Mientras Jesús caminaba por el mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simon, que se llama Peter, y su hermano Andrew, lanzando una red al mar; eran pescadores.
La llamada de st. Peter Y ST. Andrew / Luca Giordano
Les dijo: " ven a por mí, y te haré pescadores de hombres." a la vez que dejaron sus redes y lo siguieron.
Caminó desde allí y vio a otros dos hermanos, James, el hijo de zebedee, y su hermano John.
Estaban en un barco, con su padre zebedee, arreglando sus redes. Los llamó, y inmediatamente dejaron su barco y su padre y lo siguieron. Mt 4:18-22
La llamada de st. Peter Y ST. Andrew / Pietro da cortona
Lo dejaron todo y le siguieron.
San Andres, José Ribera
Está realizado en óleo sobre lienzo. Mide 123 cm de alto y 95 cm de ancho. Fue pintado hacia 1631. Se encuentra en el Museo del Prado, Madrid, España.
Representa al apóstol Andrés abrazado a la cruz en forma de aspa de su martirio. En la mano, lleva un anzuelo con un pez, recordando su oficio de pescador.
Quedan fuertemente iluminados el rostro y el torso desnudo del santo.
Esta obra estuvo en el monasterio de El Escorial.
San Andres, Ribera hacia 1616
San Andrés, 1647, óleo sobre lienzo, 281 x 172 cm, Córdoba, Iglesia de San Francisco.
San Andre y San Francisco 167 x 113 cm.
Tipo de cuadro: Óleo sobre lienzo
Fecha de la obra: (ha. 1590-95)
El Greco (1540-1614)
El Apóstol San Andrés, El Greco
El clásico atributo de San Andrés siempre ha sido la cruz en forma de aspa.
A San Andrés no le clavaron en el madero, primero le azotaron y más tarde lo ataron a él de pies y manos para que tardase más en morir. Un par días duró su martirio, durante los cuales no paró de predicar ante unas veinte mil personas la palabra del Señor. Antes de fallecer, Egeas le invitó a arrepentirse, pero San Andrés, convencido, le respondió: “¿A qué vienes? Si es para pedir perdón, lo obtendrás; pero si es para desatarme y dejarme libre, no te molestes; ya es tarde”.
Martirio de San Andrés, 1680 , Murillo
Museo del Prado
Óleo sobre lienzo 123 x 162 cm.
Una vez muerto, su cuerpo fue enterrado curiosamente por Maximila, la esposa de Egeas, su verdugo, quien, por cierto, fue estrangulado por el demonio cuando volvía a su hogar.
Martirio de San Andres, Rubens
pintada en 1639, conservada actualmente en la Fundación Carlos de Amberes, Madrid.
La tradición cristiana sostiene el hecho de que San Andrés fue crucificado en una cruz en forma de “X” o “crux decussata”. Pero, ¿por qué? En primer lugar porque éste deseaba emular la forma en la que murió su hermano Pedro. San Pedro efectivamente fallecería en un madero con forma de aspa, sin embargo su cuerpo quedó prendido boca abajo.
Martirio de San Andrés, óleo sobre lienzo, 520 x 346 cm, Museo de Bellas Artes de Sevilla.
A diferencia de él, San Andrés moriría con la cabeza mirando hacia el cielo.
La tradición cristiana sostiene el hecho de que San Andrés fue crucificado en una cruz en forma de “X” o “crux decussata”. Pero, ¿por qué? En primer lugar porque éste deseaba emular la forma en la que murió su hermano Pedro. San Pedro efectivamente fallecería en un madero con forma de aspa, sin embargo su cuerpo quedó prendido boca abajo. A diferencia de él, San Andrés moriría con la cabeza mirando hacia el cielo.
Pintura de San Andrés localizada en la sacristía de la iglesia parroquial de San Andrés Apóstol de Torrejoncillo (Cáceres, Extremadura, España), datada en la década de 1580 y realizada por Juan de Ribera.
UNA VENTANA ABIERTA AL ARTE RELIGIOSO,FIESTAS, TRADICIONES,SEMANA SANTA Y MÁS COSAS RELACIONADAS CON MI PUEBLO,SIRUELA.PARA QUE MIS HIJOS Y SOBRINOS SIEMPRE LO RECUERDEN Y DEDICADA AL COFRADE DE LA FAMILIA, HERMANA, AMIGOS Y VECINOS.
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viernes, 30 de noviembre de 2018
jueves, 29 de noviembre de 2018
AÑO JUBILAR EN GETAFE
Cien años de la consagración
El 30 de mayo de 1919, en el Cerro de los Ángeles (Getafe), centro geográfico de España, se congregaron las autoridades religiosas, civiles y militares, con gran multitud de fieles, junto al recién construido monumento al Sagrado Corazón de Jesús.
El nuncio de Su Santidad, Francesco Ragonesi, lo bendijo.
Luego, el arzobispo de Madrid, Prudencio Melo, presidió la santa misa. Antes de la bendición final se leyó un telegrama del papa Benedicto XV.
El nuncio impartió la bendición papal y, a continuación, se expuso solemnemente el Santísimo Sacramento.
Estando entonces arrodillados todos los presentes, el rey Alfonso XIII, de pie, en nombre del pueblo español, hizo lectura solemne de la oración mediante la cual se expresaba públicamente la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús: “España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península… Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias”.
En la columna que sostiene la imagen de Jesucristo se leen las siguientes palabras: Reino en España. Se daba así cumplimiento a la promesa hecha por el Sagrado Corazón de Jesús al beato Bernardo de Hoyos –“Reinaré en España”–, a la vez que se materializaba en nuestra nación la petición del papa León XIII al consagrar el género humano al Corazón de Cristo (11 de junio de 1889), expuesta en la encíclica Annum sacrum.
Nos preparamos ahora a la celebración del primer centenario de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. La validez de cuanto tuvo lugar aquel 30 de mayo de 1919 ha quedado confirmada por los innumerables frutos de santidad, no exentos de persecución, que se han producido en este tiempo.
AÑO JUBILAR EN GETAFE
DOMINGO 2 DE DICIEMBRE 2018
El próximo domingo, a las 17 horas, en el Santuario del Cerro de los Ángeles de Getafe, dará comienzo el Año Jubilar para celebrar el primer centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús.
La Santa Misa será presidida por el Nuncio de su Santidad, el Excmo y Rvdmo. Mons Renzo Fratini y concelebrada por Don Ginés García Beltrán, obispo de Getafe y por su obispo auxiliar, Don José Rico Pavés.
