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viernes, 5 de febrero de 2021

SEMANA 4º DEL TIEMPO ORDINARIO

SÁBADO

“ Vamos a descansar a solas un poco ”




según san Marcos 6,30-34

Hoy, el Evangelio nos invita a descubrir la importancia de descansar en el Señor. Los Apóstoles regresaban de la misión que Jesús les había dado. Habían expulsado demonios, curado enfermos y predicado el Evangelio. Estaban cansados y Jesús les dice «venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco».

 En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

 Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco».

Una de las tentaciones a las que puede sucumbir cualquier cristiano es la de querer hacer muchas cosas descuidando el trato con el Señor.

Jesús invita a sus discípulos a descansar un poco. El descanso lo hacen con Él. “Yo seré vuestro descanso”.

 Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. 

el Evangelio dice «se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario» Para poder rezar bien se necesitan, al menos dos cosas: la primera es estar con Jesús, porque es la persona con la que vamos a hablar.

Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. 

Vamos, demasiadas veces, como “ovejas sin pastor”, necesitamos, como el Señor y sus discípulos, buscar un lugar apartado para descansar de esa aceleración estresante que se nos impone. Un lugar apartado donde re-encontrarnos con Dios y con nosotros mismos, y allí en lo más íntimo de cada uno nos encontramos con Dios.

Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.

También Jesús busca ese espacio para sus discípulos, pero ve a la muchedumbre “como ovejas sin pastor” y dice a los suyos: “se acabó el descanso” y con calma comienza a enseñar. 

En el evangelio de hoy vemos que Jesús, al ver a la gente como ovejas sin pastor, “se le removían las entrañas”. No basta que se muevan nuestras manos, nuestros pies, si no se nos mueve antes el corazón.

Descansamos cuando estamos con las personas que amamos: descansa el niño en los brazos de su madre y el amigo con el amigo y el esposo con su esposa. Y el hombre -varón y mujer- descansa con su Dios. “Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti” (San Agustín). 



VIERNES

“ La fama de Jesús se había extendido



san Marcos 6,14-29 


 ”Estamos ante un pasaje evangélico en los que la gente se pregunta por la identidad de Jesús: “Es un profeta como los antiguos”, “es Elías”, y la escena se centra en Herodes, que siente curiosidad por Jesús, y del que afirma que es Juan Bautista, a quien él había mandado decapitar, y que ha resucitado.


En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». 

Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. 

Es la fama de Jesús, que se ha extendido, la que llega a oídos de Herodes y causa incredulidad en éste porque, de alguna manera, no tenía la conciencia tranquila. Había ordenado matar al Bautista que le afeaba su conducta adúltera.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. 

El Evangelio de hoy narra la muerte violenta de Juan el Bautista. El martirio de Juan es un anticipo y anuncio de la suerte final que correrán Jesús y sus discípulos.

Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.

Ya está. Un capricho sella el destino de un hombre. Una vida arrancada para complacer una pasión enfermiza. Herodes, cegado por el deseo, no duda en cumplir su palabra pese a que tenía en estima al Bautista.

 La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. 

El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». 

Podría parecer que perdió la batalla al cortarle la cabeza, sin embargo nos enseña que la aparente derrota que nos pueda venir por intentar vivir conforme al Evangelio, da paso al verdadero triunfo, al que nos alcanza el premio en el cielo. Así estamos llamados a vivir nosotros, como Juan el Bautista, seguros en el Señor, confiados en Él, pendientes más de su juicio que el de los hombres.

Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. 

Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.


Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra.

Yo escucho tu palabra, medito tu palabra y hasta me gusta tu palabra. Pero hoy, ante el testimonio de Juan que prefiere guardar silencio y estar encadenado para ser fiel a esa palabra, me pregunto: Y yo, ¿qué tipo de cristiano soy? ¿Me limito a escuchar tu palabra? 

 Señor, fuerza para que avale con mi conducta lo que proclaman mis palabras..Ayúdame, Señor, a ser tu testigo.

