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viernes, 23 de septiembre de 2022

SEMANOA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ El Hijo del hombre va a ser entregado ”





A la admiración por lo que hacía, los milagros, Jesús contrapone sus palabras, que son también fuente de vida y de verdad, y lo que nos dice no está en contradicción con lo que hacía, el bien. Pero nosotros preferimos quedarnos con los milagros, y olvidarnos de Su Palabra de vida, que, no obstante, pasa por la cruz y el sufrimiento.

según san Lucas 9,43b-45 

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». 

La cruz humanamente no se entiende. Sólo se puede vislumbrar desde “el amor desmedido” como le pasó a Jesús. Para una persona que ama poco, todo le parece mucho; pero para una persona que ama mucho, todo le parece poco.

A Jesús le pareció poco el haberse encarnado, el haber pasado por la vida “como uno más, como uno de tantos”; le pareció poco todo lo que tuvo que padecer en su pasión.

 Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. 

 Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.



Señor, abre nuestra mente y nuestro corazón para acoger y entender tu Palabra. Haznos dóciles para seguir fielmente tu camino. Fortalece nuestra voluntad para vencer todos los obstáculos y dificultades que nos impidan hacer tu voluntad. Ayúdanos a sumergirnos en nuestro “Reino interior” en el que Tú habitas, nos defiendes y nos libras del mal. 

VIERNES

“ Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo? ”



según san Lucas 9,18-22 

Jesús estaba orando…”, Lucas siempre alude a la oración en los momentos importantes de la vida de Jesús.

Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 

 Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».

 Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». 

Pedro y los demás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente, creen que Jesús no es sólo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en él está presente y actúa Dios

 Pedro respondió: «El Mesías de Dios».

Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida. Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios.

En cambio, si alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él.

 Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

¿quién es Jesús por el que yo me comprometo? El Evangelio de hoy responde con el anuncio de la pasión: Jesús es el hombre nuevo, totalmente entregado a la voluntad del Padre.



Nosotros creemos en un MESÍAS CRUCIFICADO. Es la CRUZ la que suprime todos los malos entendidos. La cruz no es un incidente en la vida de Jesús, es algo querido, estaba previsto en los planes de Dios. Y es en la cruz donde radica la novedad de Cristo: en la entrega de si mismo que no se echa atrás ni siquiera frente a la muerte, donde está encerrada la victoria de Dios.

JUEVES

“ ¿Quién es este? 


según san Lucas 9, 7-9 

Después de ser bautizado por Juan el Bautista, después de rodearse de un pequeño grupo de amigos, se dio a proclamar el evangelio del Reino de Dios, su buena noticia. El predicador Jesús, pronto empezó a tener fama.

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Sus oyentes se dieron cuenta de que no era como los otros predicadores, sus palabras sonaban de manera distinta, hacía curaciones, trataba con amor especial a los pobres, a los afligidos, prometía un camino que llevaba a la alegría en esta tierra

 Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de verlo.

Pero sabemos que quería verlo por mera curiosidad o por el temor a que este nuevo profeta le pudiese echar en cara la muerte de Juan.




La pregunta para nosotros, que ya hemos visto a Jesús y le hemos metido en nuestra vida, es si queremos permanecer a su lado, en su amistad, porque ya hemos experimentado que su camino lleva a la vida y vida en abundancia.

MIERCOLES

“ Oración, Vocación, Misericordia ”


según san Mateo 9, 9-13 

Qué bonitas estas palabras del evangelio!: “Vio Jesús a un hombre”. Lo que explica todo en los relatos de vocación es “la mirada de Jesús”. Es muy difícil decir no a Jesús después de mirarte. Es una mirada cariñosa, penetrante, limpia, sin prejuicios. Es una mirada de amor que penetra, seduce, cautiva. Lo que ve Jesús es “la persona”. No ve ni le interesa ver las circunstancias de esta persona. Ni siquiera le importan sus pecados.

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. 

 Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. 
Es curioso que aquel hombre, llamado Mateo, “estaba sentado”. Estaba anclado en su trabajo, feliz con su trabajo, bastante rentable, por cierto. Y, con sólo mirarle Jesús, “se levantó y le siguió”. Sólo la mirada de Jesús nos puede levantar de nuestros pecados, de nuestras frustraciones, de nuestra pasividad, de nuestra pereza. ¡Si supiéramos dejarnos mirar por Jesús!…

 Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?». 

Lo primero que hace Mateo es “invitarle a comer”. Necesita celebrar ese encuentro, darle gracias, por haberse fijado en él a pesar de ser corrupto y colaboracionista de los romanos. Jesús no le ha recriminado nada, no le ha tenido en cuenta su pasado, y ha tenido la delicadeza de llamarlo para ser su apóstol.

 Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 

Andad, aprended lo que significa "Misericordia quiero y no sacrificio": que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores». 


Hoy, pidámosle al Señor que nos conceda la gracia de escuchar ese “sígueme”, imposible de resistir, que nos conducirá a la vida eterna.


MARTES 

“ Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica ”



san Lucas 8, 19-21 

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. 

Entonces lo avisaron: "Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte". 

Él respondió diciéndoles: "Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".

No basta con oír, es necesario escuchar. El oír es cosa de los oídos, el escuchar es cosa del corazón. Escuchamos la Palabra. Con mayúscula, porque la Palabra no es algo, sino Alguien

Somos su madre y sus hermanos si escuchamos la Palabra y la cumplimos. Comenzando por lo más esencial: Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 13, 34). Esto nos hace miembros de la gran familia de Dios, unidos por lazos más fuertes que los de la sangre. Es una gran bendición el haber nacido en una familia cristiana; pero es mucho mayor la bendición de la nueva familia formada por hermanos de todo tiempo y de todo lugar. Con María de Nazaret como madre de todos, porque nadie como ella ha escuchado la Palabra de Dios y la ha guardado.



LUNES

“ Nada hay oculto que no llegue a descubrirse ”





según san Lucas 8,16-18 

En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama; sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.

La lámpara de la fe lo ilumina todo con la gozosa certeza del amor infinito y gratuito de Dios. Así es cómo la vida adquiere sentido y brilla la esperanza. Esta lámpara nos ha sido dada, no para esconderla en lo interior y disfrutarla nosotros solos, sino para iluminar a los demás. Esta lámpara, esta fe, si no es misionera, ni es lámpara ni es fe.

 Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís. pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».

Cuanto más comparto la luz de la lámpara, más crece esa luz. Por eso es muy cierto que al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener. Al que comparte, se le da más; adquiere una mayor receptividad y una percepción más fina. En cambio, el timorato que se guarda su talento, acaba perdiéndolo.


Jesús nos habla de la necesidad de iluminar y de la necesidad de encender la lámpara. El discípulo no alumbra con su propia luz, sino con la única luz que viene de Cristo. Si lo hace de manera diferente, sentirá la tentación de confundir sus propias ideas y sus propios gustos y sus propias opciones con las de Cristo. Por eso cada día necesitamos encender nuestra lámpara con la luz de Cristo, con su Palabra. Es su luz y no la mía la que ilumina al mundo. Hay que iluminar pero no sólo de palabra sino con la vida. Iluminamos cuando mi vida refleja, lo menos lejos posible, el modo de ser, de pensar y de hablar de Jesús.

DOMMINGO

“ No podéis servir a Dios y al dinero ”



según San Lucas 16, 1-13 

El Evangelio de este domingo, parece sacado de ese ambiente común que domina nuestro mundo, que elogia al que es hábil para robar y enriquecerse. Los astutos, como el administrador injusto del texto, son felicitados por el amo: “los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz”. Lo tienen claro.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes. 

 Entonces lo llamó y le dijo: “¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”. 

 El administrador se puso a decir para sí: “¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.

 Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi amo?”. Este respondió: “Cien barriles de aceite”. Él le dijo: “Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”. 

 Luego dijo a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?”. Él contestó: “Cien fanegas de trigo”. Le dijo: “Aquí está tu recibo, escribe ochenta”. Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. 

 Los que son sólo hijos de este mundo se entregan a estos asuntos en cuerpo y alma, y, por obtener este género de bienes, no sólo “usan” el dinero, sino que se inclinan ante él como si fuese Dios; no se sirven de él, sino que “lo sirven”: se hacen siervos del dinero y de los bienes que desean poseer. 

Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. 

 En cambio, si somos hijos de la luz, entonces estamos llamados, no a inhibirnos de estas dimensiones de nuestra vida (también somos hijos de este mundo), sino a llevarlos a la luz, a iluminarlos con la sabiduría que proviene de Dios, a usarlos sin entregarles nuestro corazón ni hacernos servidores suyos.

 Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.

 El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto. 

 Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿ quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? 

 Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. 

No podéis servir a Dios y al dinero». 

La Palabra de Jesús es tajante: "no podéis servir a Dios y al dinero". Se trata de un enemigo peligroso. Descubrir su juego, vencerlo en toda regla, ponerlo al servicio de los valores del reino: he ahí el serio deber de todos los que seguimos a Jesús. No nos confundamos, Jesús no alaba esa astucia deshonesta en la que el fin justifica los medios, cualesquiera que estos sean de este administrador injusto.


Jesús nos quiere astutos, sagaces, inteligentes, con nuestra gente si es que somos hijos de la luz. Así como hay que tener habilidad para “salvarse” de las situaciones apuradas en que nos pone la vida. 

Es en el trato con estos bienes, reales, pero no definitivos, donde se pone a prueba si somos realmente hijos de la luz o sólo hijos de este mundo.



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