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lunes, 18 de octubre de 2021

ALTAR MAYOR DE LA BASILICA DEL PILAR DE ZARAGOZA

 DESDE AQUI PARTIÓ MADRE VEN EN PEREGRINACIÓN A SANTIAGO DE COMPOSTELA








  Altar Mayor
El retablo del altar mayor de la Catedral-Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza fue realizado en alabastro policromado, con guardapolvo de madera, por Damián Forment entre 1509 y 1518 y está dedicado a la Asunción de la Virgen. 
El estilo de la arquitectura del retablo es gótico final, si bien las escenas figurativas muestran características plenamente renacentistas.



La construcción del retablo fue una de las últimas actuaciones que se llevaron a cabo en la antigua iglesia del Pilar, llamada de Santa María, tras sufrir graves daños en un incendio el año 1434 o 1435 que destruyó la primitiva Capilla de la Virgen. 
Durante todo el siglo XV, se emprendió una completa reconstrucción del templo gótico-mudéjar que se extendió hasta 1515, año en que se dan por concluidas las obras una vez que el retablo del altar mayor estaba prácticamente terminado. 



 El cabildo metropolitano de Zaragoza contrató a Damián Forment el banco o predela del retablo del altar mayor que ocuparía la cabecera de la colegiata de Santa María el primero de mayo de 1509, con la exigencia de que fuera «tan bueno y mejor que el Asseu» (que el de La Seo). 
En 1511, casi acabado el banco, contrataría también el resto del retablo, con tres escenas monumentales en sus calles: la Asunción en el centro, el Natalicio de la Virgen a su derecha y la Presentación de Jesús en el Templo a su izquierda. 

Finalmente, en 1515, Forment delega los trabajos del resto de la decoración arquitectónica en los maestros Francisco de Troya, Martín Jordán, Juan de Cullurúa, Juan de Lizalde, Juan de Salas y Miguel de Arabe entre otros. Acabó de asentarse el retablo en 1518.

La parte inferior del retablo se realizó entre 1509 y 1512.






 El sotabanco se divide en siete espacios separados por pequeñas columnas corintias; están ocupados por otros tantos relieves. 

En el tercer y quinto espacios se reconocen los relieves de Damián Forment y su esposa Jerónima Alboreda.

 El banco 
está ocupado por siete relieves dedicados a los gozos de la Virgen; de izquierda a derecha: san Joaquín y santa Ana ante la puerta dorada, la Anunciación, la Visitación de la Virgen a santa Isabel, la Adoración de los pastores al Niño recién nacido, 





la Adoración de los Reyes Magos, la Piedad y la Resurrección.




 Los relieves están coronados por conchas y separados por columnas que soportan doseles ojivales góticos. En los extremos del sotabanco y banco y cobijadas en unas hornacinas las esculturas de Santiago apóstol, a la izquierda, y de san Braulio, obispo de Zaragoza, a la derecha.


La parte superior del retablo 
se organiza a modo de tríptico. 




En el centro la Asunción de la Virgen: María aparece rezando, con las manos unidas y mirando al cielo; rodean a la Virgen ángeles y el apóstol Santiago; sobre ella un expositor de forma ovalada rodeado de una línea de cabezas de querubines y ángeles músicos; y en la parte superior, Dios Padre y el Espíritu Santo en forma de paloma.


 A la derecha se representa el Nacimiento de la Virgen: santa Ana aparece sentada en el lecho y otra mujer atiende a la niña recién nacida. 






A la izquierda la Presentación de Jesús en el templo. Las tres escenas están rematadas por doseles y filigranas góticas. El retablo está enmarcado por un guardapolvo en el que se cuentan seis ángeles, los dos de la parte superior sostienen el escudo capitular de la basílica del Pilar. Es obra de Miguel de Arube. 



Parte superior





La importancia del retablo mayor de la basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza radica en ser un retablo de transición del estilo gótico al renacentista; es gótico en su estructura y renacentista en el tratamiento dado a las esculturas.




Podemos contemplar su perfil desafiando el tiempo, orgulloso de su obra, en uno de los medallones que decoran la parte inferior, junto al de su mujer, Jerónima Alboreda, figura indispensable en su éxito. Rodeados de símbolos que nos remiten a descubrir su personalidad. Un autorretrato a medio camino entre la muestra de piedad y la soberbia de saberse un gran escultor digno de firmar su obra de manera tan atrevida.














EL ALTAR














 





 
















Museo del Pilar


En la que fue hasta 1977 sala de oración de la Basílica, se muestran obras de valor artístico y emocional relacionadas con el culto a la Virgen del Pilar
 Destacan los mantos que cubren la columna hasta los pies de la Virgen, de los que se posee una cuantiosa colección con telas de gran antigüedad y valor.
Se guardan, del mismo modo, las coronas que adornan la imagen de Nuestra Señora del Pilar, una de ellas, la de la coronación canónica de 1905, de oro y piedras preciosas.
También se muestran en este espacio las joyas de la Virgen, orfebrería de lujo cuyos ejemplares más antiguos, algunos zarcillos, datan del siglo XVII. Se pueden contemplar también esmaltes de Limoges, medallas de la Virgen e incluso un toro de plata regalado por el legendario torero Francisco Cúchares a la Virgen en 1839.
Objetos litúrgicos (cálices, anillos pastorales) completan la colección.
 Los muros exponen la mayoría de los bocetos que fueron entregados por los autores de las pinturas al fresco de cúpulas, bóvedas y muros. Pero sin duda las piezas centrales del tesoro pilarista son un Libro de horas del siglo XIII, una cajita de marfil árabe del mismo siglo, una carta autógrafa de Santa Teresa de Jesús y, fundamentalmente, el Olifante de Gastón IV de Bearn. Se trata de un cuerno de caza de marfil tallado de comienzos del siglo XII que donó al templo en 1135 la viuda del adalid de la conquista de Zaragoza, doña Talesa de Aragón, como contribución a la nueva iglesia cristiana poco después de ser reconquistada Saraqusta. Finalmente, en el centro de la sala, está situada la maqueta en madera de la Santa Capilla que hizo Ventura Rodríguez en 1754 para que sirviera como modelo del templete.

Y al lado de la puerta alta

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