Los actos comenzarán a las 17 horas con la apertura de la Puerta Santa por la que pasarán los celebrantes, todo el clero diocesano y las distintas autoridades civiles y religiosas, así como los fieles congregados para esta ocasión.
Mons. Ginés García Beltrán ha invitado a “todos los fieles a participar el próximo domingo en la inauguración del Año Jubilar con motivo del Primer Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús y la apertura de la Puerta Santa”.
Para el obispo de Getafe es importante que todos los fieles participen de esta celebración y así “dar testimonio público de nuestra fe, que tiene en el centro al corazón abierto de Jesucristo que abre las puertas de nuestro propio corazón. Y pedir al Señor que revitalice nuestra fe y la de nuestro pueblo para que seamos realmente discípulos misioneros y testigos del Señor en el mundo.”
A la celebración del domingo han confirmado su asistencia distintas autoridades civiles y religiosas, entre ellas, 7 alcaldes y 3 obispos.
Indulgencia Plenaria.
El Papa Francisco ha querido destacar la importancia de este aniversario concediendo el Año Jubilar y la consiguiente indulgencia plenaria para todos los fieles. En el decreto apostólico, que será leído el próximo domingo, se destaca que los fieles podrán ganar la indulgencia plenaria cumpliendo con los requisitos habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y orar por las intenciones del Santo Padre) desde el 2 de diciembre de 2018 hasta el 24 de noviembre de 2019.
El próximo domingo, a las 17 horas, en el Santuario del Cerro de los Ángeles de Getafe, dará comienzo el Año Jubilar para celebrar el primer centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús.
La Santa Misa será presidida por el Nuncio de su Santidad, el Excmo y Rvdmo. Mons Renzo Fratini y concelebrada por Don Ginés García Beltrán, obispo de Getafe y por su obispo auxiliar, Don José Rico Pavés.
Los actos comenzarán a las 17 horas con la apertura de la Puerta Santa por la que pasarán los celebrantes, todo el clero diocesano y las distintas autoridades civiles y religiosas, así como los fieles congregados para esta ocasión.
Mons. Ginés García Beltrán ha invitado a “todos los fieles a participar el próximo domingo en la inauguración del Año Jubilar con motivo del Primer Centenario de la Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús y la apertura de la Puerta Santa”.
Para el obispo de Getafe es importante que todos los fieles participen de esta celebración y así “dar testimonio público de nuestra fe, que tiene en el centro al corazón abierto de Jesucristo que abre las puertas de nuestro propio corazón. Y pedir al Señor que revitalice nuestra fe y la de nuestro pueblo para que seamos realmente discípulos misioneros y testigos del Señor en el mundo.”
A la celebración del domingo han confirmado su asistencia distintas autoridades civiles y religiosas, entre ellas, 7 alcaldes y 3 obispos.
Indulgencia Plenaria.
El Papa Francisco ha querido destacar la importancia de este aniversario concediendo el Año Jubilar y la consiguiente indulgencia plenaria para todos los fieles. En el decreto apostólico, que será leído el próximo domingo, se destaca que los fieles podrán ganar la indulgencia plenaria cumpliendo con los requisitos habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y orar por las intenciones del Santo Padre) desde el 2 de diciembre de 2018 hasta el 24 de noviembre de 2019.
miércoles, 28 de noviembre de 2018
BASÍLICA DE SAN ANTONIO DE PADUA
La Basílica de San Antonio de Padua es un templo religioso de la ciudad italiana de Padua, construido entre los años 1238 y 1310.
Su núcleo original fue la Iglesia de Santa María Madre del Señor, Sancta Maria Mater Domini, donde se instaló el convento franciscano en el cual fue sepultado San Antonio de Padua, hecho que originó una fervorosa devoción a sus restos por parte de los católicos.
En la plaza se encuentra el magnífico monumento ecuestre a Gattamelata de Donatello.
Además en el interior de la basílica realizó este mismo escultor, el Crucifijo de bronce, que Boito colocó años más tarde en el altar mayor.
De indiscutible valor es el altar mayor, realizado por Donatello en la mitad del Cuatrocientos.
El altar, cuya estructura arquitectónica original no se conserva, se caracteriza por las numerosas esculturas de bronce, entre las que destacan siete estatuas y veintidós relieves.
El relieve más importante es la Deposición de Cristo, el único que no es de bronce sino de piedra calcárea en parte pulida con partes policromadas.
Las siete estatuas representan a la Virgen con Niño y los santos Francisco, Antonio, Justina, Daniel, Luis y Prosdocimo.
La Capilla de la Tumba de San Antonio
Esta capilla llamada desde el principio “Arca” es obra de Tiziano Aspetti.
El altar presenta tres estatuas: la de San Antonio en el centro, flanqueada por la de San Buenaventura y San Ludovico de Tolosa.
Otro lugar de interés. LA CAPILLA DEL SANTÍSIMO
Es la primera capilla de la nave derecha, de planta cuadrada, con cuatro columnas en los ángulos.
Se conserva la Eucaristía. Se la conoce también como Capilla de los Gattamelata, porque fue encargada por la familia del condotiero Erasmo da Narni (apodado Gattamelata) como lugar para su tumba, que aparece en la pared izquierda. La capilla, de estilo gótico, se terminó en el 1458, sufriendo modificaciones a lo largo de los siglos.
M.as información en
http://www.basilicadelsanto.org/spa/home.asp
jueves, 22 de noviembre de 2018
VISITA A LA BASÍLICA DE SANTA CECILIA DE ROMA
VISIRA A LA BASÍLICA
Atravesando el portal del palacio se entra directamente a un gran patio rectangular ajardinado que conserva las medidas que tendría el cuadripórtico de la basílica construida en el siglo IX con el patrocinio de Pascual I, con una fuente central ya del siglo XX.
Fachada del Palacio desde el que se accede al pato de la basílica
La fachada de la derecha de este patio se corresponde con un monasterio de monjas franciscanas de Egipto que ha mantenido parte de su aspecto medieval y que creo que ahora está deshabitado, mientras que la de la izquierda es la de un monasterio de monjas benedictino reconstruido en el siglo XVI y todavía en uso
Al fondo se ubica el pórtico de la basílica, compuesto por cuatro columnas antiguas jónicas centrales y dos pilastras corintias en los extremos que soportan un entablamento en cuyo arquitrabe todavía se conserva una decoración musivaria del siglo XII con volutas con flores, pequeños animales y tondos con bustos identificados como los de los santos Cecilia, Ágata y Tiburcio y los papas Urbano I y Lucio I, cuyas reliquias se custodian en la basílica.
En el centro hay una cruz con el alfa y la omega.
