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viernes, 29 de octubre de 2021

SEMANA XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ El que se humilla será enaltecido ”


En este texto del Evangelio Jesús parece interesado en que podamos quedar bien ante los demás, que sean los otros los que nos valoren haciéndonos subir de puesto, del lugar donde nos colocamos nosotros.

según san Lucas 14,1.7-11

 Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola: «Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga: “Cédele el puesto a este”. 

Con la parábola de hoy Jesús quiere hacer ver lo absurdo de una religiosidad dominada por la ambición, la vanagloria y el creerse bueno.

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. 

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”. 

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. 

Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».


Jesús nos invita a seguirle y hemos aceptado la invitación. El verdadero discípulo sigue al maestro, pero sobre todo imita al maestro. Jesús nos sienta la pauta. La pregunta obligada es: ¿Estás dispuesto a seguirle?

VIERNES

“ ¿Es lícito curar los sábados, o no? ”

Primero fue el hombre de la mano seca (Lc 6, 6-11); luego la mujer encorvada (Lc 13, 10-17). Ambos episodios sucedieron en sábado en la sinagoga. Hoy es un hombre hidrópico. Sucede en sábado, pero en la casa de uno de los jefes fariseos. 
Los tres casos comparten el mismo telón de fondo: el legalismo inhumano de los fariseos, tan preocupados por Dios y tan despreocupados de los hombres. Jesús trata de hacerles ver que la misericordia está por delante del sacrificio y el prójimo por delante de Dios. Pero no encuentra respuesta a sus preguntas.

según san Lucas 14,1-6 

En sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.

Pero aquí es Jesús el que suscita la controversia, el que interpela a sus interlocutores sobre lo que va a hacer en un momento con aquel hombre abotargado como nosotros mismos estamos hinchados de pecados.

 Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?». 

Dice el evangelista que los fariseos con los que comía se quedaron callados. Sin respuesta.

Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió.

No son capaces de decir si es lícito curar en sábado o no. No porque no se lo dicte el corazón la respuesta, sino porque están atrapados en sus propias redes del precepto y la ley, que les obliga a mantener un discurso tan estrecho que deja fuera al amor.

 Y a ellos les dijo: «¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?». 

Y no pudieron replicar a esto.



 Señor, de nuevo los testarudos fariseos a la carga. ¡Cuánta paciencia tuviste con ellos! Les dijiste una y otra vez que el amor es lo primero, que todo lo que se hace sin amor no sirve; que el obrar con amor nos llena de gozo y que el mero cumplimiento de la ley nos lleva a la tristeza. Se lo dijiste mil veces a ellos y también nos lo dices a nosotros.

JUEVES

“ Escogió de entre ellos a doce ”



según san Lucas 6, 12-19 


Era una de sus costumbres. Cuando tenía que adoptar una decisión fuerte, Jesús se retira solo a orar. También cuando, como en esta ocasión, va a elegir a doce de sus seguidores para ser sus apóstoles. “Pasó la noche orando a Dios”.

En aquellos días, Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Simón, llamado el Zelote; Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. 

Jesús sabe que la predicación de su buena noticia, esa que alegra el corazón del hombre, la va a poder realizar personalmente durante un breve tiempo. Sabe que le espera la muerte, la cruz, la resurrección y su vuelta al cielo.

Por eso, elige a estos hombres, que van a ser los primeros continuadores de su misión

Después de bajar con ellos, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. 

El Señor quiso elegir a los Apóstoles para que fueran compañeros en su vida y continuadores de su obra después de su muerte. El Señor es quien lleva la iniciativa, Él es quién nos llama, quien nos elige, quien cuenta con cada uno de nosotros y nos brinda la oportunidad de ir a trabajar a su viña. Los apóstoles eran hombres de su tiempo, con defectos, con debilidades. Y, sin embargo, Jesús los llama para hacer de ellos pescadores de hombres.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

De nada vale postularse, aquí no hay currículum que valga ni apetencia por cargo alguno: Jesús escogió a los apóstoles cuyos nombres se le revelaron en la oración y Dios sigue llamando hoy a quienes elige.



Orar antes de decidir, orar para discernir el plan de Dios, orar en vistas a las grandes decisiones de la vida tanto en el ámbito personal como en el comunitario. La oración no es un momento separado de la vida, es una actitud previa que nos introduce en la experiencia personal y eclesial. Así debería ser el modo de proceder de toda la Iglesia, primero y siempre la oración. Solo después de recogerse en silencio y orar largamente, se confía la misión.

MIÉRCOLES

“ Esforzaos en entrar por la puerta estrecha ”




según san Lucas 13,22-30 

Ante la pregunta: ¿serán muchos los que se salven? Jesús dice: «Entrad por la puerta estrecha» ¿Qué puerta es esa? Cuando pensamos en una puerta estrecha pensamos en la puerta de esta Iglesia el domingo de Ramos, que en muy pocos minutos pasan cientos de personas con las ramas de olivo, o las puertas de un gran centro comercial el primer día de la rebajas.

En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». 

Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. 

Pero Jesús cuando habla de la puerta estrecha, no habla de una puerta por la que tengan que pasar muchas personas y por eso se queda estrecha. Está hablando de que delante de cada uno hay como dos puertas una ancha y otra estrecha. La ancha es la puerta del egoísmo que nos lleva a la condenación y la puerta estrecha es la puerta de la exigencia, del esfuerzo, de la abnegación, de la mortificación del propio egoísmo. (Benedicto XVI, Ángelus 26 agosto 2007)

Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. 

Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. 

Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. 

Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos»



El Señor nos está diciendo a nuestro corazón que merece la pena pasar por la puerta estrecha, que merece la pena mortificar nuestro propio egoísmo, que merece la pena amar la justicia y la verdad, que merece la pena un compromiso sincero en favor de la paz y la reconciliación.

MARTES

“ ¿A qué se parece el reino de Dios? ”



según san Lucas 13, 18-21 

Es una pregunta complicada, con fácil contestación. El reino de Dios es algo sencillo, algo presente en la vida, en la naturaleza, en el propio hombre. Nosotros somos reino de Dios.

En aquel tiempo, decía Jesús: «A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? 
Jesús Maestro con sencillez, con claridad, con brevedad y con gran profundidad comparte con los suyos los secretos del Reino. Ambas parábolas, a pesar de su brevedad, son sumamente provechosas. 
Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». 
Nos invitan a dejarnos impulsar por un doble dinamismo: Uno interior, crecer desde la entrega, como el grano de mostaza, no desde la vanidad de la apariencia y otro, exterior y dirigido hacia fuera: transformar el ambiente como la levadura en la masa, irradiar e influir. 
No son opciones alternativas, desechable la una de la otra. Deben ser simultáneas y obedecen a dos urgencias hoy para el cristiano: a seguir creciendo en profundidad y en sabiduría ¡nos falta tanto por aprender! Y a descubrir la misión que no sólo se reduce a la transmisión de ideas, sino al contagio de la vida.
Y dijo de nuevo: «¿A qué compararé el reino de Dios?
 Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

Un mensaje de esperanza es lo que nos comunican ambas parábolas. El crecimiento del reino, el crecimiento del bien es tan lento que no lo percibimos la inmensa mayoría de las veces, pero que no lo percibamos no quiere decir que no se este dando

Señor, leyendo hoy el evangelio, me dan ganas de decirte: hazme pequeño, como ese granito de mostaza. No quiero presumir de saber mucho, de tener mucho, de valer mucho. Quiero presumir de mi pequeñez. Y eso es lo que te ofrezco: “eso poquito que hay en mí”. Tú, Dios Padre, sabrás que vas a edificar “con lo poco que soy”.

LUNES

“ Mujer, quedas libre de tu enfermedad ”



según san Lucas 13,10-17 

En el Evangelio de hoy nos aparece el encuentro del Señor con una mujer necesitada de curación y como actúa devolviéndole la salud. Esto da ocasión a reflexionar sobre la acusación presentada a Ntro. Señor como transgresor de la ley.

sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. 

La mujer representa a las buenas personas que viven enredadas consigo mismas. Son incapaces de levantar los ojos y volar hacia lo alto en alas de la acción de gracias y de la alabanza.

Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y enseguida se puso derecha. 

Es Jesús quien toma la iniciativa. Nadie le ha pedido nada. Libera a la mujer y la endereza en su cuerpo y en su dignidad. La mujer disfruta ahora de horizontes amplios. Mira a Jesús a los ojos. Y alaba, y canta, y glorifica a Dios.

Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días y no en sábado». 

Pero el Señor no quebranta la santidad del sábado, más bien da una interpretación auténtica de la misma: es un día para hacer el bien, es una ocasión para salvar en lugar de destruir. Podemos aplicar esto pensando que Dios nos da cada día como una oportunidad para amar, para servir, para hacer el bien. Nos enseña que la auténtica religiosidad va siempre unida a la caridad.

Pero el Señor le respondió y dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y los lleva a abrevar? 

Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?».

Nos enseña que la auténtica religiosidad va siempre unida a la caridad. El amor al prójimo es un mandamiento semejante al del amor a Dios. Él no sólo quiere nuestra alabanza, sino también el respeto por nuestro prójimo. Dios ama a cada persona humana por sí misma, es por eso que toda vida humana es sagrada. Jesús al ver a la mujer encorvada sintió compasión de ella y la curó.

 Al decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.



DOMINGO


“ ¿Qué quieres que haga por ti? ”



En el Evangelio de hoy vemos el encuentro con un ciego, la diferencia con otros muchos encuentros es el detalle de ponernos el evangelista su nombre, Bartimeo, de presentarnos quien es su padre, Timeo.

 Nos esta hablando que en nuestra relación para el Señor no somos un numero, ni tratados en masa, la importancia de cada uno para el Señor, el ser llamado por nuestro nombre, nos está mostrando el acercamiento a nuestra persona, nuestra realidad, las palabras del Señor a sus discípulos “os llamo amigos”, se renuevan con cada uno de los que quiere seguirle, esa relación más directa, intima y cercana en la que estamos llamados a crecer.

según san Marcos 10,46-52 



En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. 

Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. 

Bartimeo, tuvo que superar obstáculos para ese encuentro con el Señor, “le regañaban para que se callara”, y no abandono, al contrario, insistía más: “Ten compasión de mí”. Varias veces nos enseña el Señor a perseverar e insistir, a orar constantemente sin desfallecer, a orar siempre, velad y orar para no caer en tentación. Son muchas las citas bíblicas que nos destacan esto.

Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». 

 Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». 

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». 

“¿Qué quieres que haga por ti?, Si hoy te la hiciera a ti esta misma pregunta ¿que crees que le dirías?, ¿que es fundamental hoy en tu vida?, ¿qué es importantísimo para ti?, ¿que crees que no te debe faltar para llegar a la plenitud de tu vida?, ¿que crees que le plantearías al Señor?. Y si te dijera como muchas veces utilizó el Señor antes de realizar un milagro, “se haga según tu fe”, crees que de verdad “tu fe te ha curado”, 

 El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.



Cuantas veces he de hacer mías las palabras dichas a S. Pablo: “Te basta mi gracia”. Aprender a descansar en el Señor y abandonarme en quien tanto nos ama.


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