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sábado, 15 de abril de 2023

V SEMANA DE PASCUA

 SÁBADO

“ Yo os he escogido ”



según san Juan 15, 18-21

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. 


Ese mundo que ha odiado a Jesús nos puede seguir odiando también a nosotros hoy. El verdadero discípulo de Jesús acepta ese rechazo porque así se parece más a Jesús. No olvidemos que hemos sido objeto de una elección divina, como dice el evangelio de hoy. 

 Cada uno de nosotros puede decir: “Me ama a mí”. “Conoce mi nombre”. Para saber qué significa ser llamado por nuestro propio nombre, habría que acudir a la experiencia de María Magdalena cuando Jesús Resucitado le dice: ¡María! 

Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. 

Ese nombre pronunciado por Jesús con cariño y admiración le bastó para creer en la Resurrección y convertirse en primera discípula.

Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 

Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».






VIERNES

“ Esto os mando: que os améis unos a otros ”



según san Juan 15, 12-17 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 

Qué distinta la piedad de Jesús de la de los judíos de su tiempo. Éstos tenían muchas leyes, muchos preceptos, muchas normas. Jesús sólo tiene una. La Ley del amor. Lo que nos dejó como testamento y norma suprema “que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado”.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 

Lo que nos distingue como cristianos ni siquiera es el amor sino el amor tal y como lo entendió Jesús. Y Jesús entendió el amor hasta estar dispuesto a dar la vida por las personas que amaba. Lo ideal del cristiano es vivir para amar, vivir desviviéndose por los demás, gastar la vida amando, de modo que la mejor manera de perder el tiempo sea emplearlo en algo que no se pueda reciclar en amor.

Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

Uno se pregunta: ¿Se puede obligar a amar? Jesús no obliga a nadie a ser cristianos, pero en el momento que uno opta por serlo, ya no es libre para el amor, porque en el momentoque dejo de amar dejo de ser cristiano.

 No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».


Te invito a que abras tu corazón al amor incondicional de Dios, que es el Espíritu Santo, y sentirás ese torrente de amor que invadirá todo tu ser. Entonces sabrás lo que es la alegría del cristiano, y la podrás repartir a raudales con todos. De eso se trata el mandato de Jesús. Créeme, el amor es contagioso.

JUEVES

“ Así os he amado yo ”



según san Juan 15, 9-11 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 

Seguimos con la invitación de continuar unidos al Señor, “Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría sea plena”, para que su amor inunde nuestra vida y su gozo habite en nosotros y nuestra alegría sea completa.

Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 

Nos encontramos con la esencia del cristianismo, con el amor de Dios, amor que debe estar en el centro de nuestra existencia. Es importante que miremos al Señor y nos preguntemos: ¿Cómo fue el amor de Jesús?

Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud».


Estamos invitados a vivir nuestra vocación de amor, para el amor y en el seguimiento a quien tanto nos ama.



MIÉRCOLES

“ El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante ”





según san Juan 15, 1-8 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 

Lo esencial de nuestra vida cristiana no es saber que estamos unidos a Cristo como los sarmientos a la vid. Lo importante es vivirlo, experimentarlo, disfrutarlo. Separarse es arrancarse.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 

. Algo duele por dentro cuando me separo de Jesús. Separarse es “secarse”. Algo terrible pasa en mi vida cuando me separo de Jesús. ¿Para qué sirven unos sarmientos separados de la vid? Sólo para alimentar el fuego.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 

Sin Cristo, mi vida se va apagando, se va secando, se va muriendo. En cambio, el sarmiento unido a la vid, echa yemas, pámpanos, uvas. ¡Qué vida tan llena! Por otra parte, en la vida práctica, una vid sin sarmientos tampoco produce frutos. ¡Qué responsabilidad tan enorme!

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».


Señor, hoy necesito que me hagas entender vivencialmente esta relación que se da entre la vid y los sarmientos. Una misma sangre de vida divina corre debajo de mi piel. Mi pobre, frágil y menesterosa vida humana está sostenida y alimentada por la Vida,

MARTES

“ Mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo ”



según san Juan 14, 27-31a

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. 

el Evangelio según san Juan comienzan los discursos de despedida. El Señor junto con dejarnos “su paz”, habla abiertamente de su partida al Padre; es necesario que Él vuelva al Padre desde donde tiene su origen, para que vuelva a nosotros. de este modo, su partida no ha de generar corazones temerosos ni acobardados, sino corazones que comprendan lo que pasa

Que no turbe vuestro corazón ni se acobarde. 

Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado”. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. 

