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domingo, 21 de marzo de 2021

LOS DOLORES DE LA VIRGEN PRIMER DOLOR

 EL PRIMER DOLOR DE LA VIRGEN. LA PROFECÍA DE SIMEÓN.


Simeón dijo a María Madre de Jesús: “He aquí que éste está constituido par ruina y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que excitará la contradicción: y una espada tu propia alma, para que de revelen los pensamientos de muchos corazones”. (Lc. 2, 34-35)

Este niño será signo de  que muchos caigan y se levanten en Israel.

Será signo de contradicción y a Ti una espada te atravesara el corazón, Así quedará al descubierto las intenciones de todos.

Que misteriosas palabras las de aquel anciano.

Jesús que nació en un pesebre en Belén para subir a otro pesebre, también de madera, en forma de cruz.

Al pie de la cruz estaba su Madre. Ella supo morir también y separarse de lo que más quería, Jesús,  para que El nos diera la vida.

Ella participa de otra manera en la Redención. Es Corredentora, se deshace para que Jesús muera en la Cruz por nosotros.

Cuando la anuncian el Primer Dolor, Ella como si nada sigue mirando al cielo, no rechaza el mensaje ni se echa atrás y pensaría: procurare llenar el corazón de Dios para que las heridas sanen pronto.

Se enfrenta a ese Primer Dolor con fe y Amor a Dios.



Ella llora, claro que llora, no puede ser de otra manera. 

No llora por las espadas que atraviesan su corazón ni por las espadas que nos amenazan a nosotros.

 Lloras Madre porque nosotros nos hemos acostumbrado a tener las heridas abiertas porque nos resistimos a que se curen o porque tal vez miramos demasiado nuestras cicatrices.

Si verdaderamente amamos a María tendríamos que dulcificar este dolor.

Quien se entrega y busca el bien de los demás gana un tesoro, una gran cosecha para la vida eterna. Así lo entendió María


La Dolorosa de mi pueblo Siruela que recibe culto en la parroquia


Tres Ave Maria

Señor y Dios mio.

Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo. 

Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?

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