El friso es corrido y muestra una inscripción en referencia al patrocinio del cardenal Francesco Aquaviva en la remodelación de la basílica a partir de 1724. Está rematado por pretil y tras él se ve el cuerpo de la nave central, con frontón con el blasón del cardenal.
La torre campanario es románica de mediados del siglo XII, realizada en ladrillo y compuesta por cinco cuerpos, el primero con tres vanos ciegos de medio punto, el segundo con dos vanos de medio punto por cada lado, el tercero con tres y el cuarto y quinto, que forman el cuerpo de campanas, con ventanas tríforas con columnas de mármol que soportan arcos también de medio punto.
El remate es a cuatro aguas de muy poca altura.
En el pórtico se conservan losas sepulcrales de los siglos XIV y XV y en el testero de la Epístola está el monumento funerario
del cardenal Paolo Emilio Sfondrati, bajo cuyo cardenalato se reabrió el sarcófago con los restos de santa Cecilia, fallecido en 1618.
En principio, el monumento, proyectado por Girolamo Rainaldi con esculturas diseñadas por Pietro Bernini, padre de Gian Lorenzo, y ejecutadas por Algelo di Pellegrino, estaba ubicado en la nave de la Epístola y tapaba el antiguo acceso a la capilla Ponziani, pero cuando a mediados del siglo XX decidió abrirse de nuevo éste último, el mausoleo se trasladó al pórtico.
Ya en el interior, primero se accede a un vestíbulo decorado con frescos de fines del siglo XVI atribuidos a Fabrizio Parmigiano y Marzio Ganassini que representan en la bóveda a los santos Cecilia, Valeriano, Urbano I, Esteban y Lorenzo y paisajes con santos ermitaños en las paredes.
En la contrafachada del propio vestíbulo se ubican, trasladados desde otros lugares originales y fruto de modificaciones, el monumento funerario de Adam Easton de Norfolk, de fines del siglo XIV, en el lado de la Epístola, realizado por Paolo Romano, y el monumento funerario de Niccolò Forteguerri, del último tercio del XV, con esculturas atribuidas a Mino de Fiesole, en el del Evangelio, ambos cardenales de la basílic
La nave central,
de gran anchura,
cuenta con grandes pilastras que esconden las columnas originales y son fruto de una intervención a partir de 1823 con el patrocinio del cardenal Giorgio Doria y realizada por el arquitecto F. Salvi para solucionar problemas estructurales.
Soportan arcos de medio punto que fueron rebajados para dar cabida, sobre las naves laterales, a sendas galerías abiertas a la nave central mediante vanos con rejillas desde donde las monjas podían seguir las ceremonias y que también actuaba de acceso al coro a los pies construido adosado a la contrafachada.
A continuación está la cubierta, una bóveda rebajada que tapa la techumbre original y que fue realizada en 1724 con el patrocinio del cardenal Francesco Acquaviva.
Cuenta con lunetos que acogen las ventanas y está decorada con dorados, estucos y una escena central pintada al fresco por Sebastiano Conca
con la Gloria de santa Cecilia, destacando el órgano, su atributo, aunque en absoluto responda a realidad alguna relacionada con su vida, instrumento inexistente en su época, sostenido por ángeles.
También fue en esa época cuando se optó por retirar el pavimento cosmatesco original, sustituido por barro cocido que también se terminó retirando para colocar el actual, de losas en mármol blanco y negro formando grandes cuadrados.
Presbiterio
El aspecto actual del presbiterio corresponde a un diseño supervisado por Giacomo della Porta en 1600.
El pavimento fue elevado, todo el conjunto fue protegido por una balaustrada y en el centro se ubicó la famosa estatua de Santa Cecilia de Stefano Maderno.
Aunque cuando el escultor fue designado para hacerla sólo tenía veintitrés años y su elección fue muy polémica, dada su juventud, es evidente que demostró que estaba sobradamente preparado para realizarla.
Está hecha en un único bloque de mármol griego de Paros de un blanco luminoso que queda más evidenciado al contrastar con el nicho de mármol negro en el que está inserta la obra. T
ambién son de Maderno los ángeles sobre el nicho y las figuras, todas en bronce, de los santos Cecilia, Valeriano, Tiburcio y Máximo y de los papas Urbano I y Lucio I, flanqueando el mismo.
Por encima del nicho con la escultura sobresale el tabernáculo gótico, elemento que tenía la función de solemnizar el lugar en que tenía lugar el sacrificio eucarístico. Según una inscripción en el pedestal, localizada durante unas obras a comienzos del siglo XIX, pues desde las remodelaciones de 1600 esta parte está oculta, Arnolfo di Cambio lo realizó en 1293. HOC OPUS FECIT ARNULFUS ANNO DOMINI MCCLXXXXIII M NOVEMBER DXX
Se compone de cuatro columnas de mármol veteado negro y blanco, seguramente recuperadas del primitivo tabernáculo de Pascual I, con capiteles corintios sobre los que aparecen unos medallones de mosaico que sustentan una estructura cuadrada con cuatro arcadas góticas con dos Profetas,
los cuatro Evangelistas y dos Vírgenes prudentes en las enjutas y las estatuas de los santos Cecilia, Valeriano y Tiburcio y el papa Urbano I en las esquinas, prolongadas en pináculos. Los cuatro lados están rematados por frontones con rosetones centrales sostenidos por ángeles y toda la estructura está coronada por un pequeño templete.
El mosaico absidia
es lo único conservado in situ de la primitiva basílica de Pascual I, ejecutado durante el primer cuarto del siglo IX. En el centro del intradós del arco que forma el casquete absidial aparece el anagrama de Pascual I. El esquema del casquete es muy similar al de Santa Prassede, otra de las basílicas levantadas con el patrocinio del mismo comitente, con una inscripción en la base que explica quién fue su comitente y que edificó la basílica para recoger las reliquias de santa Cecilia y de sus compañeros.
HAEC DOMUS AMPLE MICAT VARIIS FABRICATA METALLIS, OLIM QUAE FUERAT CONFRACTA SUB TEMPORE PRISCO, CONDIDIT IN MELIUS PASCHALIS PRAESUL OPIMUS. HAEC AULAM DOMINI FORMANS FUNDAMINE CLARO, AUREA GEMMATIS RESONANT HAEC DINDIMA TEMPLI, LAETUS AMORE DEI HIC CONIUNXIT CORPORA SANCTA. CECILIA ET SOCRIS RUTILAT HIC FLORE IUVENTUS, QUAE PRIDEM IN CRYPTIS PAUSABANT MEMBRA BEATA, ROMA RESULTAT OVANS, SEMPER ORNATA PER AEVUM.
