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martes, 28 de febrero de 2023

VOSOTROS ORAD ASÍ

 según san Mateo (6,7-15) 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras.... Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo,



Vosotros orad así 

La oración del cristiano es, ante todo, un acto de fe, de plena confianza en Dios. 

 El martes de la primera semana de Cuaresma nos recuerda la importancia de la oración a través de la catequesis que el evangelista Mateo usa para presentar la oración fundamental del cristiano, el padrenuestro que el mismo Jesús nos enseñó. 

 Por eso, Jesús ofrece a los suyos, las palabras con las que Él mismo se dirigía a Dios Padre. La oración del "Padrenuestro" recoge la esperanza de los hijos de Dios:

 El sueño y el deseo de que un día todos reconocerán el nombre de Dios; 

Que nunca falte los dos panes que nutren la vida de los hombres, el pan de la vida y el pan del perdón. Y la última petición, no hace referencia a las tentaciones de cada día, sino a la gran tentación que amenaza a todo discípulo: la de dudar del Maestro, la de renegarlo como hizo Pedro con Jesús en el momento de la catástrofe. 

Lo que más llama la atención en el padrenuestro es la invocación inicial con un cariñoso «papaíto»  ABBA, tan alejado del formal «padre» que impone gravedad y distancia. 

Por tanto, tenemos que orar para que nuestra mirada sobre la vida se agudice y para someter nuestro corazón a la transparencia del Espíritu.Por eso, quien ora sin perdonar habla en el vacío. No ha pasado al mundo nuevo, no sabe que, en Jesucristo, Dios le ha perdonado todas sus ofensas. ¿Cómo se entiende que muchos cristianos nos obstinemos en no perdonar? La única oración que Dios escucha es el grito de la fe. 



NOSOTROS

Dios Padre en nuestro Padre como  regalo del Dios Hijo. Nos ama como un Padre bueno.

Acostumbrarnos  a rezar el Padrenuestro teniendo en cuenta que no son palabras nuestras sino del mismo Jesús.

Todo un compendio hermosísimo de vida confiada y hermosamente abandonada en las manos providentes y amorosas del buen Padre.

Hoy, Señor, quiero acabar mi oración dándote inmensas gracias por habernos enseñado a orar. Gracias porque nos has dado, como un inmenso regalo, tu propia oración. Te pido que yo rece esta maravillosa oración sin prisas, sin rutina, sabiendo y saboreando cada una de las palabras y que, de vez en cuando, me pase como a Santa Teresa que no podía pasar de la primera palabra.

 


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