día un texto de San Juan Pablo II:

“Con esta fiesta recordamos que Jesús, después de su resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días, al cabo de los cuales, habiéndolos conducido al monte de los Olivos, «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista». El Redentor, resucitado y elevado al cielo, constituye para los creyentes el ancla de salvación y de consuelo en el compromiso diario al servicio de la verdad y de la paz, de la justicia y de la libertad. Al subir al cielo, nos vuelve a abrir el camino hacia la patria celestial, pero no para evadirnos de la historia, sino para infundir esperanza en nuestro camino. […] después de la Ascensión, los discípulos vivieron en el cenáculo, esperando al Espíritu Santo prometido por Cristo. En medio de ellos estaba también María, la Madre de Jesús. Mientras nos preparamos para celebrar, el domingo próximo, la solemne fiesta de Pentecostés, invoquemos con María al Espíritu Santo, para que infunda en los cristianos un nuevo impulso misionero y guíe los pasos de la humanidad por la vía de la solidaridad y la paz. (S. Juan Pablo II, Regina Caeli, 12 de mayo 2002).

 Hoy, desgraciadamente, muchos han dejado de mirar hacia el cielo. Prefieren fijar sus ojos en los pequeños paraísos que, luego, se convierten en grandes infiernos en la tierra. 

 Además de ser un modelo de referencia, de hablar bien de Él, de proclamar sus maravillas… tenemos un gran cometido y una gran asignatura pendiente: ¡NO PODEMOS DEJAR EN EL TINTERO EL REINO DE DIOS!

 -Si eres padre o madre de familia, háblales a tus hijos de Jesús de Nazaret. ¿Que no quieren saber nada? ¿Acaso los apóstoles no toparon con corazones duros y obstinados? -Si eres empresario o estas al frente de un medio de comunicación; si eres obrero, funcionario, arquitecto, médico, o participas en algún órgano de decisión (política o económica), no olvides que –como cristiano- estás convocado a sembrar valores altos en esa realidad terrena que te toca vivir. -Si eres religiosa, si soy sacerdote, si eres catequista o perteneces a cualquier grupo cristiano…no olvidemos de levantar la cabeza. De insistir, por activa y por pasiva, que una realidad superior está por encima de nosotros. 

  Es un momento oportuno, hoy más que nunca, para llevar nuestra experiencia de Cristo resucitado a cuántos nos rodean. La pregunta, claro está, es si durante este tiempo de Pascua hemos sentido y vivido esa presencia resucitadora de Jesús. Porque, nadie, puede dar algo que no posee previamente. ¡Gracias, Señor! ¡Marcha al cielo y, desde allá, haznos pregoneros de todo lo que nos has hablado y dejado!

ORACIÓN



En tu Ascensión, nos dejas pistas y senderos que conducen hacia esa Ciudad de Dios 

 ¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS! Oh, Señor, gracias por tus palabras que nos dieron vida y por tu mano que nos regalaron la salud 

Oh, Señor, gracias por tus gestos que nos hicieron pensar en la Salvación de Dios y, por tus ojos, que nos llevaron a rumiar en lo eterno Gracias, Señor, por tus caminos que nos hicieron abandonar los nuestros egoístas y perdidos en sí mismos o colapsados del polvo, mentira y tristeza Después de tu tiempo, marcha Señor hacia el cielo pero, desde las alturas, no dejes de guiarnos. Que, nuestras voces, necesitarán de tu voz que, nuestros pies, pedirán impulso de tu Espíritu que, nuestro corazón, reclamará amor de tu Amor. 

¡MARCHA, SEÑOR, PERO ACOMPÁÑANOS! Que, sin tu mirada, nuestras miradas caerán hacia el suelo Que, sin tu mano, nuestros ideales se cruzarán de brazos Que, sin tus palabras, nuestros labios se cerrarán en dique seco Que, sin tu corazón, nuestros amores serán necios o mezquinos 



¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Gracias Señor, te vas pero te quedas en mi corazón, en la Eucaristía y en la oración y en mi tienes tu morada.

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