A continuación hay un segundo registro con un Agnus Dei
central sobre una especie de fuente hexagonal, quizá un baptisterio en referencia al encontrado en el subsuelo de la basílica, de la que brotan los cuatro ríos de la vida y a la que se acercan doce corderos, símbolo de los Apóstoles, seis a cada lado, que parten de las ciudades de Belén, en el lado del Evangelio, y de la de Jerusalén, en el de la Epístola.
Por encima está Cristo, ataviado con una toga romana dorada con banda púrpura, tras haber bajado por una escalera de nubes de colores, con la mano derecha levantada bendiciendo y portando un rollo en la izquierda, tal y como ya se había visto en el ábside del siglo VI de la iglesia de los santos Cosme y Damián en los Foros. Sobre su cabeza, la Maiestas Domini emerge de las nubes para coronar a su hijo.
Cristo está flanqueado por los santos Pedro y Pablo. A su derecha se ubican, santa Cecilia apoyando una mano sobre el hombro, gesto convencional para indicar que se está encargando de presentar al personaje ante la divinidad, de Pascual I, que muestra nimbo cuadrado para indicar que todavía está vivo y sujeta entre sus manos una maqueta de una iglesia para señalar que él ha sido el comitente y que se la ofrece a Cristo.
A su izquierda aparecen san Valeriano y santa Ágata, copatrona del monasterio que se construyó anexo a la basílica, ambos con las manos cubiertas en señal de humildad. Las dos mujeres están representadas como princesas bizantinas, con zapatos rojos como señal del más alto rango y santa Cecilia porta corona como patrona de la iglesia.
n los extremos de la escena aparecen sendas palmeras que simbolizan el Paraíso, y lo mismo que en Santa Prassede, en la que flanquea a Pascual I, está posada un ave fénix como símbolo de la Resurrección.
La pared bajo el ábside con el mosaico, donde estuvieron los frescos del Pomarancio con escenas de la Vida de santa Cecilia, está revestida de mármol veteado verde enmarcado en rojo, resultado de una restauración contemporánea.
Se sabe que el mosaico se extendía por los lados del casquete y se cree que sería muy similar a lo que sí podemos contemplar en Santa Prassede. Desapareció durante la intervención entre 1724 y 1725 bajo el patrocinio del cardenal Acquaviva, cuando en estas zonas se construyeron sendos nichos para albergar los bustos de los papas Inocencio XII y Clemente XI, ambos obra de Guseppe Mazzuoli.
Las naves laterales
presentan cubiertas de crucería con decoración pintada por Giovanni Zanna y Tarquinio Ligustri, y sólo cuenta con capillas la de la Epístola, mientras que en la del Evangelio, donde no se pudieron añadir porque tiene adosado el claustro románico del monasterio, se suceden diversos altares con igual composición añadidos a comienzos del siglo XVII por un equipo formado por varios artista de la época, con ara de mármoles de distintos colores formando una composición geométrica, encuadrados por columnas bajo plintos, unas de orden jónico y otras corintio, que contienen un arco de medio punto con una pintura y que soportan un entablamento con un frontón partido rematado por una cruz
o primero que nos encontramos es el Altar de los santos Lorenzo y Esteban, con una pintura de Giuseppe Ghezzi fechada en 1676.
A continuación sigue, no un altar sino la Tumba del cardenal Magalotti, fallecido en 1538, y atribuida a Guglielmo della Porta. Es una estructura parietal formada por un podio sobre el que se ubica el sarcófago sobre el que aparece el difunto semitumbado apoyado sobre el codo, no muerto sino vivo y en actitud activa, una postura que parece que se pone de moda, recuperada de los sarcófagos etruscos, a partir de que Andrea Sansovino la recupera por primera vez en los enterramientos de los cardenales Ascanio Sforza y Girolamo Basso della Rovere en Santa Maria del Popolo y que también utiliza Miguel Ángel, en fechas muy próximas a della Porta en esta obra de Santa Cecilia, para la Tumba del propio Giulio II en la basílica de San Pietro in Vincoli.
Justo antes de llegar a la zona absidial, desde la nave del Evangelio puede verse, a través de una reja, la capilla del coro, una zona reservada a las monjas del convento benedictino, con un altar con un Crucificado entre santa Cecilia y el papa Urbano I.
El último tramo de esta nave, justo al lado del ábside, conforma una pequeña capilla con el Altar de los santos Pedro y Pablo, con un cuadro también de Baglione.
n cuanto a las capillas de la Epístola, comenzando por los pies, primero nos encontramos, con acceso desde el vestíbulo, con la capella del Crocifisso, fechada en 1600 aunque en su interior cuenta con obras de varias épocas y procedencias. Es un ámbito rectangular con un altar de cerámica del siglo XVIII, procedente del cercano y desacralizado oratorio di Sant'Andrea dei Vascellari, sobre el que aparece un fresco con un Calvario del siglo XIV que se localizó en la nave lateral. También destaca otro fragmento en fresco, quizá procedente del monasterio, con la Virgen entre los santos Jorge y Escolástica fechado a fines del siglo XV.
a en la propia nave, el primer ámbito es la capella de Santa Cecilia, encargada por el cardenal Sfondrati en 1599, tras abrirse el sarcófago que contenía los restos de la santa. Busca recrear el ambiente de una catacumba, con un pasillo a modo de cubiculum, con paredes decoradas en 1600 por Paul Brill con santos penitentes en medio de paisajes, una escultura de San Sebastián de Lorenzo Lotti el Lorenzetto y un relieve con una Virgen con Niño atribuida al taller de Mino da Fiesole, desde el que se accede, a la derecha, a la capilla en sí, conocida como capella del Bagno en recuerdo del Balneum caeciliae, lugar en el que la tradición dice que santa Cecilia sufrió martirio, con suelo cosmatesco conservado del siglo XI y un altar restaurado en 1600 con una Decapitación de Santa Cecilia de Guido Reni y bóvedas y paredes decoradas con frescos con escenas de la vida de la santa de autores manieristas anónimos. Lamentablemente, esta zona no está abierta al público.
Le sigue la Capella Ponziani, fechada en el siglo XV, la primera añadida a la basílica, panteón de la familia política de santa Francesca Romana, con vivienda muy cerca del templo, al que ella acudía con frecuencia, de ahí que la capilla esté bajo su advocación. Es un ámbito rectangular cerrado por una reja cubierto con bóveda de crucería decorada con el Padre Eterno y los cuatro Evangelistas y paredes con los santos Jerónimo, Sebastián, Jorge y Catalina de Alejandría, obra de Antonio del Massaro da Viterbo, el Pastura, de la escuela de Pinturicchio. Sobre el altar destaca un fresco con la Virgen de la Misericordia entre los santos Esteban y Francesca Romana.