JUEVES

“ Los fue enviando de dos en dos ”


san Marcos 6,7-13 

En el Evangelio de hoy, nos presenta la llamada de los Doce y el envío a la misión. Fueron llamados y enviados por Ntro. Señor: “Ellos salieron a predicar la conversión”.

 La necesidad de una transformación de nuestras vidas, es importante dejarle hueco a Dios, que Él ilumine nuestra realidad, nos ayude a saber priorizar, a dar plenitud a nuestra existencia, a colmarla de gozo, dicha y esperanza.

En aquel tiempo, Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. 

Por qué en parejas. La respuesta es la comunión. Indispensable en todo apostolado. Jesús quiere que sus discípulos misioneros reproduzcan el amor que el Padre y el Hijo, con la fuerza del Espíritu, se tienen y actúen a semejanza de esa comunión trinitaria celestial en su predicación terrena.

Muchas veces, los esfuerzos que hacemos por extender nuestra fe quedan abocados al fracaso precisamente porque no tenemos en cuenta la comunión y nos atrevemos a pensar que podemos solos.

Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. 

Y decía: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. 

Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos.» 

La manera con la que el Señor les indica como deben realizar la misión: “y nada más”, deben ir ligeros de equipaje, sin apegos materiales que les impidan la agilidad requerida para el camino, confiados plenamente en el poder de Dios que les da la energía espiritual necesaria. Que su única riqueza, fuerza y apoyo sea el Señor.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

El Señor no cesa de seguir llamando, no deja de invitarnos a su seguimiento, pidamos a Él que nos ayude, para que no seamos sordos a su llamada, sino que cumplamos fiel y generosamente la tarea que nos ha encomendado en la misión para la cual nos llamó.


Necesitamos al otro, al prójimo para todo, también para predicar la Buena Nueva, esa es la gran enseñanza. Por eso los envía Jesús de dos en dos.

La meditación de hoy no me deja tranquilo en mi casa, sino que me invita a salir. Por eso te pido valor para entender el cristianismo como salida. Tú has salido del Padre y has venido a este mundo para enseñarnos a salir. Saliste del Padre, del corazón del Padre, de la ternura del Padre. Haz que yo salga al mundo con el corazón lleno de amor, de solo amor y nada más que amor.


MIÉRCOLES

“ Se extrañó de su falta de fe ”



san Marcos 6,1-6 

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos. 

La fe sin experiencia del amor misericordioso de Dios resulta hueca, inútil y sin sentido. De ahí que Jesús mandé aprender lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios.”

 Aquellos paisanos de Jesús, dice Marcos, que les resultaba escandaloso, lo que él decía, enseñaba, vivía y realizaba. Allí escaseaba la fe. Como en casi todo Israel. ¿Escasea en nosotros?

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? 

Cuando hay preguntas puede haber respuestas. Pero ¿y si los cristianos no levantamos preguntas? Es que somos “luz que no alumbra”. Somos “sal que no da sabor”.

¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? 

La gente “se sorprendía” de las palabras y de los hechos de Jesús. Era gente sencilla, humilde, abierta siempre al don de la Palabra.

Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?». 

Y se escandalizaban a cuenta de él. 

Les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa». 

Pero también había personas, las de su pueblo, los más conocidos, que no creían. Y Jesús se asombraba de la poca fe.

No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe. 

En el evangelio hay pocas cosas que sorprendan a Jesús. Los pecados no le sorprenden ni le asustan. Puede perdonarlos. Si se trata de enfermos, puede curarlos. Si le llevan un muerto, desdramatiza la muerte. Y dice que se trata de un sueño. Lo que realmente sorprende a Jesús es “la falta de fe”.

Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.



Es posible que nosotros, los de casa, los que le oímos todos los días, los que le tocamos en la Eucaristía, no creamos de verdad. Me pregunto: ¿Estará Jesús sorprendido de mi poca fe?

