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viernes, 14 de enero de 2022

LA DANZA DE LA MUERTE

 “La Danza de la Muerte” de Javier, una pedagogía muy actual en tiempos de pandemia


 En marzo de 2021, un año después del comienzo de la pandemia de coronavirus en nuestro país, un aniversa - rio en el castillo de Javier venía a recordarnos esa otra epidemia que a mediados del siglo XIV asoló Europa, la de la peste negra. Se cumplía en ese mes los 50 años del descubrimiento de las pinturas de “La Danza de la muerte” que acompañan al Cristo sonriente del castillo. 




Esta iconografía surgió en Europa después de la pes - te negra con el sentido moralizante de recordarnos la fugacidad de la vida, frente a los placeres mundanos y el poder igualitario de la muerte*.


Antes de conocer esta representación, al Cristo de Javier le acompañaban unas pinturas barrocas de decoraciones vegetales, hojas de acanto, flora y follaje, que debieron añadirse cuando la capilla se redecoró en torno a las fechas de la beatificación o canonización de San Francisco Javier (1619 y 1622).



Las danzas de la muerte son un tipo de representación que surge en torno al siglo XIV en Europa por las epidemias de la peste. Esta epidemia mostró la muerte como algo cercano, real y contundente. Los cuerpos en descomposición y los esqueletos fueron algo habitual.

 La muerte se hizo cotidiana. En las danzas de la muerte los esqueletos se relacionan con los vivos en una danza y se disponen ordenados por su rango social. Simbolizan la finitud de la vida, el último arrepentimiento y el tránsito al más allá. 

 Hay muy pocos ejemplos en España, uno en el convento de Morella y otro en la cripta de la ermita de San José en Cartagena. Sabemos de otro paralelo, en el convento de Santa Eulalia de Pamplona, hoy desaparecido. 

 En el castillo de Javier hallamos tres cuerpos, sucesivamente escalonados en orden de antigüedad. Destacan la «Torre del Santo Cristo», bastión y capilla donde se encuentra un interesante crucifijo tardogótico y las danzas de la muerte, una serie de pinturas murales representando a esqueletos y vivos danzando. 

La torre y capilla del Santo Cristo

La torre del Santo Cristo, levantada en torno al siglo XIII, es planta semicircular, y se sitúa en el costado sudoccidental del castillo.


Alberga en su interior la capilla del mismo nombre. En un principio este oratorio ocupaba el piso inferior de la torre, pero tras la muerte de san Francisco Javier, los peregrinos que empezaron a acudir cada vez en número mayor al lugar obligaron a ampliarla, por lo que se ocupó también la parte superior dando lugar a una torre-capilla.


En el interior se encuentra una talla tardogótica de un Crucificado realizada en madera de nogal. Una tradición recogida en los Anales de Moret dice que cuando san Francisco Javier se encontraba al final de sus días como misionero en Oriente, el Cristo sudó sangre y desde entonces, se le atribuye un carácter milagroso. También se le conoce como el Cristo de la Sonrisa por los gestos de su boca y de sus ojos.

En las paredes se puede ver también unas impresionantes pinturas murales, con ocho esqueletos sobre fondo negro que bailan una macabra representación de la danza de la muerte.





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