A la izquierda de la capilla Ponziani está el Altar de San Benito, de las mismas hechuras que los de la nave del Evangelio, y dedicado a ese santo por ser el convento de monjas benedictinas, con óleo de Giuseppe Ghezzi.
A continuación se ubica la Capella delle Reliquie, que albergaba una colección de relicarios que en 1935 fueron donados al Museo Sacro de la Biblioteca Vaticana. Es un espacio cuadrangular diseñado por Luigi Vanvitelli con bóveda con ángeles músicos y una pintura en el testero de la Epístola con la Aparición del ángel a santa Cecilia.
La nave de la Epístola acaba en una capilla que es la base del campanario y que también conserva la escalera de acceso a la cripta, aunque ahora ya no se utilice. Tiene un altar dedicado a santa Teresa de Lisieux y conserva también un fragmento del fresco del siglo XIII que decoraba el atrio con un ciclo que narraba los martirios de los santos Vicente, Lorenzo y Esteban además de las historias de santa Cecilia y su esposo, san Valeriano. La escena muestra la Aparición de santa Cecilia a Pascual I y el descubrimiento del cuerpo de la santa en las catacumbas.
BASILICA DE SANTA CECILIA EN ROMA
LA BASÍLICA DE SANTA CECILIA IN TRASTEVERE EN ROMA
La muralla de Aureliano en Roma, edificada en el siglo III, incluía intramuros el barrio de la orilla derecha del Tíber, lo que hoy conocemos como rione Trastevere, una zona embellecida durante la época imperial con abundantes villas ajardinadas y en la que, dada la disponibilidad de agua que ofrecía, también incluía molinos, balnearios, campos y templos además de un desarrollo de actividades artesanales que hicieron necesaria la construcción de ínsulas, viviendas más populares con abundantes habitaciones.
En una de estas construcciones es donde la tradición, basándose en una Passio escrita en el siglo V por un escritor anónimo, por lo que resulta una historia difícil de autentificar, establece que vivió y murió santa Cecilia, una patricia romana cristiana de las primeras décadas del siglo III, en casa de su marido, Valeriano, al que convirtió, bautizado por el propio papa Urbano I, junto a su hermano, Tiburcio, aceptando un matrimonio en castidad.
Pero cuando los dos hermanos junto a otro convertido, Máximo, empezaron a realizar buenas obras y a sepultar a los mártires cristianos, un acto prohibido en la época, fueron juzgados y martirizados, y cuando Cecilia también optó por sepultarlos, sufrió el mismo castigo, arrestada y condenada a morir asfixiada en los vapores del caldarium de su casa, martirio al que sobrevivió, por lo que finalmente intentaron decapitarla.
Pero como ni tres golpes de espada lograron desprender su cabeza, la Passio afirma que la santa estuvo agonizando durante tres días, recibiendo finalmente sepultura en las catacumbas de san Calixto o de Pretextato, según las fuentes.
Las alabanzas que, según una errónea traducción de su Passio, entonó durante su martirio, la convirtieron, a partir del siglo XV, en la patrona de los músicos.
Fue precisamente ese lugar en el que la tradición decía que estuvo la casa de Valerio y Cecilia el elegido por el papa Pascual I en el siglo IX para edificar una basílica en su honor.
De todos modos, las excavaciones arqueológicas realizadas bajo la basílica no han podido constatar que antes de la edificación patrocinada por Pascual I hubiera existido una iglesia paleocristiana, aunque lo que sí se localizó, en la década de 1980, fue un baptisterio situado justo debajo de la actual capilla de las Reliquias datado en la primera mitad del siglo V y una zona que parece formar parte de unos baños debajo de lo que hoy es la capilla de santa Cecilia.
El antiguo baptisterio fue reformado y se mantuvo en uso hasta el siglo XIII a pesar de encontrarse a más de dos metros por debajo de la superficie del nuevo templo, algo que indica que éste desempeñó desde su fundación funciones de iglesia parroquial, estatus que mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Algunos autores defienden que Pascual I también recuperó el baño en el que la tradición decía, sin evidencia histórica alguna, que fue martirizada la santa y que lo abrió a los peregrinos.
Basílica
A la Basílica de Santa Cecilia in Trastevere se accede a través de un luminoso patio.
La fachada que se ve en la actualidad es del año 1725 diseñada por Ferdinando Fuga.
Se tiene constancia de que se fundó en el s. V por el Papa Urbano I. Pascual I reconstruyó la iglesia alrededor del año 820 y se encargó de traer las reliquias de Santa Cecilia desde las Catacumbas de San Calixto.
En 1599, el cardenal Paolo Emilio Sfondrati abrió el sepulcro de mármol. En el arcón de los cipreses encontró intacto el cuerpo del santo, vestido de blanco y con el signo de las heridas en el cuello.
El evento, considerado milagroso, llevó al papa Clemente VIII a verlo en persona y encargarle al escultor Stefano Maderno que reproduzca la figura tal como fue encontrada.
Planta rectangular de tres naves.
Una basílica, con una nave central sostenida por doce columnas conectadas por arcos redondos, un techo retorcido,
Cuerpo de ventanas abiertas en la nave central
y ábside semicircular bajo el que se ubicó la cripta con las reliquias de santa Cecilia, aunque las abundantes modificaciones en los siglos sucesivos terminaron por configurar su aspecto actual, muy distinto del original.
El campanario se construye en el siglo XII y en el XIII
se incorpora al monasterio, adosado a la nave del Evangelio de la basílica, un claustro, parte del cual todavía se conserva aunque no es visitable.
El edificio a lo largo de los siglos fue embellecido, junto a él se construyó un monasterio, también dedicado a Santa Cecilia y Santa Ágata.
El papa Pascual II construyó el campanario y el pórtico en el siglo XII, y en la segunda mitad de la XIII, Pietro Cavallini realizó un fresco del Juicio Final,
mientras que Arnolfo di Cambio erigió el ciborium en 1293.
El ciborio gótico está rodeado por cuatro columnas de mármol blanco y negro, decorados con estatuas de ángeles, santos, profetas y evangelistas.
El ábside tiene restos de mosaicos del siglo IX que representan a varios santos.
En el siglo XVIII, se modificaron las líneas de la antigua basílica, sin alterar el ábside, se levantó el presbiterio, se reemplazó el piso cosmatesco, se reemplazaron las vigas del techo por un falso techo de madera.