 Su amor está por encima de todo lo que pueda ofrecernos el mundo. Con todo esto se nos va preparando para la venida del Espíritu Santo, que nos permite reconocer la obra del Señor, que nos moviliza a esos lugares donde el Señor quiere que estemos y hablemos en su nombre

Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 

Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe del mundo; no es que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo yo».

Que en este día su paz habite en nosotros y sobre todo que no tengamos miedo, porque sabemos que con el Señor todo lo podemos y para Él nada es imposible.


En el Evangelio de hoy el Señor nos ofrece la PAZ. La paz a la que se refiere es el resultado de una unión íntima con Él. Es un fruto de la presencia del Espíritu Santo en nuestras almas, y que hay que pedir en la oración humilde.

LUNES

“ Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre ”


En el Evangelio de hoy donde celebramos la festividad de dos apóstoles, San Felipe y Santiago, vuelve el Señor a presentarse como “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. El que nos lleva a la plenitud. En Felipe escuchamos la petición: “muéstranos al Padre”, y gracias a su petición, el Señor continua instruyendo y mostrando el misterio de la Santisima Trinidad, “quien me ha visto a mí ha visto al Padre”.

según san Juan 14, 6-14 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. 

Nadie va al Padre, sino por mí». «Si me conocéis a mi, conoceréis también a mi Padre. 

Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». 

Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 

Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?

¿y no me conoces, Felipe? La pregunta de Jesús a su discípulo es directa, casi como una flecha que corre rauda a clavarse en el pecho del apóstol. Pero también está dirigida a todos y cada uno de os otros, que somos sus seguidores.

 Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre" ? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?

Los Apóstoles no acababan de entender la unidad entre el Padre y Jesús, no alcanzaban a ver al Dios y Hombre en la persona de Jesús. Él no se limita a demostrar su igualdad con el Padre, sino que también les recuerda que ellos serán los que continuarán su obra salvadora: les otorga el poder de hacer milagros, les promete que estará siempre con ellos, y cualquier cosa que pidan en su nombre, se la concederá.

 Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras, 

Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. 

Que estás convencido sin género de duda que Dios Padre y Dios Hijo son uno en dos personas distintas y que de esa comunión de amor entre el Padre y el Hijo nace el Espíritu Santo

En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. 

Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».

 ¿no me conoces?

En realidad, te la está dirigiendo a ti: hace tanto que está contigo, ¿y todavía no lo conoces? Conocerlo de amarlo, de sentirse en intimidad con el Jesús sacramentado en el sagrario que se da a nosotros en la eucaristía.





DOMINGO

“ Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador ” 



según San Juan 15, 1-8

Se trata de una afirmación absoluta de Jesús: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.

 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 

A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 

 Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 

Jesús está diciendo a sus discípulos que ellos han sido “podados”, han sido limpiados por la Palabra del Padre que han recibido de Él, con el mismo cuidado y diligencia que un labrador poda “a todo el que da fruto… para que dé más fruto”.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 

"El que permanece en mí... ése da mucho fruto". La viña de los hombres es en lo sucesivo, y para siempre, la viña de Dios.

Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 

Esta conversación de Jesús con sus discípulos se da en el contexto de la sobremesa de la última cena. Jesús sabe que el fin de su vida terrena está cerca; de ahí su insistencia en que los discípulos permanezcan unidos a Él, pues sabe que a ellos les queda una larga y ardua misión por delante. Y solo permaneciendo unidos a Él y a su Palabra, podrán tener éxito. 

Juan recalca esa insistencia, poniendo siete veces (la insistencia de Juan en el número 7) en labios de Jesús el verbo “permanecer”, entre los versículos 4 al 8.

 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

!¡Dichoso tú si te sientes sarmiento y reconoces que la savia que corre por las venas de tu vida, es el mismo espíritu de Dios!¡Dichoso el que ha descubierto que sin Cristo no puede hacer nada! ¡Estamos inundados de la gracia de Dios! ¡Como para no estar contentos y contagiar nuestra alegría a los demás!



Esta conversación de Jesús con sus discípulos se da en el contexto de la sobremesa de la última cena. Jesús sabe que el fin de su vida terrena está cerca; de ahí su insistencia en que los discípulos permanezcan unidos a Él, pues sabe que a ellos les queda una larga y ardua misión por delante. Y solo permaneciendo unidos a Él y a su Palabra, podrán tener éxito. Juan recalca esa insistencia, poniendo siete veces (la insistencia de Juan en el número 7) en labios de Jesús el verbo “permanecer”, entre los versículos 4 al 8.

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