Y eso ocurre en la propia vida. Pero también en nuestro entorno. Aprender a mirar con los ojos de Jesús permite que lo nuevo aparezca ante nosotros y nos seduzca. ¿Nos dejamos seducir por el amor de Cristo?

MARTES

“ Luz para alumbrar a las naciones ”


según san Lucas 2,22-40 

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». 

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él.

María y José eran pobres y no tuvieron dinero para comprar un cordero. ¡No importa! Ellos saben muy bien que llevan al Templo “al verdadero Cordero de Dios”. Y es la ofrenda que más agrada a Dios. 


 Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.

María y José se admiran de la fe de aquellos ancianitos: Simeón y Ana. Su niño ha pasado por las manos de aquellos sacerdotes del Templo a la hora de circuncidarlo, y le tocaron como a un niño más. Cumplieron su oficio.

 Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

 Pero Simeón lo tocó con fe. Se emocionó y rompió a llorar. Desde ese momento, ya no le importaba morir.

 Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». 

“Una espada te atravesará el alma”. María vivió siempre con una espada atravesada, no en el cuerpo sino en el alma. Cuando duele el cuerpo el dolor está localizado, pero cuando duele el alma “duele todo”.

María vivió siempre con la espada cruel del presentimiento. En cada momento del día o de la noche ella creía que a su Hijo le iba a pasar algo.

Y es al presentimiento de todas las madres. No sólo sufren por lo que realmente les pasa a los hijos sino por lo que les puede pasar. A vosotras madres, ¡qué bien os entiende la Virgen!

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. 

Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 

El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.


Dios nos llama a que lo encontremos a través de la fidelidad en las cosas concretas —a Dios se le encuentra siempre en lo concreto—: oración diaria, la misa, la confesión, una caridad verdadera, la Palabra de Dios de cada día, la proximidad, sobre todo a los más necesitados, en el cuerpo o en el espíritu.

Podemos tocar a Dios todos los días en la comunión sin que pase nada en nosotros. Lo hemos tocado con rutina. Pero si un día lo tocamos con fe, puede cambiar totalmente nuestra vida.


LUNES

“ Déjanos ir ”



según san Marcos 5,1-20 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, de entre los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo. 


El Evangelio de hoy nos presenta la curación de un endemoniado, el encuentro con un hombre poseído, esta curación tiene lugar en tierra de paganos, en la región de Gerasa.

Y es que vivía entre los sepulcros; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para dominarlo. 

Este texto un poco extraño nos habla de una gran realidad que anida dentro de nosotros mismos. En nosotros hay un mal, unas fuerzas que nos arrastran al mal. Ese endemoniado, atado con cadenas, que habita en los sepulcros (el reino de la muerte) ése es el hombre abandonado a sus propias fuerzas. Es el hombre que no es hombre.

Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó con voz potente: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? 

Por Dios te lo pido, no me atormentes». Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre».

Dice el relato del endemoniado en la región de los gerasenos que nadie tenía fuerza para dominarlo. Rompía cadenas, destrozaba cepos y no había forma de sujetar al endemoniado. Esto es, al pecado

Por mucha inteligencia que demuestre el hombre, el Maligno se las ingenia para salir victorioso: .

 Y le preguntó: «Cómo te llamas?». Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había cerca una gran piara de cerdos paciendo en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: «Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».

La segunda parte del relato evangélico habla también de esa capacidad para acomodarse y convivir con el pecado antes que tener que abrirse a la aventura del encuentro luminoso con Jesús. Estaban a gusto refocilados, como la piara,

El se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al mar y se ahogó en el mar.

 Los porquerizos huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en los campos. Y la gente fue a ver qué había pasado. 

Qué le pasa cuando lo sana Jesús? Está sentado, vestido y en su sano juicio. Sentado: indica paz y armonía. Vestido: buena relación con Dios (desnudez expresa ruptura, crisis existencial, como en el paraíso).

Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Y se asustaron. 