A principios del siglo XVIII, el cardenal Francesco Acquaviva d'Aragona confió a Ferdinando Fuga una intervención muy escenográfica de arreglos externos, cuyo resultado es hoy en día. Tanto el cardenal como otros miembros de su familia fueron enterrados en la Basílica.
La nave central está pintada con la Apoteosis de Santa Cecilia (1721) de Sebastiano Conca
A fines del XIII se realiza el pavimento cosmatesco, hoy desaparecido, Arnolfo di Cambio levanta el tabernáculo
y Pietro Cavallini y su taller se encargan de decorar todo el templo con una serie de frescos de los que apenas se conserva una mínima parte en lo que fue la contrafachada, hoy coro de monjas. A partir de la segunda mitad del siglo XIV se empiezan a añadir capillas adosadas a la nave de la Epístola.
En 1585 el Pomarancio recibió el encargo de decorar con el Ciclo de la vida de Santa Cecilia toda la parte baja del ábside, bajo el mosaico.
Un acontecimiento esencial para la basílica fue el descubrimiento, el 20 de octubre de 1599, del cuerpo incorrupto de santa Cecilia cuando el cardenal Paolo Emilio Sfondrati, sobrino del papa Gregorio XIV, ordenó la reapertura de su tumba.
Para conmemorar dicho acontecimiento, el cardenal encargó a Stefano Maderno la realización de su famosa estatua que reproduce exactamente la postura en la que se encontró el cuerpo de la santa. Además, también se decidió modificar el presbiterio para su exposición, con la consiguiente ocultación de la parte baja del tabernáculo, e iniciar toda una serie de trabajos de enriquecimiento del templo que alteraron las líneas arquitectónicas conservadas desde el siglo IX.
En 1724 el cardenal Francesco Acquaviva d'Aragona patrocinó una profunda intervención en la nave central a cargo de los arquitectos Domenico Paradesi y Luigi Berrettoni en la que, entre otras cosas, desaparecieron el pavimento cosmatesco y los frescos del Pomarancio del ábside. En el transcurso de esta intervención fue cuando el atrio adquirió el aspecto actual, obra del arquitecto Ferdinando Fuga.
En 1741-42, durante el cardenalato de Troiano Acquaviva d'Aragona, sobrino de Francesco, se construye el palacio que antecede al patio de la basílica, también atribuido por algunos autores a Ferdinando Fuga, conformando una fachada exterior de cuatro plantas en la que destaca un gran portal central de tres calles organizado mediante cuatro columnas dóricas con dos vanos rectangulares laterales y uno de medio punto central que sustentan un entablamento, con un frontón partido central con el escudo del comitente sostenido por dos putti en el central, con otros dos putti en los extremos, sobre las columnas laterales, obra escultórica de Agostino Corsini.
comienzos del siglo XIX, y debido a problemas estructurales, el cardenal Giorgio Doria encargó una nueva intervención en el templo porque el peso de la nueva bóveda estaba generando problemas estructurales, y el arquitecto Pietro Bracci optó por esconder las primitivas columnas, que todavía estaban a la vista, bajo los gruesos pilares que hoy vemos.
Cripta
ubicada justo debajo del presbiterio, debe su aspecto actual neobizantino a una intervención en tiempos del cardenal Mariano Rampolla del Tindaro a inicios del siglo XIX de la mano de Giovanni Battista Giovenale, que amplió el ambiente primitivo creando un espacio rectangular y bajó el primitivo pavimento más de un metro decorándolo en estilo cosmatesco.
A fines del siglo XIX el cardenal Rimpolla del Tindaro patrocinó la transformación de la primitiva cripta en la que hoy se conserva, iniciándose también los estudios arqueológicos bajo el suelo de la basílica en los que se localizaron casas romanas y otros restos datados entre los siglos II aC. y V dC. que hoy pueden visitarse, en parte.
El ámbito está cubierto por veinte bóvedas baídas decoradas con estucos que apoyan en arcos de medio punto bajo los que se ubican columnas monolíticas de orden compuesto.
En el centro del testero occidental, con la misma orientación que el altar mayor de la basílica, se ubica un altar con las urnas de los mártires
Cecilia, Valeriano, Tiburcio y Máximo y las de los papas Lucio I y Urbano I.
A los lados hay dos pequeñas capillas con mosaicos de Giuseppe Bravi dedicadas a las santas Cecilia y Águeda y frente al altar se ubica una estatua de santa Cecilia de Cesare Aureli.
La cripta subterránea, el llamado "Bagno", el calidarium donde la leyenda quiso el primer intento de asfixiar a Cecilia.
El cuerpo de la martír fue colocado en un ataúd de madera de ciprés dentro de un sarcófago de mármol, que en otro se colocaran los de Valeriano, Tiburcio y Máximo y que se añadiera un tercero para los de los papas Urbano I y Lucio I, todos ellos ubicados en una cripta bajo el presbiterio.
También en la cripta se encuentran los restos de un Domus del siglo II aC
Esta foto de Santa Cecilia in Trastevere es cortesía de TripAdvisor
.
La visita puede completarse con los frescos de Pietro Cavallini fechados a fines del siglo XIII y redescubiertos a fines del XIX tras la sillería del coro de monjas construido en el siglo XVI sobre el vestíbulo y que en origen ocupaban la contrafachada de la basílica.
Restaurados en la década de 1980 por Carlo Giantomassi bajo la dirección del arquitecto Bernardo Meli, para verlos es necesario llamar a la puerta del vecino convento benedictino femenino, que está a la izquierda del atrio de la basílica y, tras pagar la correspondiente entrada, una monja nos acompaña a verlos después de subir por un ascensor, pero no pueden hacerse fotografías, algo que lamenté profundamente.
La escena, conservada parcialmente, es un Juicio Universal, muy habitual en las contrafachadas de la iglesias medievales como aviso a los fieles a la salida del templo de lo que les sucedería si pecaban.
En el centro está Cristo en mandorla; pero que ya no es el Pantocrator románico heredado del arte bizantino, alejándose del Apocalipsis de san Juan, que es Cristo Dios, para inspirarse más en el Evangelio de san Mateo, más acorde con la sensibilidad del gótico, más humano y paternal, Cristo Hombre, al que en iconografía occidental conocemos como Varón de Dolores, que aparece semivestido y siempre muestra las llagas de la Pasión. Está rodeado de ángeles y flanqueado por la Virgen y san Juan Bautista, conformando una Déesis, seguidos de los Apóstoles.
Por debajo, y también muy fragmentados, están los ángeles anunciando el Juicio Final tocando sus trompetas y restos de lo que fueron el grupo de los elegidos, a la derecha de Cristo, y el de los condenados, a su izquierda.
