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jueves, 7 de mayo de 2020
MONASTERIO DE LEIRE NAVARRA
Es uno de los conjuntos monásticos más importantes de España por su relevancia histórica y arquitectónica. Entre los diferentes edificios que componen el conjunto, existen ejemplares del románico muy destacados por pertenecer a un periodo muy temprano del mismo y por su excelente estado de conservación. El monasterio se ubica en el nordeste de la Comunidad Foral de Navarra, cerca del límite con Aragón.
Documentalmente está mencionado ya en 848 y su historia va estrechamente ligada a la del reino de Navarra.
Durante la dominación árabe, del siglo IX al X, fue refugio de los reyes y obispos de Pamplona.
El monasterio alcanzó su máximo esplendor en tiempos de Sancho García el Mayor, de su hijo García de Nájera y de su nieto Sancho de Peñalén.
Después de haber sido destruido por Almanzor, Sancho García lo hizo reconstruir en 1022. La cabecera del coro y la cripta se construyeron en estilo románico, fueron introducidas las reglas de los cluniacenses y partiendo de él se construyeron numerosas hosterías y hospicios a lo largo del camino de Santiago.
Desde el siglo XI la cripta sirvió de panteón real. En ella se encuentran los sepulcros de varios reyes de Navarra.
Leyre fue fundado como un monasterio benedictino, aunque posteriormente pasó a estar en manos de monjes cistercienses en 1307.
Leyre no consiguió escapar a la Desamortización de Mendizábal y estuvo deshabitado entre 1836 y 1954, cuando se establecieron los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos.
En la actualidad, el conjunto monástico pertenece a la Comunidad Foral de Navarra, que lo ha cedido a sus primitivos moradores, la orden benedictina, para su cuidado y funcionamiento.
El monasterio se alza en terrenos del actual municipio de Yesa, a 52 km de la capital navarra, Pamplona, sobre el ramal del Camino de Santiago que discurre siguiendo el río Aragón, pasando por Jaca, el Camino de Santiago aragonés.
El conjunto se encuentra en una balconada natural de la falda sur de la sierra de la sierra de Errando o de Leyre, entre cuyos picos destaca la cima del Arangoiti de 1356 m de altitud (esta sierra es la primera sierra prepirenaica que se tiende sobre la canal de Berdún).
Dicha balconada se alza sobre el valle del río Aragón, embalsado en este punto en el pantano de Yesa.
En el año 1307 el monasterio fue entregado a la orden de los cistercienses. Leyre no consiguió escapar a la Desamortización de Mendizábal y estuvo deshabitado entre 1836 y 1954, cuando se establecieron los monjes benedictinos de Santo Domingo de Silos.
CONJUNTO MONÀSTICO
Monasterios
Son dos los edificios que se dedicaron a monasterio en el complejo de Leyre. Uno de ellos, el conocido como monasterio viejo, data del siglo ix, pero del mismo únicamente quedan algunos lienzos de muro y un torreón.
El muro norte es original, está realizado en una sillería muy anárquica que le da cierto aire de fortaleza. En él se pueden ver la primitiva y sencilla portada, así como las ventanas asaetadas, algunas terminadas en arco de herradura. En su lado noreste se levanta un torreón de planta cuadrada. Este monasterio tuvo un claustro románico que desapareció en el periodo que las instalaciones estuvieron abandonadas después de la desamortización de Mendizábal entre 1836 y 1954.
En esa época se construyó entre los restos del monasterio viejo, respetando el estilo y los materiales, un edificio para albergar la hostelería. Este nuevo edificio, junto con la iglesia, conforma el patio de la hostelería donde se ubicaba el antiguo claustro.
A mediados del siglo xvi se decide construir un nuevo monasterio al estar el antiguo en muy mal estado.
El monasterio viejo quedaba al norte de la iglesia, entre esta y la sierra; el nuevo se levanta al sur, entre la iglesia y el valle.
Es un edificio de 53 m de largo por 43 de fondo, con cuatro plantas, pegado al muro sur de la iglesia, realizado en estilo aragonés.
