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jueves, 30 de marzo de 2023

SEPTENARIO A NUESTRA MADRE DOLOROSA

 ORACION    

Séptimo Dolor:
El entierro de Jesús y la soledad de María




Virgen María: por las lágrimas que derramasteis y el dolor que sentisteis al enterrar a vuestro Hijo; El, que era creador, dueño y Señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Vos supierais que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; os quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Vos, Madre nuestra le acompañasteis en todos sus sufrimientos: y ahora os quedais sola, llena de aflicción; os acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concedednos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos.

No debe entenderse en este dolor la soledad de María como una soledad triste, sino gozosamente contemplativa, y de absoluta confianza en que, incluso contra toda humana esperanza, las cosas –y sobre todo las personas- pueden cambiar, pueden mejorar, pueden volver a la vida.


Primer dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.




Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón os anunció que una espada de dolor atravesaría vuestra alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo os manifestó que vuestra participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; os acompañamos en este dolor. . . 

El primer dolor de María nos trae como principal y fundamental lección de amor la de querer al otro como es. En este dolor se resalta, en primer lugar, la obediencia y oblación de María al plan salvífico de Dios cuya mejor expresión se encuentra en su fiat.

Acepta el mensaje y dice si con la mirada, con las manos y ojos.  Ella prepara  su corazón para llenarlo de Dios para que la herida sane pronto.


Segundo Dolor La huida a Egipto con Jesús y José 



 Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

 La huida a Egipto con Jesús y José Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . .

En este dolor el contexto bíblico-espiritual nos invita a descubrir en María la actitud valiente del emigrante y peregrino que, por amor a los suyos, es capaz de dejar casa, trabajo, comodidades y seguridades para protegerles de un presente amenazador o para procurarles un mañana mejor.


Tercer Dolor: La pérdida de Jesús. 


Virgen María: por las lágrimas que derramasteis y el dolor que sentisteis al perder a vuestro Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensaríais qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de vuestro cuidado y de San José; os acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haced que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Se evidencia en este dolor el sentimiento de angustia que lleva a María a la búsqueda afanosa –cariñosa y preocupada- de quien anda por la vida perdido de orientación o necesitado de afecto y comprensión, se convierte así en la actitud más relevante de este dolor.


Cuarto Dolor: El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario. 



Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Se muestra en este dolor a María cuando va presurosa al encuentro de su Hijo, se puede deducir fácilmente la lección de amor que la Virgen nos ofrece de salir al encuentro de quien viene por el camino viviendo su viacrucis y cargado con la cruz del desafecto, de la incomprensión, del desamparo, de la enfermedad, de la persecución.

Quinto Dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús 






Virgen María: por las lágrimas que derramasteis y el dolor que sentisteis al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de vuestro amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su amor hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Vos misma también os sentiríais morir de dolor en aquel momento; os acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitáis que jamás muramos por el pecado y haced que podamos recibir los frutos de la redención.

La actitud fundamental que nos testimonia María en su quinto dolor de permanecer de píe junto a la cruz es, quizá, la manifestación más extraordinaria de la capacidad de encarnación que necesita todos aquellos que se sienten llamados a colaborar con Cristo en la gratificante tarea de crear humanidad nueva y una nueva civilización cimentada en el amor.

Sexto Dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto 




Virgen María: por las lágrimas que derramasteis y el dolor que sentisteis al ver la lanzada que dieron en el corazón de vuestro Hijo; sentiriais como si la hubieran dado en vuestro propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Vos como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Vos, que habiais tenido en vuestros brazos como Niño sonriente y lleno de vida y de bondad, ahora os lo devuelven muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; os acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haced que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Se muestra en este dolor la maternal ternura de la Madre acogiendo al Hijo muerto, recibiéndolo en su regazo, se nos presenta A maría como la madre de una gran familia, cuya capacidad de acogida no se agota nunca, porque sabe que siempre falta algún hijo por llegar.


https://www.luisamigo.info/identidad/septenario-a-la-virgen-de-los-dolores/

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