Además de la novedad iconográfica, las pinturas también destacan por una recuperación del clasicismo en unas fechas todavía muy tempranas y que queda evidenciada, sobre todo, en la colocación en perspectiva en posición de ¾ de los Apóstoles mirando a Cristo.
En el testero de la izquierda puede adivinarse una Anunciación muy dañada, y en el de la derecha estaba la escena, de la que se conservan fragmentos, de la Escalera de Jacob.
Eran el inicio de las pinturas que decoraban los laterales de la nave central con escenas bíblicas, el Antiguo Testamento para la Epístola y el Nuevo para el Evangelio, una obra de gran envergadura en la que aunque la dirección recayó en Cavallini, precisó, necesariamente, de la actividad de un gran taller a sus órdenes.
La muralla de Aureliano en Roma, edificada en el siglo III, incluía intramuros el barrio de la orilla derecha del Tíber, lo que hoy conocemos como rione Trastevere, una zona embellecida durante la época imperial con abundantes villas ajardinadas y en la que, dada la disponibilidad de agua que ofrecía, también incluía molinos, balnearios, campos y templos además de un desarrollo de actividades artesanales que hicieron necesaria la construcción de ínsulas, viviendas más populares con abundantes habitaciones.
En una de estas construcciones es donde la tradición, basándose en una Passio escrita en el siglo V por un escritor anónimo, por lo que resulta una historia difícil de autentificar, establece que vivió y murió santa Cecilia, una patricia romana cristiana de las primeras décadas del siglo III, en casa de su marido, Valeriano, al que convirtió, bautizado por el propio papa Urbano I, junto a su hermano, Tiburcio, aceptando un matrimonio en castidad.
Pero cuando los dos hermanos junto a otro convertido, Máximo, empezaron a realizar buenas obras y a sepultar a los mártires cristianos, un acto prohibido en la época, fueron juzgados y martirizados, y cuando Cecilia también optó por sepultarlos, sufrió el mismo castigo, arrestada y condenada a morir asfixiada en los vapores del caldarium de su casa, martirio al que sobrevivió, por lo que finalmente intentaron decapitarla.
Pero como ni tres golpes de espada lograron desprender su cabeza, la Passio afirma que la santa estuvo agonizando durante tres días, recibiendo finalmente sepultura en las catacumbas de san Calixto o de Pretextato, según las fuentes.
Las alabanzas que, según una errónea traducción de su Passio, entonó durante su martirio, la convirtieron, a partir del siglo XV, en la patrona de los músicos.
Fue precisamente ese lugar en el que la tradición decía que estuvo la casa de Valerio y Cecilia el elegido por el papa Pascual I en el siglo IX para edificar una basílica en su honor.
De todos modos, las excavaciones arqueológicas realizadas bajo la basílica no han podido constatar que antes de la edificación patrocinada por Pascual I hubiera existido una iglesia paleocristiana, aunque lo que sí se localizó, en la década de 1980, fue un baptisterio situado justo debajo de la actual capilla de las Reliquias datado en la primera mitad del siglo V y una zona que parece formar parte de unos baños debajo de lo que hoy es la capilla de santa Cecilia.
El antiguo baptisterio fue reformado y se mantuvo en uso hasta el siglo XIII a pesar de encontrarse a más de dos metros por debajo de la superficie del nuevo templo, algo que indica que éste desempeñó desde su fundación funciones de iglesia parroquial, estatus que mantuvo hasta comienzos del siglo XIX. Algunos autores defienden que Pascual I también recuperó el baño en el que la tradición decía, sin evidencia histórica alguna, que fue martirizada la santa y que lo abrió a los peregrinos.
Basílica
A la Basílica de Santa Cecilia in Trastevere se accede a través de un luminoso patio.
La fachada que se ve en la actualidad es del año 1725 diseñada por Ferdinando Fuga.
Se tiene constancia de que se fundó en el s. V por el Papa Urbano I. Pascual I reconstruyó la iglesia alrededor del año 820 y se encargó de traer las reliquias de Santa Cecilia desde las Catacumbas de San Calixto.
En 1599, el cardenal Paolo Emilio Sfondrati abrió el sepulcro de mármol. En el arcón de los cipreses encontró intacto el cuerpo del santo, vestido de blanco y con el signo de las heridas en el cuello.
El evento, considerado milagroso, llevó al papa Clemente VIII a verlo en persona y encargarle al escultor Stefano Maderno que reproduzca la figura tal como fue encontrada.
Planta rectangular de tres naves.
Una basílica, con una nave central sostenida por doce columnas conectadas por arcos redondos, un techo retorcido,
Cuerpo de ventanas abiertas en la nave central
y ábside semicircular bajo el que se ubicó la cripta con las reliquias de santa Cecilia, aunque las abundantes modificaciones en los siglos sucesivos terminaron por configurar su aspecto actual, muy distinto del original.
El campanario se construye en el siglo XII y en el XIII
se incorpora al monasterio, adosado a la nave del Evangelio de la basílica, un claustro, parte del cual todavía se conserva aunque no es visitable.
El edificio a lo largo de los siglos fue embellecido, junto a él se construyó un monasterio, también dedicado a Santa Cecilia y Santa Ágata.
El papa Pascual II construyó el campanario y el pórtico en el siglo XII, y en la segunda mitad de la XIII, Pietro Cavallini realizó un fresco del Juicio Final,
mientras que Arnolfo di Cambio erigió el ciborium en 1293.
El ciborio gótico está rodeado por cuatro columnas de mármol blanco y negro, decorados con estatuas de ángeles, santos, profetas y evangelistas.
El ábside tiene restos de mosaicos del siglo IX que representan a varios santos.
En el siglo XVIII, se modificaron las líneas de la antigua basílica, sin alterar el ábside, se levantó el presbiterio, se reemplazó el piso cosmatesco, se reemplazaron las vigas del techo por un falso techo de madera.
A principios del siglo XVIII, el cardenal Francesco Acquaviva d'Aragona confió a Ferdinando Fuga una intervención muy escenográfica de arreglos externos, cuyo resultado es hoy en día. Tanto el cardenal como otros miembros de su familia fueron enterrados en la Basílica.
La nave central está pintada con la Apoteosis de Santa Cecilia (1721) de Sebastiano Conca
A fines del XIII se realiza el pavimento cosmatesco, hoy desaparecido, Arnolfo di Cambio levanta el tabernáculo
y Pietro Cavallini y su taller se encargan de decorar todo el templo con una serie de frescos de los que apenas se conserva una mínima parte en lo que fue la contrafachada, hoy coro de monjas. A partir de la segunda mitad del siglo XIV se empiezan a añadir capillas adosadas a la nave de la Epístola.