 Recuperación de su propia dignidad. En su juicio: Vuelto a ser él mismo, una persona normal, como los demás, con su sano juicio. Aquel que no era hombre llega a ser hombre cabal, recupera su identidad propia.

Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su comarca. Mientras se embarcaba, el que había estado poseído por el demonio le pidió que le permitiese estar con él. 

Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido misericordia de ti». 

Este hombre ya sanado quiere estar con Jesús. Y Jesús lo mandó a evangelizar a los suyos. ¿Y cómo evangelizaba? Por la fuerza del testimonio: Decía lo que Jesús había hecho con él. Sabemos que no se limitó a los suyos sino que se fue a evangelizar por toda la Decápolis. Esta es la fuerza del testimonio.

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.



Pero hay otra forma que no es humana. Es justo la que viene a traer Jesús, la fuerza de lo Alto que auxilia al creyente para luchar el combate de la fe y resistir a las tentaciones, para aherrojar definitivamente el Mal.

Y Jesús sanaba: dejaos curar por Jesús. Todos nosotros tenemos heridas, todos: heridas espirituales, pecados, enemistades, celos;

La alternativa es bien sencilla: ¿pactas con el pecado o estás dispuesto a que el encuentro personal con el Señor ponga tu vida patas arriba? Tú eliges.

DOMINGO

“ Este enseñar con autoridad es nuevo ”




san Marcos 1,21-28 

Es el primer relato del ministerio de Jesús. Es una jornada en Cafarnaún (1,21-34). Es un día de shabbát en el pueblo. Hay detodo: enseñanza, expulsión de demonios, curación de enfermos y multitudes que se agolpan en torno a Jesús. Hay amigos y gente des-conocida; sinagoga y casa familiar; en público y en privad

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas.

Toma la palabra. En este momento, Jesús inaugura su importante ministerio de enseñanza.El verbo “enseñar” aparece en el evangelio de Marcos 17 veces 19. Esto significa que el evangelista se empeña en presentar a Jesús como un“Maestro” cualificado

Desde el principio de su ministerio público hasta el final, Jesús sededicará a enseñar, será “maestro”, rabbí,

El Evangelio de hoy nos presenta una curación, nos relata que Jesús hacía milagros en sábado y por eso era acusado de quebrantar la Ley. Pero Jesús proclama que toda ley ha sido instituida para el hombre, y para hacer el bien. Con esto nos enseña que la verdadera fe cristiana consiste en amar a Dios y al prójimo.

 Había precisamente en su sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo y se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno?

Al mismo tiempo que con palabras, empieza su predicación también con obras de poder, sus milagros.

En tiempos de Jesús, el mundo popular atribuía numerosas enfermedades congénitas, mentales, corporales, vicios y pecados a la influencia nefasta de los demonios, llamados “espíritus impuros

 ¿Has venido a acabar con nosotros? 

Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «¡Cállate y sal de él!». 

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? 

Si Jesús proclama que “el Reinado de Dios ha llegado.

Marcos no dice cuál era la enfermedad del paciente; sólo subraya el estado de opresión en el que se encontraba y el poder soberano que ejerció Jesús sobre los demonios.

En este pasaje vemos como libera a un pobre hombre del mal espíritu que le atormentaba, ante el asombro de todos. Aquí el Evangelio nos presenta al Jesús que enseña y al Jesús que cura.

Una enseñanza nueva expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y lo obedecen».

Este poder le viene también –como en el caso de su sabiduría– del Espíritu recibido en su bautismo y lo hace más fuerte que Juan el Bautista

 Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.



Y lo mismo podemos, y debemos, aplicar en nuestras vidas; no podemos limitarnos a dar "buenos consejos" al hermano que sufre, también es nuestro deber ayudarle en lo que podamos, darle nuestra mano. 

Que hoy y siempre, nuestras palabras y acciones sean signo de nuestro compromiso por la vida y la dignidad de las personas.

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