La iglesia, hoy 25 de enero, celebra la fiesta de la Conversión de San Pablo.
Pablo de Tarso (originalmente Saulo), canonizado como San Pablo Apóstol († 67), no conoció en vida -como los apóstoles- a Jesús
Lucas Jordá,
Nació en Tarso y en su juventud fue mandado a Jerusalén, donde fue rigurosamente formado, en la enseñanza de la Ley, por Gamaliel el Viejo.
Después de algunos años regresó a Tarso, él no se encontraba en Jerusalén cuando Jesús predicaba. Su regreso tuvo lugar poco años después de la pasión de Cristo.
En esta fase de su vida, Saulo fue un fariseo muy activo: fue testigo de la lapidación de Esteban, pues custodiaba la ropa de los asesinos, como nos lo describen los Hechos de los Apóstoles (8, 1-3).
Recibió poco después el encargo de ir a Damasco para apresar a los cristianos de aquélla ciudad (Hech. 9,2), en dicha tarea fue particularmente celoso en el cumplirla y decidido en ir contra la religión cristiana, que comenzaba a difundirse y afirmarse.
Su conversión sucedió en el camino a Damasco, cuando inesperadamente una luz del cielo lo envolvió y cayendo al suelo, escuchó una voz que le decía: “Saulo, ¿porqué me persigues?”.
Y Él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que has de hacer. Los hombres que le acompañaban estaban de pie atónitos oyendo la voz, pero sin ver a nadie” Saulo se levantó del suelo, y con los ojos abiertos nada veía. Lleváronle de la mano y le introdujeron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber.”
Por revelación de Cristo, el cristiano Ananías fue al encuentro de Saulo, quien recuperó la vista y se convirtió, accediendo al bautismo y predicando en las sinagogas al Hijo de Dios, con gran asombro de sus oyentes. Así el antiguo perseguidor blasfemo se convirtió en apóstol y fue elegido por Dios, como uno de sus principales instrumentos para la conversión del mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario