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lunes, 15 de febrero de 2021

SEMANA 6ª DEL TEMPO ORDINARIO

MARTES

“ ¿Y no acabáis de entender? ”





según san Marcos 8,14-21 

La levadura era signo y causa de corrupción. Jesús quiere que nos liberemos de la levadura de los fariseos

En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó tomar pan y no tenían más que un pan en la barca. Y Jesús les ordenaba diciendo: «Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes». 

Diríase que están familiarizados con que, cerca de Jesús, no les va a faltar el sustento.

Pero les traiciona su falta de fe en la providencia del Nazareno porque les invade el temor cuando descubren que no hay más que un pan en la barca.

Y discutían entre ellos sobre el hecho de que o tenían panes. 

Discuten y hacen cálculos, tratarían de arreglarlo por su cuenta con sus limitados medios.


En el Evangelio de hoy, Jesús previene a sus discípulos de la levadura de los fariseos y de Herodes.

¿De qué levadura se trata? Los fariseos están anclados en la Ley, en las Instituciones, es decir, en lo viejo. Ya todo está dicho y no cabe esperar nada mejor.

Dándose cuenta, les dijo Jesús: «¿Por qué andáis discutiendo que no tenéis pan? 

La Pascua era la fiesta de la novedad, de la renuncia a lo viejo, de la búsqueda de un Dios que se revela en lo nuevo.

¿Aún no entendéis ni comprendéis? ¿Tenéis el corazón embotado? 

Y se encorajina con ellos porque no lo ven, porque la mundanidad les ciega y les embota los oídos:

¿Tenéis ojos y no veis, tenéis oídos y no oís? ¿No recordáis cuántos cestos de sobras recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil?».

Ellos contestaron: «Doce». « ¿Y cuántas canastas de sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?». 

Pero los discípulos no parecen entender: tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen.

Le respondieron: «Siete». Él les dijo: «¿Y no acabáis de comprender?».

En el fondo, querrían otro signo del cielo como reclamaban los fariseos, una nueva señal de que Jesús los salvará del apuro multiplicando de nuevo su pan.


Esta escena del evangelio me habla de la terquedad de los apóstoles. 

Han sido testigos del milagro de la multiplicación de los panes y sólo se preocupan de un olvido: se han olvidado de coger pan. Están ahí contigo y sólo se preocupan de comer.

 Ayúdame, Señor, a no imitar a esos apóstoles que dan más importancia a las cosas materiales que a tu persona. Haz que yo sepa olvidarme de todo cuando estoy contigo, cuando te tengo a Ti.

LUNES

“ ¿Por qué esta generación reclama un signo? ”





según san Marcos 8, 11-13 

El Evangelio de hoy presenta una discusión de los fariseos con Jesús. Los fariseos, ciertamente conservadores, tirando al inmovilismo, piden un signo del cielo; tal vez desconcertados por la gran novedad de Jesús. ¿Qué tipo de señales buscaban?

En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. 

Aunque a los fariseos hay que reconocerles una actitud religiosa responsable, podría criticárseles que algunos se mostraban cerrados, superiores a los demás y por ende, marginando a otros con su mirada religiosa…

Jesús dio un profundo suspiro y dijo: «¿Por qué esta generación reclama un signo?

 En verdad os digo que no se le dará un signo a esta generación». 

Hoy, también nosotros podemos caer en actitudes similares al quedarnos en posiciones religiosas estáticas porque es más cómodo… y al condicionar nuestra adhesión al Señor exigiendo señales. En este escenario cual es la actitud de Jesús: no hacer frente a la provocación,

Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.





DOMINGO

“ Quiero, queda limpio ”


La lepra era una enfermedad espeluznante en aquel tiempo en que no había posibilidad de cuidarla, y además todos creían que era muy contagiosa.

 Por eso los leprosos tenían que vivir a las afueras de los pueblos, apartados de sus familias. Además, el leproso era considerado “impuro”, es decir, alejado de Dios; Dios lo castigaba de esta manera por sus culpas.

san Marcos 1,40-45 

En aquel tiempo, se acerca a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». 

Bonito inicio de su petición: “si quieres…”.

Temerariamente el leproso se acerca a Jesús desafiando las normas legales. Y, ya que no podía acercarse al templo, se arrodilla delante de Jesús para dirigirle una súplica.

 No le pide que le cure de la lepra, sino que lo “limpie”, que le levante la impureza ante Dios. Sabe que Jesús puede liberarlo de este estado desgraciado que le obliga a vivir apartado de los hombres y, supuestamente, también de Dios.

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio». 

Jesús se compadece. Tiene el leproso tan cerca, que Jesús se emociona: se hace cargo de su situación y al mismo tiempo se indigna por cómo es tratado por la sociedad, y por la idea de Dios a la que se había llegado. Dios no es así.

 Su Padre no excluye a nadie de su compañía, ni está esperando una fechoría de los hombres para castigarlos con la lepra o con cualquier otra desgracia. Jesús se conmueve hasta las entrañas

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. 

Y le sale a flor de piel esta mezcla de ternura y de indignación. Por eso, no tiene inconveniente en tocar sus llagas, aquella piel menospreciada por los “puros”. Extender la mano y tocarlo es uno de los signos que Jesús practica para transmitir consuelo y calor humano.

Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio». 

La carne del leproso se vuelve sana. Pero Jesús, no sólo lo ha curado, sino que ha reintegrado al leproso en su círculo social.

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.



Algunas lecciones podemos sacar nosotros cristianos de 2021 de esta curación del leproso. 
La primera, sabiendo que Jesús nos ha amado y nos sigue amando hasta el extremo, con toda confianza le hemos de pedir que nos cure y libere de las heridas y limitaciones que nos dificultan seguirle.
 La segunda, como tenemos experiencia de que Jesús nos ha curado y no ha introducido en el camino que lleva a la vida… queremos proclamar a los cuatro vientos, como el leproso, que Jesús es el que nos ha curado, es nuestro salvador, el que nos ha dado vida.

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