En 1585 el Pomarancio recibió el encargo de decorar con el Ciclo de la vida de Santa Cecilia toda la parte baja del ábside, bajo el mosaico.
Un acontecimiento esencial para la basílica fue el descubrimiento, el 20 de octubre de 1599, del cuerpo incorrupto de santa Cecilia cuando el cardenal Paolo Emilio Sfondrati, sobrino del papa Gregorio XIV, ordenó la reapertura de su tumba.
Para conmemorar dicho acontecimiento, el cardenal encargó a Stefano Maderno la realización de su famosa estatua que reproduce exactamente la postura en la que se encontró el cuerpo de la santa. Además, también se decidió modificar el presbiterio para su exposición, con la consiguiente ocultación de la parte baja del tabernáculo, e iniciar toda una serie de trabajos de enriquecimiento del templo que alteraron las líneas arquitectónicas conservadas desde el siglo IX.
En 1724 el cardenal Francesco Acquaviva d'Aragona patrocinó una profunda intervención en la nave central a cargo de los arquitectos Domenico Paradesi y Luigi Berrettoni en la que, entre otras cosas, desaparecieron el pavimento cosmatesco y los frescos del Pomarancio del ábside. En el transcurso de esta intervención fue cuando el atrio adquirió el aspecto actual, obra del arquitecto Ferdinando Fuga.
En 1741-42, durante el cardenalato de Troiano Acquaviva d'Aragona, sobrino de Francesco, se construye el palacio que antecede al patio de la basílica, también atribuido por algunos autores a Ferdinando Fuga, conformando una fachada exterior de cuatro plantas en la que destaca un gran portal central de tres calles organizado mediante cuatro columnas dóricas con dos vanos rectangulares laterales y uno de medio punto central que sustentan un entablamento, con un frontón partido central con el escudo del comitente sostenido por dos putti en el central, con otros dos putti en los extremos, sobre las columnas laterales, obra escultórica de Agostino Corsini.
comienzos del siglo XIX, y debido a problemas estructurales, el cardenal Giorgio Doria encargó una nueva intervención en el templo porque el peso de la nueva bóveda estaba generando problemas estructurales, y el arquitecto Pietro Bracci optó por esconder las primitivas columnas, que todavía estaban a la vista, bajo los gruesos pilares que hoy vemos.
Cripta
ubicada justo debajo del presbiterio, debe su aspecto actual neobizantino a una intervención en tiempos del cardenal Mariano Rampolla del Tindaro a inicios del siglo XIX de la mano de Giovanni Battista Giovenale, que amplió el ambiente primitivo creando un espacio rectangular y bajó el primitivo pavimento más de un metro decorándolo en estilo cosmatesco.
A fines del siglo XIX el cardenal Rimpolla del Tindaro patrocinó la transformación de la primitiva cripta en la que hoy se conserva, iniciándose también los estudios arqueológicos bajo el suelo de la basílica en los que se localizaron casas romanas y otros restos datados entre los siglos II aC. y V dC. que hoy pueden visitarse, en parte.
El ámbito está cubierto por veinte bóvedas baídas decoradas con estucos que apoyan en arcos de medio punto bajo los que se ubican columnas monolíticas de orden compuesto.
En el centro del testero occidental, con la misma orientación que el altar mayor de la basílica, se ubica un altar con las urnas de los mártires
Cecilia, Valeriano, Tiburcio y Máximo y las de los papas Lucio I y Urbano I.
A los lados hay dos pequeñas capillas con mosaicos de Giuseppe Bravi dedicadas a las santas Cecilia y Águeda y frente al altar se ubica una estatua de santa Cecilia de Cesare Aureli.
La cripta subterránea, el llamado "Bagno", el calidarium donde la leyenda quiso el primer intento de asfixiar a Cecilia.
El cuerpo de la martír fue colocado en un ataúd de madera de ciprés dentro de un sarcófago de mármol, que en otro se colocaran los de Valeriano, Tiburcio y Máximo y que se añadiera un tercero para los de los papas Urbano I y Lucio I, todos ellos ubicados en una cripta bajo el presbiterio.
También en la cripta se encuentran los restos de un Domus del siglo II aC
Esta foto de Santa Cecilia in Trastevere es cortesía de TripAdvisor
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La visita puede completarse con los frescos de Pietro Cavallini fechados a fines del siglo XIII y redescubiertos a fines del XIX tras la sillería del coro de monjas construido en el siglo XVI sobre el vestíbulo y que en origen ocupaban la contrafachada de la basílica.
Restaurados en la década de 1980 por Carlo Giantomassi bajo la dirección del arquitecto Bernardo Meli, para verlos es necesario llamar a la puerta del vecino convento benedictino femenino, que está a la izquierda del atrio de la basílica y, tras pagar la correspondiente entrada, una monja nos acompaña a verlos después de subir por un ascensor, pero no pueden hacerse fotografías, algo que lamenté profundamente.
La escena, conservada parcialmente, es un Juicio Universal, muy habitual en las contrafachadas de la iglesias medievales como aviso a los fieles a la salida del templo de lo que les sucedería si pecaban.
En el centro está Cristo en mandorla; pero que ya no es el Pantocrator románico heredado del arte bizantino, alejándose del Apocalipsis de san Juan, que es Cristo Dios, para inspirarse más en el Evangelio de san Mateo, más acorde con la sensibilidad del gótico, más humano y paternal, Cristo Hombre, al que en iconografía occidental conocemos como Varón de Dolores, que aparece semivestido y siempre muestra las llagas de la Pasión. Está rodeado de ángeles y flanqueado por la Virgen y san Juan Bautista, conformando una Déesis, seguidos de los Apóstoles.
Por debajo, y también muy fragmentados, están los ángeles anunciando el Juicio Final tocando sus trompetas y restos de lo que fueron el grupo de los elegidos, a la derecha de Cristo, y el de los condenados, a su izquierda.
Además de la novedad iconográfica, las pinturas también destacan por una recuperación del clasicismo en unas fechas todavía muy tempranas y que queda evidenciada, sobre todo, en la colocación en perspectiva en posición de ¾ de los Apóstoles mirando a Cristo.
En el testero de la izquierda puede adivinarse una Anunciación muy dañada, y en el de la derecha estaba la escena, de la que se conservan fragmentos, de la Escalera de Jacob.
Eran el inicio de las pinturas que decoraban los laterales de la nave central con escenas bíblicas, el Antiguo Testamento para la Epístola y el Nuevo para el Evangelio, una obra de gran envergadura en la que aunque la dirección recayó en Cavallini, precisó, necesariamente, de la actividad de un gran taller a sus órdenes.