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viernes, 4 de diciembre de 2020

I DOMINGO DE ADVIENTO

SÁBADO

“ Id a las ovejas descarriadas de Israel ”



san Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8 


En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. 


Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».

 Entonces dice a sus discípulos: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».

El Evangelio de ayer mostraba la misión, expresada en la bella metáfora de los obreros de la mies. Y hoy pone nombre a esa misión de predicar la buena nueva, la llegada del reino de los cielos, actualizándose y creciendo en el interior de cada hombre que lo abre al seguimiento de Cristo. 


 Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: «Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. 

Es Jesús quien llama a sus discípulos, no se trata de ningún banderín de enganche en el que hay que enrolarse, sino de atender una llamada única y personal por el propio nombre.

el pueblo de Israel vive como rebaño sin pastor, como ovejas descarriadas, a las que primeramente cabe acercar a conocer el Amor de Dios. Son sus discípulos los que reciben el encargo.

Gratis habéis recibido, dad gratis».



También tú, cuando te bautizaron y te dieron un nombre “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, te convertiste en seguidor de Cristo, en discípulo misionero con el encargo de ir y proclamar que ha llegado el reino de los cielos.

VIERNES

“ Que os suceda conforme a vuestra fe ”


según San Mateo 9, 27-31 

En aquel tiempo, dos ciegos seguían a Jesús, gritando: «Ten compasión de nosotros, hijo de David». 

El evangelio de hoy nos pone delante el encuentro de Jesús con la miseria humana. Nos presenta personas pobres por su dolencia por su dificultad para vivir, pero personas con tal cantidad de Fe que aún con sus problemas van tras el Señor.

Ante este escenario Jesús no se echa atrás, no se esconde. Acoge a las personas y en su acogida entrañable revela el amor de Dios.

Al llegar a la casa se le acercaron los ciegos, y Jesús les dijo: «¿Creéis que puedo hacerlo?». Contestaron: «Sí, Señor».

Ahora bien, ponemos atención este encuentro y particularmente estas personas tienen mucho que decirnos. Pero, realmente ¿qué vemos en ellos que nos tiene que alentar en nuestra vida diaria?… su insistencia, su tenacidad; se ponen en camino, y además con la seguridad de que Jesús los puede curar.

 Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Que os suceda conforme a vuestra fe».

Y así es cómo la gran Fe que demuestran les cura,

 Y se les abrieron los ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Cuidado con que lo sepa alguien!». Pero ellos, al salir, hablaron de él por toda la comarca.



Nuestras cegueras más importantes son no ver la presencia de Dios, no verla en los hermanos de comunidad, en los vecinos, en los que nos rodean, creernos capaces de hacerlo todo y dominarlo todo, relegar a un segundo puesto a Dios.

 JUEVES

“ Soplaron los vientos, pero la casa no se hundió ”




san Mateo 7, 21. 24-27 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 

El Evangelio nos recuerda que ser cristiano es vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, es cumplir la voluntad de Dios en cada momento del día. 

Sin embargo, muchas veces nos conformamos con rezar, con ir a misa… Olvidamos ser cristianos en la familia, en el lugar de estudio o trabajo, con los amigos… 

En definitiva, somos cristianos a ratos, cuando nos resulta más sencillo y menos arriesgado. Y ponemos mil excusas para justificarnos.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. 

A veces nos asusta “cumplir la voluntad de Dios”. Parece que vamos a perder nuestra libertad. Tenemos miedo de escuchar a Dios, no vaya a ser que nos pida hacer lo que no nos apetece.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó.

 Y su ruina fue grande».

Siguiendo la voluntad de Dios, no estamos a salvo de vientos, lluvias y ríos desbordados. Los problemas llegan a todos.

 Es más, en ocasiones las dificultades vendrán precisamente por vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. Entonces surgen las dudas y crecen las ganas de seguir otros caminos más fáciles… ¿Qué hacer? Confiar en Jesús: él está con nosotros y nuestra casa, nuestra vida no se hundirá.

Escuchar cada día la Palabra de Dios y no ponerla en práctica es edificar sobre arena movediza. 

Sólo el amor construye. 

En esta vida todo lo que no pueda reciclarse en amor es arena. Sólo se puede edificar sobre la roca firme del amor. Sobre esa roca ha edificado Jesús su Iglesia. Y nosotros, cuando vivimos en el amor, somos piedras vivas de esa Iglesia

MIÉRCOLES

“ Los ponían a sus pies, y él los curaba ”





san Mateo 15, 29-37

 En aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.

Con frecuencia nos sentíamos tan agobiados que no podemos ver más allá del dolor y los problemas que nos asedian. Esta situación por la que atraviesa toda la humanidad en nuestros días. ¿A quién acudir? Las palabras alentadoras de Isaías, se reflejan en este subir la gente al monte, al encuentro de Jesús y dejar ante él, a sus pies, todo lo que le aflige. “Y él los curaba.”

