Cuatrocientos años después de su nacimiento, Bartolomé Esteban Murillo sigue vivo en muchos rincones de Sevilla.
Esa es la huella que el «Año Murillo» pretende dejar en los sevillanos y viajeros que quieran acercarse al colosal patrimonio que dejó el pintor en su ciudad natal, donde desarrolló la mayor parte de su carrera.
LA CASA DE MURILLO
La Casa de Murillo fue la penúltima residencia del artista, en la que vivió como un pintor reconocido y donde trabajó los últimos años de su vida.
Calle santa Teresa , barrio de Santa Cruz
Murillo desarrolló toda su trayectoria en Sevilla, al margen de una breve estancia en la corte madrileña en 1658. Por ello, además de por su excepcional talento y su extremada sensibilidad, supo captar como ningún artista el espíritu de su ciudad. Durante este año, este inmueble será su centro de interpretación.
Allí hay una sala de proyecciones con el documental «Murillo, el último viaje», que se emite dos veces al día; una sala de talleres para escolares entre semana y para familias los fines de semana; y un centro interactivo en el que se obtiene toda la información sobre los lienzos que se conservan en la ciudad o sobre las reproducciones de las obras que fueron expoliadas.
LA CATEDRAL
En la Sevilla de Murillo, la Catedral era el centro neurálgico de la vida religiosa, cultural y cotidiana. Por ello, todo artista ansiaba trabajar al servicio del Cabildo catedralicio. Murillo, considerado por el Cabildo como el mejor pintor de la ciudad, trabajó para la Catedral entre 1655 y 1667, realizando algunas de sus obras más relevantes, muchas de las cuales puden aún contemplarse en el templo, ubicadas la mayoría en los lugares originariamente pensados para su función espiritual.
El Cabildo organiza una exposición que se inaugura este 8 de diciembre, día de la Inmaculada, y que estará abierta hasta el 8 de diciembre de 2018.
Exhibirá 16 obras originales del maestro y 40 documentos archivados en el Arzobispado en los que se revelan datos tan determinantes para entender al pintor como el expediente de restauración de la Sala Capitular, donde se conserva su legado más trascendente, o su expediente matrimonial, entre otras cosas. Uno de estos legajos desvela, por ejemplo, que uno de los hijos de Murillo fue canónigo de la Catedral.
Un pintor ligado a la vida católica
Murillo se bautizó en la Magdalena de Sevilla, fue hermano de la Caridad, de San Bartolomé, de la Veracruz y de Montesión. Y mantuvo una relación directa con la Iglesia durante toda su vida. Su obra sirvió como «porta fidei» -puerta de la fe- a los sevillanos del siglo XVII, que cruzaron «el puente tendido hacia la experiencia religiosa» gracias «a la belleza» de sus obras.
La exposición organizada por el Cabildo tiene un coste de 50.000 euros y está comisariada por Ana Isabel Gamero, conservadora de bienes muebles de la Catedral.
El itinerario de la exposición
El diario ABC detalla el itinerario de la exposición. El itinerario consta de cuatro espacios, de manera que la visita comienza en el trascoro y termina en la Sala Capitular.
En la primera zona, que abarca el citado trascoro y la capilla de San Antonio, los visitantes podrán contemplar el retrato del rey guerrero San Fernando que Murillo pintó en 1671 con motivo de la canonización del rey.
Junto a esta obra se podrá ver otra que ha sido cedida por el Palacio Arzobispal, «La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo»,
considerada la primera obra conocida del artista, ya que está fechada entre 1638 y 1640. Apenas rondaba los 20 años.
Este primer espacio lo completan dos cuadros que hasta abril estarán cedidos a otras exposiciones del Año Murillo: «El Ángel de la Guarda», que estará en el Bellas Artes, y «La beata Dorotea», que se verá hasta entonces en Santa Clara.
Y en la capilla de San Antonio se mostrarán dos obras pintadas por Murillo para ese lugar exacto: «El bautismo de Cristo»
y «Visión de San Antonio»,
al que se le están realizando trabajos de rehabilitación en la zona inferior del lienzo.
En esta primera parte del recorrido también se expondrán el retrato de Justino de Neve -amigo y mecenas del pintor- y el del propio Murillo realizados en el siglo XIX, actualmente conservados en la Biblioteca Capitular.
Y por último habrá un itinerario guiado por la sepultura de Neve, el tapiz filipino del siglo XVII que se vio por última vez en 1989, un simpecado de la Concepción también del XVII y varios paneles pedagógicos en los que se explicará la relación de Murillo con la iglesia.
De ahí se pasa a la Sacristía Mayor,
donde se ubican otras dos obras fundamentales del artista, «San Isidoro» y «San Leandro».
Los retratos de los dos santos sevillanos fueron encargados por el canónigo de la Catedral Juan Federighi Fantoni en 1655. Junto a estas dos pinturas clave se situarán las vitrinas documentales antes de pasar al tercer espacio, el Antecabildo y el Patio del Mariscal.
Está será una zona preparatoria de la más importante que tiene la exposición, la Sala Capitular,
donde Murillo pintó una excepcional Inmaculada rodeada por los ocho santos sevillanos: Santa Justa, Santa Rufina, San Fernando, San Hermenegildo, San Pío, San Leandro, San Isidoro y San Laureano.
Estas obras fueron ejecutadas en la cúpula por el artista, por lo que a ras de suelo es muy complicado apreciar los detalles. Se expondrán reproducciones en alta resolución en el Antecabildo, donde también se ofrecerán datos sobre los santos y se colocarán varios paneles para explicar el movimiento concepcionista.
En total, 16 obras originales que sitúan a Murillo como el pintor por excelencia de la Catedral y como hombre de iglesia. De ahí el título de la muestra: «Murillo en la Catedral. La mirada de la santidad».
PALACIO ARZOBISPAL
Murillo realizó para el arzobispo don Ambrosio de Spínola una Virgen con el Niño destinada al Oratorio Bajo del Palacio, que ha sido reproducida en el interior del edificio.
Porteriormente, con la desamortización de 1836, dos obras del artista, realizadas para diferentes conventos sevillanos, ingresaron en la colección arzobispal: «La Inmaculada con fray Juan de Quirós» y «La Virgen entregando el rosario a Santo Domingo», que se ha cedido a la Catedral para su exposición.
En el cercano palacio Arzobispal se encuentra una Inmaculada de grandes dimensiones pintada en 1652, para el Convento de San Francisco, actual Plaza Nueva. La Virgen presentando el Rosario a Santo Domingo-
A estas obras añadir un lienzo de la Virgen del Rosario, aunque las limitaciones para las visitas (dos sábados al mes, previa reserva) dificultan su contemplación.
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