ARZOBISPO DE BURGOS
La experiencia del confinamiento, en lo que se refiere a la dimensión religiosa y vivencia de la fe, ha sido definida como tiempo de «ayuno eucarístico», por la imposibilidad de celebrar comunitariamente la Eucaristía de modo presencial.
Esta situación, por el hecho mismo de la necesidad que nos estaba envolviendo y por la animación y ayuda que suponía el seguimiento de las celebraciones desde nuestras casas, ha suscitado también en muchos un acercamiento más directo y personal a la Palabra de Dios.
Hemos podido valorar la centralidad de la Palabra y por eso darnos cuenta de que la Palabra de Dios forma parte esencial de la Eucaristía. Ahora podemos entender mejor que la celebración del Pan nace de la Palabra, y por ello valoraremos más intensamente la proclamación de la Palabra en nuestras celebraciones comunitarias.
Veamos también como una gracia la recuperación de la oración, del silencio y del tiempo necesario para leer y reflexionar de otro modo la Palabra de Dios. No olvidéis esa costumbre que ha servido para profundizar vuestra experiencia de fe.
Gracias a la lectura de la Sagrada Escritura nos hemos reencontrado con Jesús. San Jerónimo escribió con verdad: «la ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is.prólogo:PL 24,17).
Por el contrario, al tener los Evangelios como libro de cabecera y al leerlos con frecuencia, Jesús nos ha resultado más cercano, pues le hemos visto cuando caminaba de aldea en aldea e iba respondiendo a las necesidades, a los problemas y a las expectativas de las personas que encontraba en su camino.
También para nosotros, entre incertidumbres y preocupaciones, la Palabra del Señor nos ha acompañado, consolado y estimulado.
La lectura del Evangelio de este domingo nos ofrece la parábola del sembrador, que nos invita a tener la actitud adecuada para que la acción de la Palabra en nosotros sea más fecunda.
pero a veces encuentra el terreno adecuado y por ello es fecunda, transforma la vida del creyente y de la sociedad. Lo que se nos pide es abrirnos a la Palabra, acoger la semilla y renovar la esperanza en la acción salvadora de Dios.
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