 La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. 

Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino». 

Los discípulos le dijeron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?». 

Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tenéis?». Ellos contestaron: «Siete y algunos peces». Él mandó a la gente que se sentara en el suelo.

En esta voluntad salvífica, no quiere actuar solo. Puede hacerlo, pero no quiere. El desea involucrar a todos los que estén dispuestos a colaborar: ¿Cuántos panes tenéis?

 Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. 

Conviene tomar en cuenta el modo de proceder de Jesús: da gracias, los parte y los va dando a los discípulos y los discípulos a la gente.

Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.




Unido, pues, a cada ser humano, Jesús hace posible que cada uno tome conciencia de cómo puede y debe colaborar con Dios en la realización de aquello que él tiene pensado en favor de todos los pueblos. ¿Qué preparo yo para la gente? ¿Qué comparto yo de lo que he recibido con los demás?

MARTES

“ Muchos quisieron ver lo que vosotros veis ”



san Lucas 10, 21-24

En el Evangelio de hoy, resuenan dos palabras con una gran fuerza: GRACIAS y SENCILLEZ.

 En aquella hora Jesús se lleno de la alegría en el Espíritu Santo y dijo: 

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. 

El mismo Señor da gracias, nos enseña con su ejemplo. ç

El agradecimiento nace de una actitud de alabanza al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que nos da pruebas constantes y cotidianas de su inmenso amor.

Cuando uno descubre, lo grande que ha estado y está, el Señor con uno, lo único que quiere y desea, es corresponder a su amor.

Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

La segunda palabra que resuena es: la sencillez. 

 El sencillo aprende a hacerse pequeño, entra en la espiritualidad de hacerse niño, se sabe que por sus propias fuerzas no puede nada, “sin Mí no podéis hacer nada”, 

 Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».



El Evangelio de hoy nos habla de la dicha que brota del corazón del que ama a Dios. Seremos dichosos si nos abrimos a las enseñanzas del Evangelio. Seremos dichosos si nos dejamos guiar por el espíritu de humildad, de gratitud y de fidelidad al Señor.

 
Esforcémonos hoy por vivir con estas actitudes que nos enseña el Señor en la página evangélica

LUNES

San Andrés, apóstol (fiesta) · Rojo. Misa propia. Prefacio de Apóstoles. Lecturas propias. Gloria. Se recomienda usar el Canon Romano. Bendición solemne de los Apóstoles, optativa. · Se permiten misas rituales y exequiales. Las misas votivas y por diversas circunstancias solo se permiten con autorización del obispo.

“ Ellos al instante, dejando las redes, le siguieron ”

san Mateo 4, 18-22 

En aquel tiempo, paseando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. 

Jesús llama, no obliga, pero si respondes te comprometes con un Dios que es fiel a sus promesas y que te exige fidelidad. No puedes decirle hoy a Jesús “sí Señor, te seguiré y pescaré almas para ti y le hablaré a otros de ti” para luego simplemente dar la vuelta y continuar tu vida por otro camino.

Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».

 Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Pescarás para Cristo no para tu propia gloria, pescando almas con el anzuelo del amor y con la red de la Gracia de Dios. Almas pescadoras, peregrinas por el mundo hacia el encuentro con su Señor y Salvador en la eternidad, engrandeciendo la familia de Dios.

 Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. 

Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. 




Mantener la unión con el Señor, al enfrentarse a la vida, es la primera y más sencilla misión a la que estamos llamados, porque los misioneros de Cristo pescamos con un anzuelo poderoso, que es dar testimonio de nuestro Señor con nuestras vidas, que sin Él serían como hoja al viento, como un barco errante sin timón.

DOMINGO

“ Vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento ”



san Marcos 13, 33-37 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Y vigilar con esperanza, con la confianza puesta en Jesús que viene. A esto nos invita el adviento a velar en la espera gozosa de Jesús, pero con una esperanza activa.

 Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. 

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Por medio de esta parábola Jesús nos invita a permanecer vigilante para descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas, para detectar los signos del Reino, incluso en medio de la calamidad, de las dificultades, de las miserias. 

Vigilar y velad con la esperanza en que el dueño de la casa vendrá. Sí. Vendrá a tu corazón y al mío, vendrá a tu vida y a la mía. Está ya. Pero hemos de saber mirar y percibir la presencia de Jesús en medio de nosotros.

 Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».


Vigilar y estar en vela es dar testimonio de Jesús para que el evangelio llegue a todos los confines de la tierra; vigilar y estar en vela es hacer posible el mensaje de las bienaventuranzas en nuestro mundo, es llevar la alegría de la Palabra a toda raza, pueblo o nación. 

Nuestro objetivo está bien claro: “predicar el evangelio a toda criatura”; hacer posible el reinado de Dios en nuestro mundo. Mientras, Jesús llega en plenitud sólo nos queda estar vigilantes e invocar diciendo: ¡Ven, Señor, Jesús!

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