La planta baja y los tres primeros pisos están hechos en sillería con piedra de las canteras de Leyre, el último en ladrillo pálido. Este último piso tiene una serie de arcadas que se van alternando entre ciegas y abiertas. El tejado tiene un gran alero volado tallado por Tomás de Gastelu, vecino de la cercana localidad de Lumbier. Las obras comenzaron en 1562 y finalizaron en 1640.
CRIPTA
La cripta de Leyre no es una cripta al uso. No llega a ser subterránea ni hay evidencias de que se haya destinado nunca a ser un lugar de enterramiento.
Destaca por sus dimensiones y altura, así como por sus grandes capiteles, que se alzan sobre pequeñas columnas.
Fue construida para nivelar el terreno donde se alzaría la iglesia y servir como cimiento a la misma.
Es de forma cuadrada siguiendo la forma de la cabecera del templo, por lo que dispone de tres ábsides circulares y cuatro naves iguales cubiertas por bóvedas de cañón.
Una de ellas es más reciente que el resto, al estar en ese lugar la escalera que comunicaba la iglesia con la cripta.
Se construyó en piedra caliza con cuarzo y hierro, lo que le ha dado una resistencia que le ha permitido su buen estado de conservación.
La cripta fue concebida con tres naves. Sin embargo, la nave central se dividió finalmente en dos por la arcada axial central, resultando en las cuatro naves que ahora se pueden admirar. Esta modificación influyó en el diseño del ábside central.
Los grandes capiteles son los que mantienen el peso de la cabecera del templo. Son todos diferentes entre sí, tanto en tamaño como en motivo de decoración.
Algunos llevan enormes cimacios y van formando un bosque de pilares de triple codillo y de perpiaños peraltadísimos que refuerzan naves abovedadas. La decoración es muy sencilla, basándose en temas animales y geométricos. La cripta, junto a la iglesia, fue consagrada en 1057.
La puerta de entrada a la cripta, la más antigua de todo el conjunto monástico, es de un románico naciente, muy sobrio y rudo
. Está formada por tres arcos de medio punto superpuestos y escalonados que apoyan directamente sobre las impostas, cuya única decoración es el bisel que le han dado a las arquivoltas.
Junto a la cripta está el túnel de san Virila que comunica con la cripta por medio de tres ventanas pequeñas y estrechas, que se abren en la pared oeste de la misma.
Este túnel servía como salida del monasterio a los campos de los alrededores. En la actualidad está cegado y en su fondo hay una escultura, del siglo xvii, de San Virila, abad del monasterio durante el siglo x. Este personaje es el protagonista local de una leyenda, extendida por el camino de Santiago, en la cual Dios le hace comprender el misterio de la eternidad.
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Leyenda de san Virila
La leyenda cuenta que Virila, abad del monasterio de Leyre, era un monje muy preocupado por entender el misterio de la eternidad. Por comprender cómo era posible vivir eternamente sin llegar a aburrirse y, por lo tanto, dejar de ser feliz. En aras de comprender dicho misterio, Virila pedía a Dios en sus oraciones que le diera la clave de su comprensión, la ayuda necesaria para poder desvelar la preocupación.
Un día se encontraba el abad paseando por los alrededores del monasterio, llegó a una fuente y se dispuso a descansar. En aquel mismo momento el canto de un ruiseñor lo ensimismó y allí quedó Virila escuchándolo.
Cuando reaccionó ya era tarde y se dirigió, rápidamente, al monasterio para llegar a las obligaciones del día. Cuando llegó a la puerta, el monje portero le impidió el paso puesto que no conocía al que debía ser su abad. Virila tampoco reconoció al monje.
Tanto insistió que le dejaron pasar y se fue integrando en la vida monástica sin entender cómo era posible que todos los monjes de Leyre le fueran desconocidos, y los mismos no le reconocieran a él. Pasado el tiempo un monje curioseando en los antiguos libros de historia de la congregación descubrió que hacía más de 300 años había existido un abad llamado Virila que desapareció en el bosque. Hecha la revelación cuando todos estaban reunidos en la sala capitular, se abrió la bóveda de la misma y una voz se dirigió a Virila diciéndole: «si tan pronto te pasaron los trescientos años escuchando el canto de un ruiseñor, imagina cómo pasará el tiempo en compañía del Altísimo». De esta forma Virila comprendió el misterio de la eternidad.
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