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viernes, 6 de octubre de 2017

MUSEO DEL PRADO

ELEMENTOS DE OTRO TIEMPO: EL BRASERO

 Hoy inauguramos una serie de publicaciones para los martes titulada “Elementos de otro tiempo”. Recordaremos objetos de épocas pasadas mediante su representación en las obras del Museo.

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“El nacimiento de San Juan Bautista”, maestro de Miraflores, 1490-1500.

 Los braseros existen desde la Edad Media en forma de recipientes metálicos, de piedra o de cerámica, cuadrada, redonda o en forma de olla.
También podemos dividirlos en braseros de caja o bajos y de pie o altos. Además de los braseros de suelo, los había de mesa para mantener calientes los platos, del tipo enrejados o parrillas, y portátiles, para llevar los días fríos a la calle.

 La badila o palilla, se empleaba para recoger y remover las brasas. Se alimentaban con cisco, un carbón vegetal menudo de encina, también llamado de tahona por ser empleado preferentemente en la cocción del pan.

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“Los poetas contemporáneos. Una lectura de Zorrilla en el estudio del pintor”, Antonio María Esquivel, 1846.


También se utilizaba el erraj o arrax, hueso de aceituna triturado por la rueda del molino de aceite. Este último se consideraba el más adecuado para los braserillos de las damas, que se empleaban en los estrados o tarimas en los que recibían a las visitas sentadas sobre amplios cojines. En ellos se quemaban pastillas de olor, de benjuí o de pétalos de rosa, o se calentaban recipientes llenos de aguas de olor, de azahar, de jazmín, de limones o de mirto.

 Los braseros han sido uno de los sistemas de caldeamiento más corrientes en España y la chimenea no logró desbancarlo hasta la década de los treinta del siglo XIX, aunque hoy en día todavía se utilizan algunos ejemplares eléctricos.
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“La amiga (en Córdoba)”, Domingo Muñoz y Cuesta, 1901.

 Las palabras de 1841 de Mesonero Romanos, uno de los retratados en el cuadro de Esquivel, en defensa del brasero como “objeto puramente español” frente a la francesa chimenea, justifican el destacado papel que a modo de homenaje tiene en esta obra:
 “Y sin embargo de todas estas razones, el brasero se va, como se fueron las lechuguillas y los gregüescos; y se van las capas y las mantillas, como se fue la hidalguía de nuestros abuelos, la fe de nuestros padres, y se va nuestra propia creencia nacional.
 -Y la chimenea extranjera, y el gorro exótico, y el paletot salvaje, y las leyes, y la literatura extraña, y los usos, y el lenguaje de otros pueblos, se apoderan ampliamente de esta sociedad que reniega de su historia, de esta hija ingrata que afecta desconocer el nombre de su progenitor.
-Asistamos, pues, al último adiós del brasero; pero antes de despedirlo, tributémosle un ligero panegírico, como es uso y costumbre de los que llevan a enterrar. SÉALE LA CENIZA LEVE.”

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