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domingo, 16 de abril de 2017

DOMINGO DE RAMOS EN SIRUELA

SIRUELA LA NUEVA JERUSALÉN

Este día celebramos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, momento en el que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas.

 Por esta razón llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan y participamos en la misa.
Los ramos se bendicen en la Capilla del Calvario y en procesión se lleva la imagen a la parroquia.



 Pero el domingo de Ramos es algo más, significa también el camino que nos lleva al encuentro de Jesús para que nos acompañe siempre y pueda instaurar su paz en el mundo.
 Si deseamos verdaderamente ir al encuentro de Jesús y avanzar con él por su camino, es preciso que nos preguntemos por qué camino quiere guiarnos y qué esperamos de él.



 Y qué espera él de nosotros. No nos quedemos en la anécdota y en una celebración tradicional sin más significado pues eso no es el domingo de Ramos.
 Debemos recuperar la mirada de aquellos acontecimientos de los discípulos de Jesús tras la Pascua, en que comprendieron lo que había sucedido realmente aquel domingo de Ramos.



Jesús entró en la ciudad santa montado en un asno prestado para la ocasión, el animal de la gente sencilla del campo. No llegó en una suntuosa carroza real, ni a caballo, tan sólo en un asno que ni siquiera era suyo.




La multitud aclama a Jesús: “Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor (Mc 11, 9; Sal 118, 25). Estas palabras forman parte del rito de la fiesta de las tiendas, durante el cual los fieles dan vueltas en torno al altar llevando en las manos ramos de palma, mirto y sauce.

 Ahora la gente grita los mismo, con palmas en las manos, delante de Jesús, en quien ve a Aquel que viene en nombre del Señor. Efectivamente, la expresión “el que viene en nombre del Señor” se había convertido desde hacía tiempo en la manera de designar al Mesías.

 En Jesús reconocen a Aquel que verdaderamente viene en nombre del Señor y les trae la presencia de Dios.
 Este grito de esperanza de Israel, esta aclamación a Jesús durante su entrada en Jerusalén, ha llegado a ser con razón en la Iglesia la aclamación a Aquel que, en la Eucaristía, viene a nuestro encuentro de un modo nuevo.

 Con el grito “Hosanna” saludamos a Aquel que, en carne y sangre, trajo la gloria de Dios a la tierra. Saludamos a Aquel que vino y, sin embargo, sigue siendo siempre Aquel que debe venir. Saludamos a Aquel que en la Eucaristía viene siempre de nuevo a nosotros en nombre del Señor, uniendo así en la paz de Dios los confines de la tierra.



Entrada en la parroquia







Procesión de la burrita

Terminada la Santa Misa, en procesión vuelve a su capilla.




















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